martes, 31 de mayo de 2011

no puedo quejarme

La vida de este copy en crisis no siempre es maravillosa, ni la inspiración le pilla trabajando, ni el reconocimiento le llega a diario. Hoy, por ejemplo, este blog ha tenido (hasta el momento) muy pocas visitas, un número inusitadamente bajo para lo que es costumbre a esta hora. Pero yo quiero dar las gracias a todos, y de manera especial a esas personas que este martes han entrado (o van a entrar) secretamente en esta casa de citas y encuentros. Como en Sodoma, bastaría un solo justo, un solo visitante, para escribir el post de hoy. Es más, aunque todos se alejaran, me conformaría con el gesto inolvidable y hermoso como ninguno de la mujer de Lot, la que desobedeció y volvió la cabeza. En fin, para todo hay una primera vez. Aunque yo entiendo bien el absentismo. Hace unos minutos, mi hijo el pequeño -que está en su cuarto leyendo un librito titulado El vampiro vegetariano- ha venido a preguntarme qué significa "hacer novillos." Lo cierto es que ¡hay tantos motivos y tentaciones para hacer novillos y no entrar en este blog! Están, por ejemplo, en un montón de cines, los ojos y la sonrisa de Marion Cotillard. Está la primavera, que anda suelta por los parques y en las librerías, en la Puerta del Sol, en los andares cadenciosos que van y vienen por las avenidas. Sí, está la tarde toda ella para escaparse con cualquier disculpa (a condición de que sea buena) y perderse uno por esa calles de finales de mayo, en alguna placita con terraza, en algún bar especializado en gintonics, en alguna azotea al atardecer...Y es que, como le respondió el policía municipal al niño perdido que preguntaba por sus papás: "¡Hay tantos sitios donde esconderse!" En otras palabras: no puedo quejarme. Con toda esta luz, con esos grises plata que estoy viendo en las nubes, esas ocho de la tarde, ese tinto joven por beber... ¡Quién va a dejar todo eso para meterse en el puto blog de un copy en crisis! Y a quienes, a pesar de todo, habéis entrado, ¡qué santa paciencia y lealtad! ¡Deberíamos irnos ahora mismo de vino y rosas por ahí! ¿No os parece?

lunes, 30 de mayo de 2011

las lágrimas de marion

Nadie llora en la pantalla como Marion Cotillard. Y no solo es que sea una actriz de lágrima fácil, que lo es, sino que, por así decirlo, tiene un muy hermoso llorar. Hay dos o tres momentos en Pequeñas mentiras sin importancia en que alguna furtiva lágrima (o no tan furtiva) escapa de los ojos de Marion y resbala por sus mejillas. Dicho así, parece de lo más normal, pero hay que ver cómo son esas mejillas y, sobre todo, esos ojos. Decía Mari Trini en aquella canción mítica que "cuando la lluvia cae se funde el hielo." Algo semejante ocurre cuando Marion llora. No me explico cómo las productoras francesas no han creado todavía un eslogan a la manera del legendario Garbo ríe; y anteriormente, para el estreno de su primera película sonora: Garbo habla. La estoy viendo avanzar despacio por aquel bar de marineros de Anna Christie. Cuando llegue al final de la barra, Garbo va a pronunciar sus primeras palabras en el cine. Son éstas: "I want a scotch." Pues bien, alguien debería haber añadido a los carteles y a los trailers de sus films: Marion pleure. Y lo escribo en francés porque esta mujer tan bella llora realmente en francés. El secreto de sus lágrimas está (o al menos así lo veo yo) en que unos segundos antes de que estas surjan, ya ha empezado a llorar con la mirada. En esos momentos, abandonaría uno la butaca para cruzar la pantalla y besar una a una sus lágrimas y llorar con ella de alegría. Si yo fuese documentalista o cosa parecida en algún programa de televisión como Días de cine, etc, haría un clip con todas las lágrimas de Marion Cotillard. Sin palabras, por supuesto; solo música: el aria Lascia ch'io pianga, del Rinaldo de Haendel. Algo semejante a los besos recogidos durante años por el proyeccionista de Cinema Paradiso, Philippe Noiret, y entregados a aquel niño, ya adulto, que amaba el cine. Aquí están esos besos: www.youtube.com/watch?v=wEFugVbzsSo

viernes, 27 de mayo de 2011

miénteme

Hay algunos títulos de película, pocos, que por sí solos bien merecen una entrada de cine. No sé cómo será de divertida, inteligente, previsible, tramposa o lacrimógena la muy francesa Pequeñas mentiras sin importancia. Y casi que prefiero no saberlo, por si acaso, pero yo voy a ir a verla. Y voy a hacerlo por esa cosa tan arbitraria e injustificable como es que, de entrada, esa peli me cae bien. Dicho esto, voy a lo que iba. Creo de veras en la conveniencia de las pequeñas mentiras. ¿Qué sería de todos nostros sin ellas? La cortesía, la amabilidad, las buenas maneras, la convivencia en sí misma... están construidas a base de pequeñas mentiras necesarias que se han ido perfeccionando con el tiempo, como cantos rodados, hasta convertirse en componentes imprescindibles para el buen funcionamiento de las relaciones humanas. La familia, la oficina, la cuadrilla de amigos, la comunidad de vecinos, el comité central, la pareja...  Todo está necesitado de ese lubricante que favorece el amor, la amistad, las relaciones humanas, la vida diaria. Sin esas pequeñas mentiras cotidianas todo es arduo, áspero, ingrato. Y luego están las grandes mentiras, las mentiras con mayúsculas. Llegado el caso, yo también las defiendo. Ya sé que esto puede dar lugar a escándalo o a interpretaciones contrarias a mi reputación, ya de por sí bastante desacreditada (después de todo, cada cual tiene la reputación que se ha ido labrando, qué coño). Pero es verdad que en determinados casos las grandes mentiras cumplen una función... humanitaria. La verdad permanente, la verdad absoluta, conduciría al caos. Quizá diese lugar a una Justicia plena y con mayúsculas, sí, pero inhabitable. Me viene ahora a la memoria la escena de una película (ésta sí, maravillosa) de Nikita Mikhalkov, con un Mastroiani último y superlativo: Ojos negros. Al final de la película, Silvana Mangano (esposa de Marcello) le pregunta dramáticamente a su marido algo así como: " Dime la verdad, ¿me has engañado con otra mujer?" Su marido guarda silencio unos segundos, la mira a los ojos con infinito amor, y, finalmente, se arma de valor y dice escuetamente: "No." Lo confieso: se me saltaron las lágrimas de pura emoción. En definitiva, pienso que es más importante, mucho más importante, el amor que la verdad. O al menos que alguna verdad ocasional. No es raro pues que mi diálogo favorito de película sea el celebérrimo: "Miénteme. Dime que me has estado esperando todos estos años."Y ella le responde que sí, que le ha estado esperando. Y él, al final, dice: "Gracias, muchas gracias."


 

          

jueves, 26 de mayo de 2011

mano izquierda

La separación de poderes apuntada en el post de ayer -gmail vs hotmail- tiene su continuidad en otros terrenos. Dejando ahora aparte los dos hemisferios del cerebro, las dualidades se dan en todos los órdenes de la vida. Yo mismo lo compruebo a diario en las cuestiones más cotidianas. Por ejemplo, en mis manos. En apariencia son normales: ni de pianista austrohúngaro ni de estibador en el puerto de Bremen. Sin embargo tienen personalidades casi antagónicas. Mi diestra (como mi cuenta de gmail) está hecha para la actividad, el compromiso, las intervenciones; con la misma determinación firma un manifiesto, se ofrece generosa, empuña un martillo o se afianza en la plancha ante una pila de camisas, los domingos por la tarde. La otra, la sinistra mano, es todo lo conrario. Está genéticamente inhabilitada para cualquier tipo de esfuerzo. Es como aquellos nobles a los que su pureza de sangre los hacía incompatibles con el trabajo físico, tan humillante. Ahora bien, mi mano izquierda se distingue por una elegancia natural que nunca conseguirá la derecha. Y como no está gastada por el esfuerzo, posee esa delicadeza, esa sensibilidad tan adecuada para dibujar una caricia, o para repasar con la yema de un dedo la curva de un párpado... Para ese tipo de dulzuras, es única. Y puesto que está exenta de casi todo, y no tiene que rendir cuentas de rentabilidades, ella se recrea en sutilezas intangibles. Eso sí, percibe como nadie la vibración de las cuerdas de un violín, o el tacto de la seda, o el temblor que deja en la rama el pájaro al levantar el vuelo. Mientras tanto, la diestra está muy ocupada en sus labores: sacar los platos del lavavajillas, aferrarse y tirar del carro de la compra en AhorraMás, pulsar play, enviar correos en gmail... En fin, que mientras una trabaja, la otra se divierte. Pero, claro, ésta es la visión de un diestro. ¿Cómo serán las cosas en el mundo de los zurdos? Me niego a entrar ahora en el campo de los ambidiestros; prefiero evocar la dulcedumbre en la diestra de alguna mujer zurda.

miércoles, 25 de mayo de 2011

gmail versus hotmail

Como tengo dos correos electrónicos distintos, puedo llevar doble vida. Uno de ellos lo dedico a cuestiones de trabajo, a relaciones profesionales, a cosas serias. El otro, a las cosas dulces de este mundo. En el primero he desarrollado un estilo más o menos neutro, sin caer en la gelidez ni en el borderío, claro, pero sin aspavientos ni excesos retóricos. En el segundo me permito libertades, juegos, bromas, besos; por cierto, en él cultivo el arte de besar como si el mail fuera el jardín de los besos virtuales. A veces llego a extremos tan esquizoides que inicio un mensaje en el correo serio y lo continúo en el lúdico. O sea, que lo empiezo en gmail y lo acabo en hotmail. Los líos vienen cuando se cruzan los contenidos de uno y las maneras del otro, cuando un mensaje serio entra en la sala de los juegos indebidos, y un beso muy after hours se cuela en horario de oficina, y lo que en principio estaba en el orden del día (qué bonita expresión: "el orden del día"; suena a Goethe) pues resulta que acaba desordenando el programa de las cosas y los objetivos del briefing, y el contexto se introduce en el texto, el bodycopy entra en un club de intercambios (con mazmorra y cuarto oscuro), y esto ya se convierte en un puro regodeo de promiscuidades interactuantes. Yo procuro mantener el orden y dirigir el tráfico, pero hay momentos en que no puedo evitar los cambios de carril (¡y hasta de sentido, a veces!), las palabras que se pasan sobre la marcha de un vehículo a otro, las confluencias conflictivas... Bueno, y luego están los frecuentes atascos en el muy profesional gmail. Es cuando aparece en su parte superior un aviso con el que pretende hacerse el gracioso, el listillo, sin tener ni puta gracia. Dice así: "¡Vaya!... El sistema ha detectado un problema (#000).- Se reintentará en 25". Pero ni en 25 ni en 50 ni en 500. Y como la paciencia tiene un límite, pues hay que pasarse con textos y bagajes a hotmail, aun a riesgo de que, conociéndolo, dé positivo en un control de alcoholemia. Eso sí, más simpático que él no lo hay. Qué cabrón. 

martes, 24 de mayo de 2011

de memorias y olvidos

Me gusta y me divierte una cuña de radio, y en especial la voz de la locutora que le dice a su amiga, a quien se le olvidan las cosas: "¡Aaay, esa memoria!" "¡De Memory, lo que tú necesitas es De Memory!" Yo también olvido no poco (o quizá desalojo, que nunca sabe uno). Por eso me interesa este producto de los Laboratorios Pharma OTC. Creo que voy a comprar una caja de 20 ampollas bebibles de 5 cc. A ver qué pasa. Y no estoy insinuando que me vaya a pimplar las 20 de una sola vez, en plan cubata con un platito de almendras. No. Aunque es verdad que podría ser una experiencia muy orgiástica para la memoria, pero me temo que ese repentino alubión de olvidos aflorados resultaría perturbador, incluso traumático. Sucede que la memoria es selectiva y sabe muy bien lo que guarda, lo que elimina, lo que envía a la papelera, lo que transforma... Si en una borrachera memoriosa, sobrevenida tras un cóctel de jalea real, vitaminas del grupo B, fósforo, glutamina y nada menos que triptófono, afloraran algunos recuerdos saludablemente olvidados, creo que necesitaría urgentemente de otro cóctel, anestesiante, amnésico, que neutralizara los efectos del cóctel anterior. Aunque, bien mirado, es verdad que resurgirían cosas que bien olvidadas están, y de las que mejor no hablar, pero a cambio podrían emerger algunos poemas que nunca debí extraviar, acaso libros enteros, viajes en coche, paisajes borrados, buena parte de algunas películas, y es posible que también algún cuerpo joven saliendo de las aguas y brillando al sol de antiguos veranos, de antiguos veranos...

lunes, 23 de mayo de 2011

dos palabras

Tras días y noches de mucha agitación, no viene mal un poco de reposo. Esas dos palabrs -agitación y reposo- presiden el salón de nuestra casa desde un cuadro de buen tamaño, todo en azules y blanco y alguna salpicadura en un color que ahora mismo no sabría nombrar. Esa tabla varía en función del momento y del ánimo de quien la observa, de quien la escucha. A veces veo en ella una sinfonía in blue, muy Malher, con sus tempos de adagio y sus ratos de allegro molto agitato; otras, me resulta la representación de un mar... que en su latitud sur aparece en calma, decantando tiempo sobre tiempo, azul sobre azul; en su norte (3/4 del cuadro) conviven tormentas y caracolas, cartas de navegación y caballitos marinos, y también sueños de sirenas con saltos locos de alegría. Es decir, una cohabitación no mal llevada entre dos corrientes alternas: las románticas brumas del Báltico y las ensoñaciones de los mares del Sur. O como diría Ángel González: "Cuando es invierno en el mar del Norte es verano en Valparaíso." Estamos pues entre dos hemisferios: Vermeer y Gauguin, vodka y ron, la espada y el arpa, Lorena y Allas. O dicho en dos gardenias: "agitación y reposo". Bertrand Russell propone un saludable equilibrio entre la excitación y el aburrimiento. A propósito dice: "Cierta cantidad de agitación es sana, pero, como casi todo, se trata de una cuestión cuantitativa. Demasiado poca puede provocar ansias morbosas; en exceso provoca agotamiento." Amén. Aunque tambien dice Russell que "al menos la mitad de los pecados de la Humanidad se cometen por miedo a aburrirse." Bueno, pues, en esas estamos: que apenas hay pecado, creo yo, que no venga del aburrimiento, y de lo que ello acarrea, y de cuanto se pudre debajo. Y ya, hoy lunes de resaca, sólo añadir aquí un comentario: Qué maravilla el nuevo disco de Morente: "Es tanta la claridad / que por tu ventana sale / que dice la vecindad / ya está la luna en la calle."

viernes, 20 de mayo de 2011

reflexión

Con lo hermosa que puede ser la vida, y de hecho lo es, ¿por qué habrá quienes se obstinan en afearla? Me pregunto qué ocurre en la mente de un ser humano para que empiece a generar odio, a propagarlo, a alimentarse de él. Hay tertulias en la televisión, en la radio, que son auténticos festivales de odio. ¿Por qué? ¿Qué necesidad hay de ello? Esos profesionales del odio, ¿son realmente tan infelices en su vida como aparentan? ¿Habrán tenido una infancia tan atroz? ¿Quién los ha hecho tan desgraciados? Oyéndoles (pocas veces y poco tiempo, que la salud es lo primero) tengo la sensación de que, en efecto, se repite la historia de Macbeth y asistimos a "un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada". Aunque sabemos que cuando la historia se repite lo hace no como tragedia sino como farsa. Pues bien, cada noche, en algunos canales de TV y programas de radio, se representa una farsa. Con ligeras variantes, es la misma farsa todas los noches, en todas las funciones. Quizá yo tenga una visión algo romántica del mundo, pero creo que esos meritorios farsantes (apenas docena y media) son unos actores tan vocacionales que, si dejaran de pagarles por representar su papel, serían capaces de hacerlo gratis. Más aún: llegado el caso (que no ha de llegar), algunos incluso pagarían por seguir saliendo a escena. Es la grandeza del teatro, el veneno del teatro... Y en cierto modo, es lógico que eso ocurra. Cuando alguien lleva veinte años con dos funciones diarias haciendo el mismo papel... pues pasa lo que pasa. Hasta ahí, normal. El problema está en el público. Y me explico. Si acudes una y otra vez (es gratis) a ver la misma obra, pues ya no te conformas con lo mismo de ayer: exiges cada vez más énfasis, más ímpetu, más furia, más ruido... En dos palabras: "más cojones". Y así están las cosas: los actores, echándole cada vez más cojones; el público, enfervorecido, aprendiéndose el papel de memoria y animándose a reproducirlo cuanto antes.  En fin, psicopatías y perversiones morales las ha habido siempre. Pero a pesar de los pesares, la vida es bella. La última de Woody Allen (me dicen) es bella. La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell, es bella. Ciertas delicatessen que salen de la la zurda de Mesut Özil, son bellas. Las mañanas de los viernes de mayo (y las tardes), son muy bellas. Algunas cosas que pasan, que están pasando, también. O al menos, así las veo yo.

jueves, 19 de mayo de 2011

graffiti

"Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir." Ahí está. Este va a ser, ya es, el graffiti del movimiento 15-M. Lo tiene todo: vuelo, desafío, humor, ritmo, medida, anhelo. Hay otros, claro, pero este ya ha entrado por los ojos y por los oídos. Y además tiene un cierto aroma... que evoca otros aromas, otros momentos. Ya sé que casi todo lo que pueda decirse hoy de esta movilización resultará, como mínimo, un poco prematuro. ¡Pero es algo tan sorpresivo, tan fresco y, por qué no decirlo, tan deseable! Quien más y quien menos ya ha empezado a hacer las exageradas pero inevitables comparaciones con Mayo del 68. Probablemente sean bastantes más las diferencias que las coincidencias. Seguro que sí. Bueno, ¿y qué? Cada momento tiene su afán. Y su música, su indignación, su belleza, su riesgo, sus graffiti. A mí siempre me han gustado los graffiti. Y además "se me quedan", si son buenos.  Recuerdo haber leído algunos realmente ingeniosos de aquella primavera. Aparte del  bellísimo y utópico: "Decreto el estado de felicidad permanente", y del terrible pero optimista al fin, "nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza", quizá el que muestra más sentido del humor (y justificada  mala leche) es aquel que decía: "Empleó tres semanas para anunciar en cinco minutos que iba a emprender en un mes lo que no pudo hacer en diez años." Y años después, mediados los 70, permaneció largo tiempo en lo alto de una fachada de la plaza de la Universidad de Valladolid esta joya: "Dios es ateo, no cree en mí." Bueno, y en otro registro, cómo olvidar el célebre graffitti aparecido en la Barcelona de la Transición: algún católico concienciado de la catalanidad había escrito "¡Queremos obispos catalanes!" Alguien añadió: "¡Y monjas suecas!". En fin, yo voy a votar en cualquier caso, lo he hecho siempre y, mientras pueda, siempre lo haré. Pero no voy a ocultar que lo que está sucediendo, o empezando a suceder, me gusta, me atrae, me ilusiona incluso. Si acaso, tiempo habrá para el desencanto. Y aunque pueda parecer un iluso, permitidme que traiga aquí el título de aquella maravillosa película de Howard Hawks: Me siento rejuvenecer.


   


miércoles, 18 de mayo de 2011

elecciones

¿Quién le ha hecho el eslogan electoral a Tomás Gómez, candidato socialista a la Comunidad de Madrid? ¿A quién se le ha ocurrido lo de "Presidente de la gente común"? ¿Al propio Tomás? ¿A un sobrino suyo que es un lince? ¿A un amigo muy majo de toda la vida, de los que llaman al pan pan y al vino vino? Desde luego, no hay quien se crea que ese hallazgo pueda proceder de la agencia Sra. Rushmore, ni de ninguna otra agencia seria. También puede suceder que Tomás y compañía tengan al enemigo dentro, un quintacolumnista agradecido a Esperanza Aguirre, o un promotor... de ideas brillantes, amigo de un amigo de ésta. Sea como sea, lo de "la gente común" es de aurora boreal. Para empezar: ¿quién en estos tiempos de individualismo exacerbado quiere ser esa cosa sin rostro y desenfocada llamada "gente"? Ni dios. Aquí todo el mundo quiere ser tratado de uno en uno, en singular ("tú", "a ti", "en ti", "por ti", "contigo"), y que a nadie se le ocurra incluirnos en un genérico y masificado "vosotros", en un plural siempre sospechoso de colectivización. Hoy, Tomás, colectivizar está expresamente prohibido; es como estacionar en carga y descarga: se lleva el coche la grúa. Pero como todo despropósito es susceptible de empeorar, al sustantivo "gente" le agregamos el adjetivo "común". Y ahora ya sí que la grúa se lleva el coche entre aplausos. Y además, con un multazo de los que te dejan pasmado toda la noche electoral. Y ojo, con una resaca de ambulancia. ¡Pero es que van provocando, joder! ¿Qué pasa, que no teníamos bastante con ser rebajados a la penosa sub categoría de "gente" anónima, desconocida? Pues no señor. Ahora, por si fuera poco, nos rebajan a la ominosa sub-sub categoría de "gente común". O sea, gente de lo más vulgar, ordinaria, sin estilo ninguno... Ni siquiera el despectivo (aunque secretamente envidiado) desprestigio mafioso del apelativo "gentuza". Ni eso. ¡Ay, señor! Nos esperan tiempos... ¡Espeluznantes!

martes, 17 de mayo de 2011

más besos

(viene de ayer) Tambien están los besos por escrito, que no alcanzan a ser un género literario, aunque sí algo más que una figura estilística. Pero que nadie se confunda: aquí, el que no besa con pasión en la vida... que se olvide de besar y ser besado hasta morir de amor en un endecasílabo, en un SMS. Sólo quien ama de veras "vía oral" goza a lo grande también por escrito. El placer de bien besar en una carta, en un e mail, puede ser igual o mayor que el de besarse en plena calle mientras el semáforo permanece en rojo, o en el ascensor, con ese beso de pasión creciente que empieza en la planta 2 y acaba en la 22.  Aquí la intención abre tal cantidad de posibilidades... La tipología del beso escrito también es diversa: besos rápidos, fríos, protocolarios, de compromiso; besos apenas insinuados con la abreviatura "bss"; besos relajados, de toda confianza, de los que se llaman "muacs" (estos suelen ser más de mujer a hombre que viceversa); besos que, aunque estén escritos en cuerpo 8, llenan la pantalla del ordenador; besos con todas las letras que te llegan al alma (que es donde realmente quieren llegar los besos); en fin, los hay para dar y tomar. Por supuesto que tampoco por escrito se besa de igual modo a dos personas, y si así fuera, ya no serían besos, serían fotocopias. La manera de escribir de cada uno es como su manera de andar o de mover las manos: algo muy personal e intransferible; la de besar por escrito, también. Inevitablemente me estoy acordando de una frase que va a hacer sonreír a alguien. En Contra el viento del norte (una relación de pareja vía e mail), ella le pregunta: "Leo, ¿cómo besas?" Y él responde: "Beso de un modo similar a como escribo." Esta deriva podría llevarnos lejos. Por ej.: es un hecho probado que el estilo literario de cada uno evoluciona; entonces, ¿qué pasa con los besos? ¿Cómo han evolucionado los míos? Ahora, cuando beso, ¿soy barroco, neoclásico, romántico, post romántico, modernista, parnasiano, decadente, expresionista, realista, neo novísimo, de la nueva sentimentalidad...? ¿Qué soy? ¿En qué beso?

lunes, 16 de mayo de 2011

besos

No hay dos besos idénticos como no hay dos maneras iguales de besar. Depende de tantas cosas... Del día y de la hora, del grado de humedad en el ambiente, de la luz que queda bajo los párpados, de la temperatura del deseo, del tiempo de la espera, incluso del idioma. No se besa igual en las tierras altas de Cumbres borrascosas que en Tokio Blues. Ni en la mansión de El gran Gatsy como en El jardín de los Finzi-Contini. Ni Anna Karenina besa como Ana Ozores, ni ésta como Emma Bovary. Los besos de Ava Gardner suelen ser majestuosos y de una voluptuosidad perturbadora, pero el de Cary Grant e Ingrid Bergman en Encadenados es tan envolvente, tan estremecedor, que te deja marcado para siempre. Cada cual besa como es. Hay quien lo hace a la desesperada, como cumpliendo el último deseo, y quien besa con avaricia de recaudador de besos (los detesto). Los hay muy ensalivados y retráctiles, con mucho regodeo lingüístico, casi más propios del mundo de la espeleología. En otros se percibe enseguida un savoir faire muy profesional que... al principio gusta, claro, pero a la postre no emociona. También hay quien no sabe ni sabrá nunca besar con naturalidad: sus besos sólo son un torpe remedo de labios indispuestos. Por el contrario, hay bocas que besan de un modo que te matan de amor, que con un solo beso... tienes para recordar toda tu vida.Y cuando eso sucede a los 17, a los 20, a los 27, se pasa uno la existencia buscando ese beso en todas las fiestas, todos los veranos, en todos los amores, las ciudades, los sueños, las películas... Si al final tienes la suerte de encontrar el beso perdido de esas Ava Gardner o Ingrid Bergaman, esos Cary Grant, Jude Law, Clive Owen, esa Rachel Weisz... entonces ya puedes vivir feliz el resto de tus días. Afortunado tú. Afortunada. Los dioses y las olas del Egeo se han puesto de tu parte. Que los besos más dulces te acompañen siempre, y más allá, si ello fuera posible (mañana más besos).

viernes, 13 de mayo de 2011

sinopsis

 (viene del post titulado 'naming') Emilia Sarmiento llega a Lisboa en la primavera de 1890 acompañando a su esposo, el diplomático español  Francisco de Paula Argibay, 20 años mayor que ella, a quien se le ha encomendado una delicada misión “inexistente” a todos los efectos. Muy pronto, el talento, unido a sus encantos personales, hacen de Emilia la gran novedad en los salones de la buena sociedad lisboeta. Ello no le pasa desapercibido al todopoderoso y aún atractivo cardenal Pombal de Maristany, cuya larga sombra, se dice, alcanza la silla de San Pedro. En una recepción al cuerpo diplomático en la Nunciatura, Emilia, al besar el anillo del cardenal, descubre la extrema frialdad de su aristocrática mano. En ese mismo acto, el propio nuncio de Su Santidad  presenta a dos compatriotas: “nuestra gentil dama, la encantadora señora de Argibay”; “el caballero español don Xavier de Montenegro, marqués de Bradomín.” Bastan dos segundos de miradas coincidentes para que ella perciba una perturbadora sensación de peligro. Desde el fondo del salón, el cardenal observa la escena con gélida desconfianza. Pero ya antes de que esto sucediera, Emilia había sido captada por una secreta sociedad internacional. A partir de aquí, se dispararán los acontecimientos: intrigas, conspiraciones, amores imposibles, un gran diamante azul desaparecido en San Petersburgo, dos suicidios demasiado sospechosos,  una escandalosa orgía en un baile de máscaras en el veneciano palazzo Martinengo... Todo ello y mucho más sucede a lo largo de las 700 páginas de Emilia Sarmiento –una pasión más grande que la vida–. Tras su misteriosa desaparición en Marienbad, nuestra protagonista reaparece el 28 de junio de 1914 en el teatro de la ópera de Sarajevo. Alguien la ha reconocido dos filas más atrás un minuto antes de que el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Impero Austrohúngaro, sea asesinado junto a su esposa, la condesa Sofía Chotek. La Gran Guerra del 14 está a punto de estallar.

aclaración

Ayer cayó todo el sistema Blogger como en su día cayeron el Imperio Romano y antes y después cayeron otros. Hasta hace un rato no ha habido modo de "acceder" a él y contarles a los lectores que, tras la hecatombe, seguimos aquí, defendiendo nuestras Termópilas, como en aquel bello poema de Cavafis. En un minutito trataré de publicar el post de ayer. Su título: "sinopsis". Casi seguro que aparecerá en una tipo distinta a la habitual. Gracias por el interés y buen fin de semana.

miércoles, 11 de mayo de 2011

naming

Dar nombre a las cosas, a las marcas, a lo que hasta ahora carecía de denominación, y por tanto no existía. En el argot marketiniano, a esa especialidad se le llama naming. Qué lujo, el dedicarse a ello. Y que maravillosa esa capacidad para poder decidir cómo han de llamarse las cosas de ahora en adelante: "a esto que va por los mares lo llamaremos "Navantia"; a esa ensalada de cajas de ahorro, sencillamente "Bankia"; a aquello tan duro y metálico, ¿por qué no llamarlo "Acerinox"?; a On Madrid vamos a llamarlo... "On Madrid";  a ese perfume tan adictivo (y un poco putón), lo llamaremos "Opium". No hace mucho que le dediqué un post a este tema: "el nombre de las cosas". Y siempre que hablo de ello recuerdo aquella frase inolvidable que describía los orígenes de Macondo: "El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo." Señalar con el dedo, sí, y a continuación decir: "magnolio", "lapislázuli", "frambuesa", "muérdago", "aire", "Babilonia". Los nombres nos llevan lejos: de Antofagasta a Bucaramanga, pasando por Guanabacoa, camino de Sebastopol. ¿Y qué decir de los nombres propios, con sus propios apellidos? Son mi debilidad. Porque, vamos a ver, ¿quién es el guapo que no cae rendido ante una joven que se llame (que realmente se llama, no invento nada, ¡ojo!) Valeria Otranto? Es más: tengo una cuñada muy querida que ostenta el muy literario nombre de Emilia Sarmiento. Cuando me enteré de que ése era su verdadero nombre, pensé (y sigo pensando) escribir un novelón decimonónico con ella de protagonista. La acción transcurre en la Lisboa de 1890. Empieza así: "Antes de abrir aquella carta, Emilia Sarmiento ya presintió que la conspiración estaba en marcha y que ella habría de enamorar secretamente al príncipe de la Iglesia, Pombal de Maristany, para conseguir los objetivos marcados a fuego por la Logia." (to be continued)

martes, 10 de mayo de 2011

judía neoyorkina

Decir "judía y neoyorkina" viene a ser casi tanto como decir "inteligente y sarcástica". Y si además se apellida Lebowitz, es lesbiana sin complejos, fumadora irrenunciable, amiga de Andy Warhol, de Martin Scorsese, de la Nobel Toni Morrison, del director de Vanity Fair y adorada o temida por toda la gauche divine de la Gran Manzana... entonces estamos ante una tía con un talento y una lengua de mucho cuidado: Fran Lebowitz. He leído con verdadero gozo una entrevista con ella publicada en El País Semanal. Transmite humor e inteligencia (es redundante, lo sé) en cada frase, en cada palabra. Pero lo mejor de todo está en lo que calla, o en lo que dice que calla, en lo que no escribe. Resulta que, tras dos libros de juventud, éxitos fulminantes ambos, se "atascó" y no ha vuelto a publicar. Y precisamente ese silencio editorial, sostenido durante 30 años, ha convertido a esta mujer en una leyenda cuyo prestigio crece y crece temporada tras temporada. Los medios se la rifan para que hable de ello. Y de todo, claro. Dice, la muy judía neoyorkina: "comprendí que no escribir no solo era divertido sino que podía ser rentable." Y tiene razón. Nada como un buen silencio para alimentar la leyenda y el misterio. El prestigio de un silencio de calidad es insuperable. Quizá por eso los autores de obra escasa gozan de un valor añadido intangible: les valoramos no sólo por lo que han escrito sino, sobre todo, por lo que podrían haber escrito. Y esa obra inexistente siempre será la mejor... en la mente de los que nos imginamos cómo hubiera sido la gran novela de 500 páginas de Juan Rulfo, el definitivo libro de poemas que rehusó escribir Jaime Gil de Biedma, la canción más hermosa y más triste que, por algún azar, algún semáforo que se puso en verde antes de tiempo, no llegó a componer... pongamos que Antonio Vega. O Lou Reed, paseando una madrugada por el lado más salvaje o el más bohemio de Nueva York. El Nueva York de Fran Lebowitz.

lunes, 9 de mayo de 2011

fina estampa

Sábado 7. Son las 9.45 de la mañana y llueve sin piedad  sobre Madrid. Pertrechado con gabardina y paraguas, bajo a comprar el pan y el periódico. La plaza está desierta. Sólo se oye el ruido de la lluvia sobre el pavimento y el modo en que retumba bajo mi paraguas. Parace que fuera yo el único vecino del barrio que ha salido a la calle. Pero no. Al levantar un poco la vista descubro, a unos 15 metros, una figura detenida en medio de la explanada: traje negro, camisa blanca, muy desabrochada, con los bajos asomando fuera del pantalón. Tiene la palma de la mano izquierda extendida a la altura del pecho; la observa en un gesto inequívoco de estar calculando el valor de una pocas monedas, quizá las últimas. Finalmente, se lleva la mano al bolsillo y echa a andar con parsimonia y una elegancia de trasnochador indiferente al mundo. Le conozco de haberlo visto por aquí alguna otra vez. Es un gitano legítimo de fina estampa y mala vida que cualquiera confundiría con Diego El Cigala: su viva imagen. Al verlo de cerca verifico en su rostro azufrado que la noche ha sido larga y el día va a ser de perros. Se lo ha bebido todo, se lo ha fumado todo, se lo ha fundido todo. Por eso malcontaba los pocos céntimos que le quedaban. "Ni p'a un sol y sombra", piensa. Y se va andando despacio, cuesta abajo, con toda la lluvia por compañera, quizá canturreando por los adentros un aire de soleá. Tras cruzarnos, me detuve unos segundos por el puro placer de verlo caminar de aquel modo. Lo seguí con la mirada hasta que desapareció de mi vista, como quien desaparece paso a paso mar adentro. Confieso no haber visto nunca caminar a nadie con esa soberanía gitana, esa impavidez ante la lluvia y ese desdén hacia este perro mundo. No estaba en lo cierto Lorca cuando escribió aquello de "se acabaron los gitanos que iban por el monte solos." Alguno queda.

viernes, 6 de mayo de 2011

un poco tontos

Hace días que mientras desayuno oigo una cuña de radio de una marca de coches que dice: "en primavera todos nos volvemos un poco tontos." Su protagonista no es que sea un poco tonto: es una especie de tarado irreversible, un bobo de baba al que da grima oir en su babear desarticulado. Hay que ver qué cosas aprueban a veces los clientes, y qué cosas proponen las agencias, claro. La citada cuña es de premio, sí, pero de premio a la idiotización. Me imagino (quiero imaginarme) a ese desesperado equipo creativo, a las tantas de la noche, viendo rechazadas una y otra vez todas las propuestas de campaña, a cual más ingeniosa, notoria, memorable y perfectamente "en briefing". Sin embargo, una y otra vez la respuesta del cliente es "no, no, no: ¡para tontos -transmite el joven y sufrido ejecutivo ex junior-, el cliente quiere un lenguaje para tontos!" Y en una de ésas, al copy se le va la olla y perpetra una idea disparatada y acaso algo vengativa: "¿Para tontos? Pues se van a enterar." Y ahí la tenemos a ella, la cuña para tontos, luciendo en horario de máxima audiencia y con un plan de medios digno de una emperatriz de las ondas. Lo que hay que oír. Sin embargo, la idea de que en primavera nos volvemos un poco tontos no está mal traída. Yo mismo me entontezco no poco cuando percibo en cuerpo y alma que me ha llegado esa cosa dulce, primaveral y juguetona. Es una sensación, un hormigueo que da mucho gusto y es fácil asociarlo al machadiano "otro milagro de la primavera." ¿Cómo decirlo? Estoy en esos días. Con esos días. Un poco tonto, sí, travieso, fantasioso, propenso a los enamoramientos superficiales, a los juegos de palabras, a los juegos, a la risa, que es lo más hermoso de este mundo, a la sonrisa. La sonrisa no es todavía el Paraíso perdido, pero quizá sí su antesala, la insinuación de que esos labios, en breve, serán las puertas abiertas que conducirán al viajero al Paraíso recobrado. Ay, mon Dieu, qué cosas dice uno en primavera. ¡Y las que no dice!

jueves, 5 de mayo de 2011

fantasías y olas

Decía ayer, más o menos, que la mejor aventura es la que no figura como tal, la que a efectos contables no queda registrada. Y añadía: "cuando lo vivido por él, por ella, podría ser considerado como una fantasía en 3D." Y así como en los dos post anteriores ha quedado claro que "aventuras" más o menos sí, pero... según y cómo, y cuándo, y de qué manera; y también ha quedado claro, creo, que no quiero tenerlo del todo claro (o al menos no proclamarlo demasiado abiertamente, dado que este blog tiene ya un número considerable de lectores/as de muy diversa índole, y a buen entendedor... cuantas menos mejor). Marángulas aparte, tengo que decir que en el terreno de las fantasías, de las ensoñaciones más o menos inconfesables, ¡ancha es Castilla! O sea, barra libre hasta el amanecer. De las fantasías sólo hay que rendirle cuentas al dios de los placeres y de los buenos ratos. Y en ese sentido, sólo podemos pecar... por defecto. Lo confieso: soy fantasioso practicante, casi que de fantasía diaria. Y desde muy temprana edad. No exagero si digo que me muevo por el templo de las fantasías como Christiano Ronaldo ante el espejo de su cuarto de baño. Y entre sus muchas propiedades benéficas (de las fantasías, digo, no de Christiano) está la de no dejar huella, ni restos, ni testigos, ni víctimas, ni damnificados. Si fuera un crimen sería el crimen perfecto: nunca existió. Si acaso, con el placer morboso añadido de una cierta -¿cómo decirlo?- exquisita mala conciencia. Pero que nadie se equivoque, la fantasía no goza de impunidad: ha de responder a un nivel de exigencia, de coherencia interna en el relato, a un punto (aunque sea remoto) de verosimilitud. Ojo, no todo vale. La fantasía es para el que se la trabaja. Y aunque me esté mal decirlo, yo soy un gran trabajador. Si pusiera por escrito las fantasías que he tenido en mi vida hasta ayer por la noche, necesitaría tantas páginas como olas necesitó Morente en su Pequeño reloj: "Una ola, dos olas, tres olas. / Pasan los años y los siglos / y las olas no cesan, / las olas van y vienen y se rompen. / Hay más olas que estrellas / y que granos de arena / y  contamos el tiempo / con las olas amargas coronadas de espuma."

miércoles, 4 de mayo de 2011

ten una aventura (2)

Para los que no hayan leído el post de ayer, tengo que aclarar que el (2) del titular no es una invitación a duplicar una supuesta aventura, ni menos aún con dos amantes a la vez. No. Sólo indica que se trata de la segunda entrega de lo iniciado ayer martes, a raíz de una campaña de publicidad. El tema da mucho juego y se presta a un montón de lecturas, y también de bromas. Dado mi carácter más risueño que ceñudo, más jovial que severo, quiero evitar en lo posible ambigüedades que puedan interpretarse como frivolités o banalización de algo que causa no pocos disgustos y serios problemas de convivencia. Pero ponerse uno grave en esto, como en casi todo, no arregla nada. Mejor con una sonrisa. El buen humor lubrica el discurso y todo lo demás, incluida la inteligencia. Pero el tema es inabarcable, por eso voy a dejar aquí sólo un par de notas. 1) Las llamadas "aventuras" a menudo implican un riesgo desproporcionado en relación a la recompensa. En mi modestísima opinión, "una cana al aire" muy de ciento en viento es algo casi irrelevante; para entendernos: como tomarse unas copas de más, ponerse uno flamenco y jugarse una noche 1000 euros a la ruleta. Hombre, está mal, no vamos a negarlo, pero... en fin, es asumible, perdonable. La cosa se complica, supongo, cuando el amor entra por medio. O cuando el encoñamiento, ay, tanto en él como en ella (que no sé cómo debería decirse aplicado a la mujer sin que suene aún más horroroso), resulta patológico e incompatible con una relación de pareja... digamos que aceptable. En ambos casos, mal, muy mal. 2) Para los/las amantes vocacionales de la aventura, sólo una pequeña observación: en ningún caso debe aceptarse una donde exista un riesgo cierto de causar "daños a terceros." Y ésta debería ser la regla nº1, la condictio sine qua non. La mejor aventura sería la que a todos los efectos "no ha existido." Es decir: cuando lo vivido por él, por ella, podría ser considerado como una fantasía en 3D. Y para acabar con música, yo siempre me he sentido más cerca (en pura teoría, claro) de la canción Algo contigo, en versión Calamaro o Rosario Flores, que de la sabiniana Peor para el sol. ¡Y mira que me gusta el punto de morbo canalla de esta última! Pero, la verdad, tiendo más a la otra. Sin embargo, lo que propone Algo contigo, aun siendo más hermoso, tiene más peligro. O eso creo. ¿Qué pensará de todo esto Chapi Escarlata? (Ver su blog)

martes, 3 de mayo de 2011

ten una aventura

¿Estás casada? Revive la pasión: ten una aventura. La publicidad de esta sugerente campaña está muy visible por toda la ciudad, y no sólo en Madrid. El anunciante es Victoria Milán, una empresa de Oslo que garantiza expresamente el "100% anónimo y confidencial." Faltaría más. Y es que, como es sabido por algunos/as y sospechado por muchos/as, una aventura extramatrimonial bien elegida, y en el momento adecuado, ayuda a "reforzar la convivencia conyugal." Para entendernos: algo así como un Actimel, aunque no cada mañana, claro, sólo cuando estamos bajos de defensas y el cuerpo (que es la parte visible del alma) nos pide un aporte energético extra; extra-marital, se entiende. Y no quisiera yo ser o parecer frívolo en este tema (al menos, no más de lo habitual) pero tampoco grave, ni melodramático, ni de una hipocresía intolerable. Según las estadísticas, una "aventura" bien traída y bien llevada puede resolver un montón de cosas por las buenas a su debido tiempo. Ya sé que no es fácil hablar de esto con naturalidad y de manera desprejuiciada, sin dar lugar a lecturas que contaminan la racionalidad y el buen sentido. Decir "una aventura" está lleno de oscuros deseos, de culpa, de pecado, de mala fe por siempre jamás. Nadie se pregunta por lo que esa aventura, llegado el caso, evita, resuelve, mejora, limpia. Hasta ahora nos hemos quedado con la parte de mentira, engaño, ofensa, mala conciencia. Pero, ¿y si eso que llamamos "una aventura" acabara reestableciendo en la pareja la alegría, el juego, la juventud, la felicidad? Lo admito: soy conservador en este asunto. Y dicho esto, ¿qué tal si vamos directamente a la cuestión? ¿Qué hacemos con los casados? ¿Qué hacemos con una pequeña o puntual infidelidad cuando ésta da lugar a la alegría o a los mejores momentos de este mundo? No, no es sencillo, ni fácil, ni noble, ni sagrado. Deberíamos seguir hablando de ello.

lunes, 2 de mayo de 2011

cerrado por festivo

(Ya que has entrado, puedes darte un paseo por la semana pasada o por esos post que en su día dejaste para otro momento. Gracias y hasta mañana.)