jueves, 30 de junio de 2011

last nigth

Anoche fuimos al cine. A la salida hablamos de la película y de la vida. La brisa era agradable. Mi mujer llevaba la película al terreno de la vida; yo más bien lo contrario. Ella se identificaba y entendía bien a Keira Knightley. Yo marqué distancias de inmediato con su marido (Sam Worthington), que, pese a tener un cierto parecido con Xabi Alonso, no empaticé con él lo más mínimo. Se trata de una historia no muy original pero siempre eficaz. Por una noche, sólo una noche, él tiene un rollo de sexo con una compañera de trabajo (Eva Mendes); ella revive una historia de amor imposible (?) con un ex novio que, además de ser francés y escritor, sonríe muy bien. Las dos historias simultáneas (una en Nueva York, otra en Filadelfia) son muy desiguales: una es sutil, compleja, matizada, interesante, inteligente; la otra no va más allá de la crónica convencional de un polvo anunciado; eso sí, tiene una función instrumental: resaltar por contraste la rica relación de Keira y Guillaume Canet (Pequeñas mentiras sin importancia). Las dudas del marido de Keira (mala conciencia sexual y poco más) no están ni de lejos a la altura de las dudas de Keira. Las discretas lágrimas de ésta (sin llegar a las de Marion Cotillard) se hallan muy por encima de su marido, y del cuerpo de la amante de su marido, incluso por encima de la encantadora sonrisa de su querido escritor. Si la historia continuara más allá de la película, pasado el tiempo, no veo imposible una noche loca, o algo más que una noche, entre Keira y el editor neoyorquino de Guillaume, tan interesante y gamberro. No había visto hasta ahora a ese actor, creo, pero al aparecer en escena me sonó como de toda la vida. Y además me cayó estupendamente. A mi mujer también. Un maduro interesante, aunque bastante cínico. Y visto en perspectiva, como amante ocasional pudiera resultar cómplice, irónico, divertido... Y para colmo, sin mala conciencia.O sea, rien ne va plus. Pero el cine nos lleva tan lejos... Se me está ocurriendo una  Last night 2 realmente endiablada y... de seis o siete oscar. Hablaremos.

miércoles, 29 de junio de 2011

siesta

El mundo se podría dividir perfectamente entre los que practican la siesta y los que no. Y antes de seguir con ello tengo que declarar al respecto que no soy neutral en modo alguno. Por el contrario, soy muy beligerante: no es que practique la siesta, es que la cultivo amorosamente. ¿Pasa algo? Es cierto, soy un entusiasta, un vocacional de la siesta desde siempre. Pero no solo durante julio y agosto: todo el año. Y nada de una cabezadita en el sofá durante 10 minutos: hora y media (si no hay prórroga) en la cama, a oscuras, o en una penumbra cerrada si es verano. La siesta discurre mejor si ha habido vino durante la comida. El sopor es una bendición para el sueño. Y aunque parezca raro, el zumbido ocasional de una mosca en el cristal de la ventana puede favorecer la modorra, en plena canícula, a eso de las cuatro y media de la tarde. Pero sumergirse en la siesta, con sus voluptuosos pliegues envolventes, resulta una tarea demasiado ambiciosa para este copy (en crisis, no lo olvidemos) y para este reducido espacio: adentrarse en la siesta implica toda una oceanografía. Palabras relacionadas: Dionisos, hedonismo, placer, sensualidad, dulzura, reposo, regodeo, lentitud, penumbra, duermevela... Luego está la variante de siesta con sexo. Pero eso ya es entrar en otro mundo, en otro post, casi en otra dimensión. El sexo en siesta tiene una especificidad tan marcada, con un tempo tan suyo y un recorrido tan distinto que habría que entornar los párpados, aspirar la fragancia de un cuerpo tendido y... pulsar casi a ciegas las teclas del ordenador como quien recorre con las yemas de los dedos la curva de una cadera, la cara interna de un muslo, los rincones más recónditos, más delicados, más dulces. Y aunque pueda parecer una simpleza (y quizá lo sea) creo que cuando las cosas de pareja no han ido bien del todo últimamente, puede resultar más eficaz una buena siesta compartida que dos sesiones de psicoterapia. Claro que una cosa no excluye la otra. Que no quiero enfrentamientos ni con Pikolin ni con el Colegio de Psicólogos. Paz y amor. Especialmente a la hora de la siesta.

martes, 28 de junio de 2011

anoche en la 2

Ese era el título -"anoche en la 2"- con el que me fui a la cama anteayer, domingo, bien pasada la una de la madrugada. Fueron tres horas de flamenco del bueno en La Unión, y, en algunos momentos, del muy bueno, del caro de verdad. Pero ayer preferí dejarlo reposar un poco. Vamos allá con ello: 1) Tomatito estuvo serio y verdadero. Hace tiempo que no lo veía: está distinto. Era un gitano alegre y guapo del barrio La Chanca (Almería) cuando acompañaba a Camarón con un toque luminoso. Recuerdo, entre otras muchas, una noche de mayo, en un bis, en que hizo unos dibujos con la guitarra que, de pura dulzura, nadie entendía por dónde iba a salir el de la Isla. Y salió al fin, arrebatándonos a todos, con un heterodoxo y descomunal: "...Y devuélveme el rosario de mi mare-eee... y quéate con too lo demás..." Bueno, pues ha pasado el tiempo y a Tomatito se le ha puesto la cara severa de las soledades, del haber aprendido a vivir sin la sombra de un dios que todo lo alumbraba y todo lo encendía. Pero lo que ha ganado en seriedad, en hondura, no lo ha perdido en luz, en sueño, en estrellas errantes que lloran lágrimas de júbilo hasta la amanecida. 2) Luego apareció muy limpiamente Carmen Linares que, con una taranta y media cartagenera, muy suyas, llevó el cante y el cántaro de la rica miel tan lejos, tan hondo... Ahí abajo, abajo, cómo rompe esta mujer la voz y la quejumbre, y cómo la recompone para venirse arriba con grandeza. Y qué decir de esos tangos de gracia y compás que Carmen nos regaló por las buenas: "La noche del aguacero / dime dónde te metiste / que no te mojaste el pelo." 3) Y estando en éstas, el escenario se queda vacío, en silencio, y de la sombra sale Miguel Poveda. No hay duda, este es el cantaor de siglo XXI. Lo tiene todo. Y además es inteligente, atrevido, generoso. Miguel Poveda cantó en La Unión a puñaladas, a raudales de cante, con un brillo en la voz de metales preciosos y, a la vez, un antiguo dolor de antepasados, de aquella pura pena que no sabe por qué. Y por si algo faltara, se acordó con grandeza del más grande de todos. Por lo que a mí respecta, Miguel Poveda for ever.

lunes, 27 de junio de 2011

ser otro

"No nací otro por casualidad", así empieza la Automoribundia de Ramón Gómez de la Serna. Y bien mirado es una verdad absoluta de aplicación universal. Al más mínimo vaivén, cada uno seríamos otro, otros. O no hubiéramos sido. Y a otra cosa: la impostura, el hacerse pasar por alguien, es un ejercicio fascinante que requiere una gran capacidad de simulación y unos nervios de acero inoxidable. El espía, por ejemplo -y no digamos ya el doble agente- debería estar mucho mejor valorado. ¿Cómo es posible que un genio como Juan Pujol -Garbo, el gran Garbo- no tenga una plaza con su nombre en cada ciudad española, incluso europea? Para desempeñar con éxito el trabajo de espía hay que ser a la vez un gran actor y un guionista consumado. En cuanto a la suplantación, puedo asegurar que es harto difícil de llevar a cabo. En mi currículum figura algún éxito (menor) del que no voy a dar detalles. Cuestión de ética profesional. Pero es verdad que me parece muy deseable el tener a mano una buena cartera de identidades bien acreditadas. ¿Qué menos que media docena de personajes entre los que poder elegir en cada caso? Todo el mundo -igual que se tiene más de una cuenta bancaria, más de una fantasía, más de un asunto del que no hablar- debería disponer de varios nombres, varias salidas en caso de emergencia, varios refugios de toda confianza, varios cómplices o amantes dispuestos/as a dar un año de su vida sin hacer preguntas. Es la ley del silencio: hoy por ti, mañana por mí.  Ser uno, y solo uno, es muy poco, muy pobre, muy esclavo de un único destino. El propio Borges reconocía: "yo, que tantos hombres he sido...", aunque lamentaba: "no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach." Yo tampoco. Quizá por eso mato el gusanillo de ser otro, otros, por teléfono. Cuando las teleoperadoras me llaman para hacerme una oferta irrechazable o venderme el paraíso, yo, según lo vea o me sienta, soy creativo de publicidad o profesor de Sociología en la Autónoma; empresario de la noche o entrenador de basket de un colegio femenino (privado, no concertado) en Aravaca; vigilante nocturno en un polígono de Parla o fisioterapeuta (sin licencia) en la zona de Ventas; aunque en los últimos tiempos he desarrollado el papel del "negro" que le escribía los discursos a Zapatero; pero, claro, con la crisis y todo lo demás, ni me llega un encargo ni veo un puto duro de Moncloa. Y lo  peor de todo es que últimamente, cuando llamo para reportar o pedir instrucciones a mi verdadero jefe (alto cargo con despacho en Génova), pues una de dos: o tiene el teléfono apagado... o está fuera de cobertura. ¿Habré caído en desgracia? ¿Pero quién de ellos, de los que soy... o he sido? En las noches de insomnio me pregunto: ¿y si alguien está suplantando al suplantador?

viernes, 24 de junio de 2011

noche de gloria

La vida va más deprisa que los planes. Anteayer, miércoles, prometí hablar aquí de un brillante malentendido que hubo entre Neruda y yo, allá por la primavera de 1972, quizá del 73. No contaba con que al día siguiente, jueves 23, iba a ser Corpus Christi y al mismo tiempo noche de San Juan, nada menos. De modo que si fusionamos los aromas y las procesiones de las mañanas del Corpus, las verbenas de aquellas noches festivas y la paganidad del solsticio de verano... ¿cómo ponerse uno a escribir sin tener la sensación de estar incurriendo en dos o tres graves pecados a la vez? Sería tanto como desafiar a Dios, al Diablo y al Panteísmo Universal. Así las cosas, ayer decidí no dar un palo al agua en este diario, no fuera a ser que el esfuerzo se me malinterpretara. Pero hoy tampoco está el verde para mucho ruido, porque ayer celebramos hasta altas horas la noche de san Juan en el jardín de una amiga estupenda. Siete veces saltamos la hoguera. Y siete veces pronunciamos las palabras rituales, al parecer de una eficacia empíricamente probada. Eso sí, celebramos el solsticio de verano por el rito celta, que goza de un gran prestigio en el sector mágico. Y mientras en el jardín sonaba una música cubana de mucha sabrosura, cada uno de nosotros escribía en un papel las cosas malas, malísimas, que deseaba hacer desaparecer para siempre convirtiéndolas en ceniza. En otro papelito, cada cual fue escribiendo lo que pedía a las ancestrales divinidades celtas. Yo, por no abusar, solo escribí tres cosas en un papel y otras tres en el otro; eso sí, muy amplias y genéricas. Mi mujer, siempre más pragmática y codiciosa, hizo un listado... como cuando vamos a Mercadona. Luego envolvimos cada papel en una hoja de yedra. Los malos rollos escritos ardieron en la hoguera. Las peticiones y buenos deseos, tras descansar  bajo la almohada de cada uno, han de ser sembrados hoy en tierra fértil, por ejemplo bajo este tronco del Brasil que tengo a mi derecha. Pero la noche estaba tan de gloria bendita en el jardín fragante, y el albariño frío de la cena entraba una y otra vez como una brisa atlántica; y luego, las sucesivas jarras de mojito con yerbabuena eran una invitación al baile, a la risa, al juego, a los gozosos placeres de este mundo. Eso si: a la mañana siguiente, la resaca no hay quien te la quite. Pero la sonrisa tampoco.

miércoles, 22 de junio de 2011

poseía poesía

Acertar por equivocación no solo es posible: es una maravilla, que diría Sampedro. Y no tan infrecuente como pueda parecer. Aparte del tópico de que Colón descubrió América (Las Indias) por error, tengo entendido que en el terreno de la investigación científica eso sucede a menudo. Un personaje femenino de Buñuel (etapa mexicana) dice, más o menos: "pues ya ve usted, yo iba para cinemática pero me quedé en cabaretófila." Nadie sabe adónde nos puede acabar llevando la marea. En otras palabras: que sale uno a cortar leña y acaba vendimiando. Y es verdad que, por fortuna, nunca sabemos en qué lugar del recorrido se va a producir el error... o el milagro. Sí, hay aciertos tan geniales que solo pueden ser fruto de la equivocación. Eso lo conocen bien los profesores/as con amplia experiencia en la corrección de exámenes y trabajos. Mi mujer sabe no poco de esto, y de otras cosas. Y a veces no puede dejar de sonreír (cuando no soltar una hermosa carcajada) ante hallazgos realmente insuperables. Tengo en la memoria algunos muy recientes. Un alumno suyo ha tenido hace unos días la genialidad involuntaria de transformar un título clave de la poesía del siglo XX en..., bueno, vamos a dejarlo ahí. Veamos. Queriendo citar el cernudiano libro Desolación de la quimera, nuestro creativo y romántico alumno lo transforma en nada menos que: Deseo la acción de la quimera. Tal cual. Estoy convencido de que Luis Cernuda, tan puntilloso él, hubiera adoptado sin dudarlo ese título para las sucesivas reediciones del célebre poemario. También recuerdo, cómo no, a otro alumno de mi mujer, muy desmitificador éste, que rebajó a extremos insospechados uno de los mejores títulos (y de las mejores novelas cortas que yo haya leído). Pues bien, sepa el lector que El coronel no tiene quien le escriba fue ascendido finalmente, sí, pero quedó condenado a un penoso: Al general ya no le escribe nadie. Y es verdad que, tras comprobar día tras día que ya nadie le escribe, el general, derrotado por la desesperanza, está a punto de escribir un libro terrible, y acaso premonitorio, que llevará por título: Deseo la acción de la quimera. Mañana, si no sucede nada del otro mundo que me obligue a cambiar de planes, revelaré aquí, en primicia, el incidente que tuvo al final de su vida Neruda (Neruda, no Cernuda) conmigo. No sé cómo lo hago pero, desde muy joven, siempre he tenido una rara habilidad para meterme en líos.

martes, 21 de junio de 2011

amigos

De niños ya éramos amigos. Íbamos al mismo colegio de monjas, nos gustaban los mismos juegos, los mismos cromos, los mismos sitios. Aprendimos a nadar casi a la vez. Pronto aparecieron las bicicletas, y con ellas la amistad veraneaba ahora sobre ruedas. Nos llegó la adolescencia y nuestra relación se estrechó más aún: teníamos nuestros santos lugares, nuestros discos singles y la mejor pandilla de chicas de toda la comarca. Durante años, la palabra más utilizada entre nosotros fue "guateque". Cada nueva temporada solía producirse alguna incorporación, más o menos efímera, a la pandilla, aunque el núcleo duro permanecía invariable en cualquier caso. Con la llegada de la primera juventud nos divertimos mucho: fumábamos, bebíamos, bailábamos, nos escribíamos durante el curso, nos reencontrábamos en vacaciones. Nos fuimos haciendo mayores sin dejar de ser amigos. Novias, bodas, los primeros hijos... La pandilla se fue deshaciendo inevitablemente. La amistad, no. Desde hace no sé los años, cerca de treinta, supongo, los muchachos de entonces nos reunimos con naturalidad, siempre un sábado de la segunda quincena de junio, para vernos las caras, preguntarnos, contarnos nuestras cosas, bromear, reír, cenar, beber (cada vez menos), pero con ese buen estilo que siempre tuvimos y que nos impide ponernos almibarados, lamigosos... Somos lo suficientemente gamberros para que eso no tenga cabida entre nosotros. Ese grupo, si se observa en vista panorámica, digámoslo así, puede parecer bastante homogéneo, con unos rasgos comunes (edad, educación, procedencia, clase social, etc) muy nítidos. Sin embargo, si pasamos al plano corto, observados de cerca ofrecemos al investigador una sorprendente biodiversidad. Y en materia de opinión, de ideas, somos incluso antagónicos en algunos casos. Y ahí he de admitir que estoy en minoría. Pero no importa, porque son mis amigos. Es verdad que son unos cabrones con pintas que en cuanto tengan ocasión (y con este post ya la tienen) se me van a tirar a la yugular y van a hacerme toda suerte de chanzas, burlas y gamberradas de muy diversa índole. Y es verdad también que no se merecen mi amistad, esos devergonzados. Pero, bueno, les perdono, pobrecitos míos.

lunes, 20 de junio de 2011

pura alegría

"No le veo triste", le dice la entrevistadora, sorprendida por la alegría con la que el entrevistado de 94 años afronta el "apocalipsis" que viene. A lo que este responde: "Por qué voy a estar triste, si estamos rodeados de milagros" Y añade: "Piense en un huevo. Un gran invento, sin técnicos, sin científicos, sin nada. ¡Un hevo es una maravilla!"  Lo tengo que admitir, José Luis Sampedro es mi hombre, mi modelo: yo quiero llegar a su edad, claro, pero sobre todo quisiera llegar de esa manera tan lúcida, alegre y combativa. Dicha entrevista -publicada en El País Semanal el domingo 12 de junio- no tiene desperdicio: es toda una lección de vida y pensamiento libre. En 44 respuestas a 44 preguntas, Sampedro lo dice todo. Este viejo catedrático, que conoce por dentro y por fuera los secretos de la economía, lo tiene muy claro: "¿Quiénes provocaron la crisis?: los banqueros. ¿Quiénes salieron antes?: los banqueros. ¿Quiénes siguen ganando mientras el resto está parado?: los banqueros. ¿Quién les manda?: el capital." Y poco después afirma que, mientras siga el actual estado de cosas, mientras siga mandando quien manda (el dinero) "esto no tiene arreglo." Pero 94 años bien aprovechados dan para mucho. Por ejemplo, para explicar con claridad y limpieza mental que "la verdad es lo que podemos comprobar", mientras "las creencias pertenecen a la zona imaginaria." Preguntado si el amor es el consuelo del agnóstico, nuestro amigo responde: "El goce de la vida no es cuestión de cantidad, sino de sensibilidad, intensidad, compenetración." En algún momento habla de la proximidad de la muerte, y lo hace tal como yo quisiera hacerlo dentro de 50 años. Dice: "Mi única ambición ahora es morir como un río en el mar. Ya noto la sal."  ¿Qué puede uno añadir a eso? Pues que, aparte de un santo varón, JLS es un poeta. Y sobre todo es una alegría: una pura alegría. Sin embargo existen quienes (damnificados incluso) no se quieren enterar. Los hay que por inercia o por la sinrazón que sea, prefieren reproducir consignas en lugar de pararse un minuto a pensar. Pero con eso ya contamos. Bobadas, tontunas, gilipolleces, mamarrachadas... Dicho esto, no puedo evitar acordarme de una amiga bien querida que, al leerlo, se reirá de mí. O conmigo. Pero, hablando de lo que hablamos, voy a recurrir a una frase, un graffiti muy 15M, que me ha encantado: "Me sobra mucho mes a final de sueldo."

viernes, 17 de junio de 2011

verano

De repente, el verano. No avisa. Irrumpe en nuestras vidas con esa cosa descarada de los jóvenes que se presentan sin avisar ni pedir permiso. Y con la irrupción del verano, todo cambia. No sólo la ropa y el calzado, también los horarios, el ritmo, la actitud, las persianas bajadas, el café... con hielo. Hay que tomar medidas y prepararse, en todos los sentidos, para que la travesía del desierto resulte lo más llevadera posible. Ya sabemos que las autoridades recomiendan no exponerse al sol en las horas centrales del día. Pero cuidado también con los efectos perniciosos que las altas temperaturas producen en las mentes. A propósito. Hace algunas semanas reaparecieron varios poemas que no sé bien si los había dado por extraviados... o si se habían ido desvaneciendo sin yo darme cuenta hacia el olvido. Lo cierto es que dichos poemas llevaban más de diez años disfrutando de ese fabuloso estatus llamado "paradero desconocido." Pues bien, unos de ellos empieza así: "Cuando se alcanzan los 40º a la sombra / y el sol aplasta y reblandece los tejidos de la gran ciudad, /se pierde el apetito, / se duerme poco y mal, / los cuerpos se impacientan / y no es cosa fácil mantener la calma. / Aquí, en la soledad de un piso sexto, letra D, / todo es penumbra y lentitud de horas redondas, / cerveza helada y un cautelar silencio / apenas horadado por el ventilador / que gira y zumba como la mente de un psicópata. (...) A medida que la tarde avanza / va en aumento el riesgo de las perpetraciones: / es el tiempo de los peores crímenes y de los adulterios / mascados a conciencia. / Hay que ser pues precavidos / y alejar los alacranes de la mente..." En fin, así estaban las cosas por entonces. Una década después, con el cambio climático y todo lo demás, me temo que el verano va a seguir propiciando incendios, pasiones avasalladoras, deseos inconfesables, noches en blanco, lipotimias. Por tanto, se requiere elevar la producción de hielo: grandes cantidades de hielo para enfriar el calentamiento global y el calentón que experimentan los cuerpos, las mentes, las ideas, los sueños... Es un hecho que no somos de piedra: ardemos con facilidad. Y en verano más que nunca.

jueves, 16 de junio de 2011

bandera negra

¿Por qué nos gustan tanto las películas de piratas? El domingo pasado, mi mujer, mi hijo el pequeño y yo hicimos lo mejor que puede hacerse con la tarde de cualquier domingo: ir al cine y ver una de piratas. En este caso, Piratas del Caribe: en Mareas Misteriosas. Ni que decir tiene que pasamos dos horas largas (que se hacen cortas) disfrutando a lo grande como auténticos filibusteros. Cada poco, Ignacio y yo nos agitábamos en la butaca, nos avisábamos con el codo, intercambiábamos raudas miradas de complicidad. Risas, sobresaltos, trampas, emociones, sorpresas, misterios. O sea, el cine en estado puro. Y si además aparecen bellas sirenas... ¡Oh, Poseidón, dios de los mares que son cielos abiertos donde los ángeles resultan mitad mujeres / mitad fantasía de ojos verdes que vuelan bajo el agua...! Sirenas aparte, voy a tratar de responder a la pregunta inicial. Yo creo que las películas de piratas nos gustan tanto porque nos llevan muy lejos. Porque son la coartada perfecta para embarcarnos sin papeles, sin permiso, sin castigo, hacia ese horizonte tan irrenunciable y tentador como es la desobediencia, la huida, el ponerse fuera de la ley... y del alcance de la ley. La mar azul abierta a toda pantalla es una patria (o una matria) en la que uno se siente el príncipe de las mareas, Sandokán, el corsario negro, el pirata de Mompracem... Aquellas lecturas salvajes. Y además nos permite viajar y conocer mundo. Confío en que la ciencia haga milagros y consiga, más temprano que tarde, que el paraíso acabe existiendo finalmente. Cada cual eligirá el suyo, claro está. Yo, por si acaso, ya estoy preparando mi Hispaniola, mi Isla del tesoro, mi amistad con Long John Silver, y cómo no, mi particular puerto franco a salvo de imperios, reyes e inquisiciones en algún lugar o estado de ánimo llamado Isla Tortuga. Allí, barra libre, amor libre, libertad de expresión, de reunión, de manifestación, de ensoñación. Allí el amor sin restricciones, el ron sin aditivos, los cines siempre abiertos, la velocidad de los veleros sin radares, los horarios al gusto, los artistas sin problemas económicos, los poetas...  los poetas siempre los más queridos. En dos palabras: ¡Bandera negra!

miércoles, 15 de junio de 2011

somos 100

Aquí ya somos 100. Este blog, tan modesto que no tiene  ninguna publicidad, ni figura en las redes sociales, ni hay enlace ninguno que remita a él, pues resulta que ya casi parece el camarote de los hermanos Marx. Desde que amanece empiezan a llegar huéspedes a este hotel de puertas abiertas a todas horas. La mayoría son ya clientes asiduos, de confianza, aunque también los hay ocasionales o esporádicos, incluso viajeros de una sola noche o curiosos que entran por una puerta y salen por otra. Algunos asoman, echan un vistazo y, si lo que ven es de su agrado, se quedan un rato tomando algo y curioseando por aquí y por allá. Otros prefieren espaciar más las visitas y entrar una o dos veces por semana. En cualquier caso, todos son bien recibidos en este pequeño hotel tan cosmopolita (¿por qué no 'Hotel Florida'?) donde llegan a diario visitantes de muy diversas procedencias: desde EE.UU, que ocupa el primer puesto en el ranking internacional, hasta el sudeste asiático, con Singapur a la cabeza, pasando por Europa, México y los demás países donde se habla español (con la misteriosa excepción de Cuba). Aunque lo cierto es que en el libro de registros solo están inscritos 13 clientes. Estos respetables ciudadanos se encuentran "limpios" de toda sospecha, y si hay redada policial... tienen las cuentas en orden y los papeles en regla. Sin embargo, la gran mayoría de los visitantes prefiere la discreción y el anonimato: entran, sí, pero no se registran como tales, ni dejan su dirección, ni menos aún sugerencia o comentario alguno acerca de la calidad del servicio, posibles mejoras, etc. No. Los clientes de este hotelito son muy celosos de su intimidad: les gusta entrar sin ser vistos; mirar sin ser mirados; salir sin dejar huella. Únicamente en el torno de entrada queda un número, a efectos meramente estadísticos. Yo entiendo que en estos tiempos convulsos conviene ser prudentes, leer a Marco Aurelio y acogerse al estatuto virtual de Anonymous. Pero hay ocasiones excepcionales en que no está de más presentarse, saludar, hacer un brindis. Y para ello no es preciso dar nombres, fotos, direcciones, teléfonos... Basta con unas pocas palabras, y, si es posible, algunos besos. Aunque sean besos anónimos. Besos en la oscuridad.

martes, 14 de junio de 2011

el peliculón (2ª parte)

Tras dos horas y pico de metraje, ayer dejamos la acción congelada en el vestíbulo del Hotel Florida, en la Gran Vía madrileña, entre septiembre y octubre de 1936. Los fotógrafos y corresponsales acababan de descubrir eso que hoy denominaríamos como una celebrity muy mediática. Cambio de plano. Ocho, diez jóvenes brigadistas internacionales, con sus cazadoras de cuero desiguales, polvorientas, desabrochadas, son recibidos como héroes en el Florida. Al frente va un hombre de treinta y pocos años, luce media sonrisa ladeada, dos estrellas de ocho puntas y un cigarrillo en los labios. Entre el público arracimado, se oye a un figurante: "¡Es Malraux, André Malraux y los suyos!" A lo que responde otro, levantando la voz y el sombrero color barquillo: "¡Viva la República!" "¡Vivan los internacionales!" Sube la música. El entusiasmo se desborda y proliferan los puños en alto, los abrazos de bienvenida. Tanto es así que el propio coronel Malraux, que tiene aquí su cuartel general, se ve obligado a detenerse y pedir serenidad: "¡Calme, calme, mes amis, la guerre contre le fascisme n´est pas encore gagné!" Pero lo mejor viene cuando, rodeado de sus alegres poetas aviadores, Malraux despliega los planos a la vista de todos y -pese a haberse establecido el secreto militar- 'El Coronel' describe en varios idiomas a la vez el combate de hoy en los azules cielos de Extremadura. Y no queda ahí la cosa. A continuación pasamos a ver a toda pantalla la estrategia a seguir mañana, con las primeras luces del alba: dónde, cuándo y de qué manera atacaremos al enemigo, con elegancia aérea, bien sûr, pero sin misericordia hasta que muerda el polvo. Ni que decir tiene que antes de que concluya el briefing, varios corresponsales y más de un confidente salen disparados hacia el vecino edificio de la Teleléfonica para comunicar la primicia al periódico, a la radio, quizá a alguien... a quien no debería llegar esta información. Más adelante veremos a Malraux escribiendo L'Espoir. Las palabras de la novela se superponen a las imágenes de la realidad cinematográfica, y por momentos la voz en off del propio novelista va subrayando las escenas de los combates en la Sierra de Teruel, los aterrizajes forzosos, los camaradas caídos... Bien avanzada esta segunda parte de la película, empieza a vislumbrarse que esa guerra está fatalmente perdida, aunque no la esperanza en el hombre, en la condición humana. La épica acaba dando paso a la lírica. El guionista de la película  (quizá alguien llamado Semprún) ha tenido la habilidad de conseguir que El Coronel se retire para que ocupe su lugar el poeta; y que el alto funcionario quede eclipsado por la audacia del aventurero; y que el viejo ministro no pueda competir en nuestro recuerdo con el joven que amaba la belleza, el arte, el riesgo, las revoluciones. The End.

lunes, 13 de junio de 2011

el peliculón

La única biografía que podría competir con la película por hacer de que hablaba aquí el viernes pasado sería la de la vida y milagros del novelista francés, arqueólogo, teórico del arte, activista político, aviador, combatiente antifascista, ideólogo, aventurero, ministro de cultura... André Malraux. Claro que esa película necesitaría de un presupuesto muy superior. Sus actividades revolucionarias en China, sus vaivenes en la Indochina colonial de los años 20; sus líos con la justicia por amar quizá en exceso el arte antiguo khmer de aquellos templos perdidos en la selva camboyana; su temeraria expedición abordo de una avioneta casi de juguete, sobrevolando el desierto en medio de una tormenta, en busca de la tumba de la Reina de Saba; su recaudación de fondos en Estados Unidos en apoyo a la República; la 'Escuadrilla España' (o 'Escuadrilla Malraux') y sus combates aéreos en la Guerra Civil... Todo ello encarecería no poco esta superproducción. Pero aparte de toda esa peripecia por tierra, mar y aire, habría una escena de un romanticismo conmovedor. Lo cuenta Jean Lacouture en su maravillosa biografía. La acción discurre en el Madrid en guerra de finales del verano, quizá comienzos del otoño de 1936. Lugar: el cosmopolita y casi legendario Hotel Florida, en la Gran Vía. Pietro Nenni lo describe como "una especie de Torre de Babel". En él se dan cita diplomáticos, escritores, políticos, corresponsales extranjeros, espías, confidentes, periodistas, hombres de negocios, curiosos... Anochece sobre Madrid. El vestíbulo, el bar, el restaurante, todo el Florida está muy concurrido y animado. En la barra, Robert Capa y Hemingway charlan junto a una botella de whisky. Hay movimiento en torno a la puerta del hotel.  Alguien da la alerta y un nutrido grupo de fotógrafos se arremolina a la entrada y empieza a disparar sus flashes. ¿Quién viene hoy? ¿Azaña? ¿Una estrella de cine? ¿Quizá algún mandatario extranjero? La imagen queda congelada en el instante en que, entre una nube de sombreros y cámaras fotográficas, estábamos a punto de descubrir el motivo de tanta expectación.      (Fin de la 1ª parte)

viernes, 10 de junio de 2011

la película

¿Quién hará la película?, me preguntaba yo hoy, de buena mañana, mientras caminaba por el parque. ¿Quién será el guionista? ¿Quién tendrá el valor y algo más de ponerse detrás de la cámara? ¿Qué actor daría el papel? No es fácil. Un hombre con tantas caras, tantas lenguas, tantos nombres, tantas vidas... es complicado llevarlo al cine. Su biografía es tan sumamente cinematográfica, diría incluso que tan exageradamente cinematográfica, que resultaría excesiva, poco verosímil. ¿Quién podría creerse que realmente existió un hombre capaz de vivir todo eso? Nadie se creería a un personaje que en la vida real hubiera sido maquisard de la Resistencia a los 18 años, torturado por los nazis, internado en un campo de concentración donde salva la vida in extremis porque toma la identidad de un agonizante; alguien que con 22 años acude junto a otros a liberar con las armas en la mano ese mismo campo de concentración. No contento con ello, se convierte en activista político clandestino que se se juega la vida, otra vez, entrando y saliendo de la España de los tiempos duros con un montón de identidades falsas, de pseudónimos, de supuestas actividades inexistentes. Como premio a su impagable y heroica labor, es expulsado del Partido. Tenemos pues el reto de llevar a la pantalla la trepidante vida casi inverosímil de un hombre de acción. El problema se complica más aún cuando resulta que ese hombre de acción también lo es de reflexión: alguien que escribe. Y no cualquier cosa: varios de sus numerosos y necesarios libros van a quedar en la historia de la literatura del siglo XX. Pero eso no es todo. Para complicar más todavía el trabajo del guionista, nuestro personaje ha escrito no menos de una docena de guiones, dando lugar algunos de ellos a obras maestras del cine. Que luego fuera ministro, polemista incansable, europeísta vocacional y no sé cuántas cosas más... todo eso ya casi da lo mismo, y además no cabe en el guión, tan saturado, ni en el metraje de esa película que está por hacerse. Para que la cosa funcione, habría que convertir al hombre de verdad en personaje de ficción. Estamos pues ante lo que suele llamarse "una historia más grande que la vida."

jueves, 9 de junio de 2011

implantamos recuerdos

En mi correo electrónico (y antes en el de mi mujer, ella siempre se anticipa) ha aparecido una publicidad sorprendente: "Implantamos recuerdos en tu memoria" dice el titular. Y añade: "Buscamos voluntarios para test pionero en implantación de recuerdos." Como soy bastante crédulo, sobre todo para aquello que me gusta o me apetece creer, no descarto de entrada que la cosa pueda ir en serio. Inevitablemente, pienso de inmediato en Blade Runner, pero, tranquilos, no voy a repetir aquí el célebre monólogo "más allá de Orión." El lenguaje de esa publicidad es aséptico, sobrio, no "promocionero", sin grandes descuentos, ni ofertas 2x1, ni triples signos de admiración. Y esa seriedad formal ayuda a no descartar nada por princpio, o sea, a concederle el beneficio de la duda. Antes de entrar en su dirección web, fantaseo un poco. Y aquí tengo que admitir que el tema en cuestión me..., cómo decirlo, me pone muchísimo (y pido disculpas por la detestable vulgaridad del "me pone", tan de corrupciones y contratas, tan 'caso Brugal'). Ya he hablado de ello en algún post lejano: vivir otras vidas gracias a la literatura, sumergirnos hasta las lágrimas en historias de amor eterno durante dos horas de película, recordar como si realmente nos hubieran sucedido cosas que no fueron, tener recuerdos propios de lo vivido o soñado por otros... Es decir: implantes de memoria. Esa droga sí que sería el 'diseño inteligente'. ¿A qué están esperando Pfizer, Bayer, Novartis y otros laboratorios? ¡Implantes de recuerdos, ya! Y además a la carta. Yo me tengo reservados algunos que con solo imaginármelos... ¿Y tú, lector, lectora? ¿Tienes ya listo el pódium de tus recuerdos implantables favoritos? ¿Un fin de semana (o todo un mes de abril) con George Clooney en su antigua mansión a orillas del lago Como? ¿Ser declarado/a oficialmente, durante 72 horas, "en paradero desconocido"? ¿Una tarde, seguida de su noche, paseando por París con Marion Cotillard, entrando en los cafés bohemios de los años 20, haciéndole llorar de amor, placer y poesía en alguna buhardilla de Montmartre hasta el amanecer? Lo confieso abiertamente: fue hermoso mientras duró. Luego, al entrar en www.revivelo.com, descubrí (no sigas leyendo, vívelo tú mismo) que se trata de un mkt vrl genial, audaz, brillante. Y sobre todo, inolvidable.

miércoles, 8 de junio de 2011

piensa, es gratis

He releído algunos aforismos del libro Piensa, es gratis, de Joaquín Lorente. A quienes no conozcan al autor les diré que se trata de uno de los publicistas más reconocidos y respetados en España desde los años 80. Entre otros méritos, Lorente fue fundador y alma de una agencia de publicidad que ha marcado toda una época: MMLB. También ha escrito interesantes y provechosos libros: Casi todo lo que sé de publicidad quizá sea el más conocido. Sin embargo, como es lógico, no todos sus aforismos (él los denomina "principios") son irrebatibles o deslumbrantes, aunque, claro está, los hay originales, inteligentes, algunos realmente ingeniosos. Aparte del primero de todos, el que da título al libro, me han gustado, entre otros, "La comunicación es el arte de hacerse entender"; "El pragmatismo es el tren de aterrizaje de los sueños"; "Cuanto más limitado es un jefe, más limita a su equipo la posibilidad de pensar"; "¿Creas o copias?"; "De los errores no sólo hay que aprender: hay que ganar." Sin embargo, la disyuntiva "¿Comes o te comen?" me resulta de un canibalismo repugnante. "Sólo lo concreto motiva" lo encuentro excluyente, dogmático. "Cuando no pasa nada, no pasa nada" es una pura tautología sin más. Bueno, y qué decir de éste: "Si no tienes credibilidad, no tienes zapatos. Y el camino está plagado de piedras." Directamente insoportable, tanto en el tono como en las piedras. Seguimos con las obviedades: "Cuanto más te alejas de la gente menos la conoces." La verdad, para decir eso no hace falta ser Joaquín Lorente. Y ahora, una de higiene personal: "Al trabajo hay que llegar limpio, digerido y leído." Hombre, independientemente del contenido profundo, la formulación es... fea, bastante fea. En definitiva, que los hay de todos los colores y para todos los gustos y disgustos. Voy a finalizar con tres aforismos que, en mi modesta opinión, están muy bien por distintos motivos: "¿Mandas o convences?"; "Los microchips son compatibles con las gambas"; "Los virreyes incomunicados acaban con los imperios." El de Arquímedes y las palancas... lo dejaremos para otra vez.  Gracias, Joaquín Lorente.

martes, 7 de junio de 2011

Uno de esos días

Cada incierto tiempo se nos cuela un día un tanto así. Uno de esos días que se levanta uno cansado, con mal cuerpo, y es posible que con dos o tres décimas de algo que ni siquiera es fiebre. Unas décimas, eso es todo. El cuerpo humano es un laboratorio, una planta transformadora que necesita hacer complejas operaciones, cálculos y ajustes para restablecer un cierto equilibrio. Por eso hay días como hoy en que el organismo suelta lastre en forma de malestar; incluso temporadas con molestias abdominales de origen desconocido y localización difusa. En ese laboratorio bioquímico que llevamos dentro se generan excedentes de tal o cual sustancia, y también carencias o escasez de otras. Es entonces cuando, para solventar los desarreglos sobrevenidos, esos mecanismos de ajuste y compensación entran en fases de pleno rendimiento. O todo lo contrario: se liberalizan al máximo y adoptan la actitud pasiva y elegante del "laissez faire, laissez passer". Para esos estados carenciales, proclives a una tolerable melancolía, son preferibles los días grises a los soleados, la lluvia al calor, el silencio al ruido. Un poco de somnolencia le viene bien al cuadro clínico: cierta pesantez de párpados puede ser en un momento dado una pequeña delicia... segundos antes de quedarnos levemente traspuestos. La lectura en dosis reducidas, con pequeños intervalos, también es favorable a ese digamos bienestar del malestar. Hablo pues del mundo de las pequeñas cosas, no de los volcanes, ni de las tempestades del alma, sino de lo que sucede (o deja de suceder) en esa mínima interrupción que nos paraliza durante un estornudo. No sé si viene a cuento o no, pero, decían los griegos que "la frivolidad es necesaria para no estallar de intensidad." Y dicho esto, me retiro discretamente al refectorio.

lunes, 6 de junio de 2011

oscuridad y talento

Domingo 5, mediodía luminoso en Madrid. Entramos en el Museo ICO para ver la exposición de PHotoEspaña titulada El poder de la duda. Interesante. De todo lo visto, nos quedamos con media docena de fotomontajes de buen tamaño del artista chino Du Zhenjun, que bien podrían denominarse 'torres de Babel' o algo así. La parte más sensorial, y más higiénica, se la lleva sin duda la secuencia fotográfica en unos baños turcos de Estambul (mujer baña a mujer), firmada por Hamra Abbas. Por cierto, con un pequeño detalle  publicitario: en varias de esas fotos aparece, sobre la piedra gastada, un recipiente con agua y espuma, una toallita plegada y un paquete de cigarrillos Camel. A la izquierda de estas imágenes de una desnudez tan luminosa hay una doble cortina negra en la que un rótulo avisa, en inglés, de que del otro lado el visitante va a encontrar un cuarto oscuro. En sentido literal. Se trata de una salita con fotos, sí, pero sin nada de luz. Como juego, como broma, está bien. Como experiencia, mejor aún. La pregunta sería: ¿por qué ingresar en un cuarto oscuro nos inquieta y nos atrae, nos desasosiega y a la vez nos excita? Yo creo que ambos sentimientos -temor y deseo- están motivados por la misma cosa. Pero no voy a entrar aquí y ahora en esa estancia oscura del alma. Que cada cual, si lo desea, entre por su cuenta y riesgo, a ciegas, a palpas, temblando en la oscuridad. En fin. La tarde del domingo fue para Nadal ("¡Vamos, Rafa"!) y para unas compritas en Ikea. La noche para disfrutar en Italia -Amalfi, Nápoles, Roma, Venecia- con El talento de Mr. Ripley. El talento de Patricia Highsmith, de Anthony Minghella, de Jude Law, de Matt Damon... Por cierto, la versión que éste hace del clásico My funny Valentine, imitando a Chet Baker, es de chapeau.

viernes, 3 de junio de 2011

la biblioteca blanca

Durante un mes, La biblioteca blanca, de Jesús Capa, ha estado habitable en una sala de instalaciones en Valladolid. Con sus 16 metros de eslora, los rascacielos de libros, las avenidas, los edificios públicos, han convivido con las miradas de los viajeros que llegaban a ella. La iluminación urbana cambiaba de continuo. Bastaba desplazarse unos metros más allá, o alterar el punto de vista 50, 70, 90 cms. más abajo para que todo adquiriera otra perspectiva, otra lectura. Estando allí, sentí la tentación de poner nombres (títulos) a las calles, a  los edificios más notables. Desde luego, Archivos y Registros Kafka, Biblioteca Borges, Distrito John Dos Pasos, Perspectiva Suprematista, Librería Paul Auster, Cine Ortega, Avenida 15 de Mayo, Marcel Duchamp Museum, Glass Auditorium, Pasaje Gutiérrez, Teatro Juan Muñoz, Filmoteca Friz Lang... Pero en la madrugada del pasado domingo empezaron a llegar los trailers y los operarios (parecían de Fahrenheit 451) encargados de desmontar la ciudad, deconstruir novelas, borrar historias, meter en contenedores todo lo construido, lo urbanizado, lo encuadernado. Miles y miles de libros, millones de palabras, rascacielos, deseos, azoteas, susurros, gritos en la noche, ventanas abiertas... Pues bien, en la oscuridad de esos contenedores, de esas cajas numeradas y almacenadas, se está cometiendo un crimen. Por favor, que las autoridades permitan el paso a los detectives. Es posible que Carson McCullers tenga algo que decir o escribir acerca de todo esto. No sé, quizá fuera conveniente reabrir el caso, recomponer la instalación, restablecer el tráfico rodado en las calles, el alumbrado eléctrico, la numeración de los capítulos y de las páginas, la voz del narrador, la vida misma... que en este momento se encuentra sometida a la camisa de fuerza del silencio, a la crueldad de estar condenada a no-poder-salir-de caja. En fin, quienes puedan hacerlo -el alcaide, el ayudante del fiscal, el sindicato de artistas, el gobernador del estado de Massachusetts- ¡que hagan algo, por Dios! Saquen ya de esas cajas de concentración los edificios habitados, las estanterías, las bicicletas, los parques, las mesas de las terrazas, la sección de poesía, las copas de martini, los besos interrumpidos, las llamadas telefónicas que se han quedado sin cobertura... Hagan lo que sea para que esos miles de libros ("cartas, folios, periódicos, cuadernos") nevados con polvo de mármol lleguen donde deberían llegar: a Bremen, a Santa María deOnetti, a Manhattan Transfer, a Madrid, a Dry River City, a Berlin Alexanderplatz... ¡Háganlo, por favor! Pero háganlo ya.  http://www.elnortedecastilla.es/multimedia/fotos/ultimos/76668-jesus-capa-expone-biblioteca-blanca-valladolid-1.html                

jueves, 2 de junio de 2011

¡viva la publicidad, qué coño!

Enhorabuena a todos. A los que se les ocurrió la idea. A los que la pusieron en marcha. A los que seleccionaron las fotos. A los que las hicieron. A los que estaban allí. A lo que siguen estando. A los que les gustaría estar. A los alegres indignados. A los indignados no tan alegres. A los creativos argentinos de McCann que hicieron aquella campaña. A los que tienen el talento de reutilizar el talento. A los que no piden permiso para reciclar. A "los comprometidos", a "los transparentes", a "los de aquí", a "los de allá". A la chica muy embarazada de la primera foto. A quienes subieron el vídeo a YouTube. A quienes pinchan "ver de nuevo". A quienes lo reenvían. A los que llenan las plazas. Al que cogió la sartén (que sale en la foto) por el mango. A la veinteañera que me sonrió un instante, en Sol, cuando la sorprendí pintándose los labios. A los que añaden su firma, su DNI, su mail. A los que me escriben informándome de asambleas y propuestas. A los que fotocopian y amplían las viñetas de El Roto. A los que no se resignan. A los que apenas tienen dos o tres años más que mi hijo el mayor. A los creativos que de día trabajan para la agencia y de noche sueñan en secreto (sin cobrar) ideas, audiovisuales, eslóganes, reutilizaciones... A las criaturas maravillosas, a los ángeles que han recuperado para mí ese estatuto que en su día se denominó "compañero de viaje." A todos, gracias, y enhorabuena.

miércoles, 1 de junio de 2011

y ahora, publicidad

Como tengo tendencia a un cierto desorden, a mi derecha, sobre esta mesa de trabajo, hay una libreta donde voy anotando ideas apenas esbozadas, frases sueltas que quizá puedan dar lugar a un post en este diario, o ser el embrión de un poema, o no llegar a nada, que sería lo más normal. Pero me tranquiliza saber que está ahí. En ella tengo escritas desde hace tiempo las palabras que me llevaron a detenerme frente a aquella marquesina, sacar el bolígrafo y anotar: "Pastillas contra el dolor ajeno. Tú las tomas, otros se curan." Médicos sin Fronteras. Esos 6 chicles de menta por solo 1 euro me hicieron sentir en el paladar profesional el sabor inconfundible de la envidia. Esa campaña acaba de ganar el primer premio en el Festival  publicitario de San Sebastián. Y ahora pasemos a un spot (más bien un clip) siempre muy esperado: el de Estrella Damm. Lo tiene todo: Ferran Adrià, El Bulli, una bonita canción de Herman Düne, la realización a cargo de Isabel Coixet, la estética mediaterránea, la chica joven y guapa, el chico ídem, el mar, los pinos, las bromas encantadoras, los cuerpos al sol, las motos de verano, la belleza viva de Elena Anaya, el barquito, el atardecer con su luz de miel, la noche en la playa con música alrededor de la hoguera, etc. En otras palabras: todo está dispuesto para enamorar a todo el mundo. O casi. Sin embargo (¡mira que siempre tiene que haber alguien buscando el pelo en la leche!), a mí estos anuncios tan superguays, estos veranitos tan happy-happy, ese buen rollito colectivo entre pijo y bacardí con coca cola ligth... Todo eso me carga un montón. Y sobre todo, me suena más falso que la falsa moneda. El primer pase está bien, incluso muy bien; el segundo, vale, puede pasar; pero al tercero ya... no puedo con él: me resulta no solo empalagoso sino estomagante. Sin embargo, "mediterráneamente" creo que es un acierto pleno. Aunque también es verdad que hace un montón de años, cuando yo era todavía casi joven, me saqué de la manga un claim no muy alejado: "mediterraneando en Altea Hills." Lo cierto es que por entonces, aquella agencia, aquel tipo de cuyo nombre no quiero acordarme (pero tampoco olvidarme), me dejó a deber para siempre un montón de pasta. Y bien mirado, quizá de ahí me venga ese mal rollo que acaban pagando Estrella Damm y sus chicos felices. O quizá sea debido a los celos de marca; porque yo, además de ser del Madrid desde niño, soy de Mahou de toda la vida. De Mahou. No de Mou.