viernes, 30 de septiembre de 2011

que nos quiten lo bailado

Como hoy es viernes y hace buen día, voy a seguir dejándome llevar por la música. Y no es porque esté yo delante pero debo decir que tengo una memoria musical excelente: necesitaría todo el mes de octubre y tres cuartos de noviembre para nombrar aquí una décima parte de las canciones que me gustan, de las composiciones que van conmigo. Que cada vez son más, lógicamente. Casi podría reconstruir lo vivido, año tras año, a través de las canciones que recuerdo. Para que se me entienda: suena, pongamos por caso, American pie, de Don McLean, y sin dudarlo digo: "el año de COU." Cada año, cada curso, tenía sus canciones. Lo bueno es que siguen estando ahí. La vida nos va dando y quitando cosas, pero no nos quita lo bailado. Eso no. Como duermo mal, a veces juego de madrugada a poner títulos de canciones a personas con las que tengo amistad o relación. Y en ocasiones rizo el rizo e invierto el orden: primero elijo la canción y luego busco quién se parece a ella. No es fácil, que conste. Curiosamente, en ese juego, los seres más queridos acaban llevándose o coincidiendo con las canciones que más me gustan. O que, por lo que sea, me emocionan más. Por otra parte, hay personas (mujeres casi siempre, quizá porque me fijo más en ellas) que tienen música en los ojos. Es un don. Y se percibe de inmediato. Pero también es un peligro: te miran unos ojos con música y... ya no sólo es que quieras bailar con ella hasta el amanecer: es que si deja de mirarte, o mira hacia otro lado, te quedas sordo, mudo, en blanco, sin palabras, sin melodía, sin saber qué hacer ni cómo no-hacerlo. Por suerte, las personas con música en los ojos son las menos; de lo contrario esto seria una locura. Quizá esa música tenga alguna relación con los ojos que tienen el color de la madera de los instrumentos de cuerda. Bueno, cursilerías aparte, es un hecho que existen miradas que llevan dentro canciones, solos de clarinete o violonchelo, y que justificarían una propuesta de matrimonio a primera vista... o ser completamente infieles durante los dos o tres o diez segundos que dura esa mirada, ese baile. Confieso que -aunque no para los juegos azar y otras cosas- tengo una suerte loca con la música y los ojos que me miran. No es mérito mío: es que soy un tipo al que le ha mirado la fortuna. Ciao. Buen finde.

jueves, 29 de septiembre de 2011

el mayordomo cantante

Ayer me quedé con ganas de más. De más música, más cine, más madera. Me quedé con las ganas de bailar... más. ¿Quién no ha bailado alguna vez solo, o con una silla, una escoba, una sombra? Para ello hay que tener el día, claro está, pero es ese momento maravilloso y embustero que te llega por sorpresa con una canción (no con cualquier canción), minimiza lo que estás viendo en pantalla y te saca a bailar. Y no puedes negarte a ello ni oponer resistencia: él llega cuando sabe que tiene que llegar, como una fruta madura, como la moda de otoño y los estrenos teatrales. Porque al igual que sabemos que hay ofertas que nunca podrás rechazar, también hay momentos que si te dicen 'ven' lo dejas todo, y vas de mil amores donde él o ellos te digan. Tú estás, por ejemplo, trabajando un texto para la red de ventas de Pikolin, pongamos por caso, y de pronto suena en Kiss FM, o en el i pod, o simplemente en tu memoria, una de esas melodías ante las que sólo cabe la rendición sin condiciones. ¿Qué haces al final de la mañana con un temazo de ayer, de hoy y de siempre de Neil Diamond, Roberta Flack, Police, Norah Jones, Serrat, Zenet? Lo primero, dar a 'guardar', por si acaso, y después decidir si hacer sólo una pausa... o tomarte una hora sabática hasta llegar al territorio martini de las 13.30h. Yo, pecador, reconozco que soy presa fácil para esos momentos nestcafé, y también para otros cien o más momentos. Suena, por ejemplo San Francisco, en la versión insuperable del insuperable Dean Martin. Entonces me levanto y elijo la silla más hermosa del salón para sacarla a bailar. Y quien dice San Francisco dice Sweet Caroline, o Honey (Bobby Goldsboro), o la inmensa Let's spend the nigth togheter (Rolling Stones), TonigthParaules de amor, El sitio de mi recreo... O algo de Bola de Nieve, de Melody Gardot, de Tony Bennet, Vetusta Morla, Maldita Nerea... Y otras 999 canciones insustituibles que, a poco que me amenacen con quitarme el postre, yo acabaría dando los nombres y los títulos de todas ellas antes del amanecer. Como casi siempre, me he guardado una carta o una escena para el final. Hay un gran comerciante de malos cuadros, pésimos cuadros, llamado Jacques Vetriano. A veces consigue pintar 'carteles' de cine negro que no están mal del todo, es cierto, pero que en Londres se venden como si fueran obras de Hockney. Su trabajo más reconocido de la pastelería vintage me viene de perlas para ilustrar una fantasía que me acompaña desde hace no sé cuánto tiempo; me refiero al cuadro de Vetriano que lleva por titulo El mayordomo cantante. Es fácil localizarlo: basta poner ese nombre en Google para que la imagen aparezca repetida una y otra vez hasta que se haga de noche. Pues bien, esa escena u otra parecida me la sugieren, me la han sugerido siempre, algunas canciones de Cole Porter, películas, bandas sonoras, coches descapotables, finales de fiesta, amaneceres sin dormir...

miércoles, 28 de septiembre de 2011

bailes de salón

Por fin, he dado un paso adelante y me he inscrito en un curso de bailes de salón. Dos día por semana, a esa hora en que la tarde languidece y renacen las sombras... ¡Maaaaaaambó! Y cha-cha-chá. Y bolero. Y tango, mucho tango porteño. Claro que, por el momento, estoy en lista de espera; con la crisis, hay overbooking para casi todo. Debo decir que tengo en mi currículum muchas horas de baile en guateques y discotecas, allá por los años 70 y primeros 80, principalmente de 'lo agarrao' (¡romántico que siempre ha sido uno!) aunque, llegado el momento, tampoco le hacía ascos al pop ligero o a vivos ritmos calientes. Pero en ese aspecto (también en otros) siempre he notado como que me faltaba algo. Y lo llevo buscando desde hace ni sé cuánto tiempo. Lo que tengo claro es que bailar es un placer, y bailar bien, lo que se dice bailar bien, ya tiene que ser algo... de locura. Así las cosas, no es casual que me gusten las películas con baile. No me refiero tanto a los musicales como a esas películas que incorporan alguna escena con baile. Bertolucci lo hacía a menudo: inolvidable el tango que se marcan en El conformista la dulce Dominique Sanda y la sensual Stefania Sandrelli; o el twist luminoso de Jill Clayburgh en La Luna, entre otras. Ver bailar rock and roll a dos bellas bestias como Elvis y Ann Margret en Cita en Las Vegas es para morirse de envidia. O de lascivia. Y qué decir de Burt Lancaster bailando aquel vals irrepetible con una bellísima Claudia Cardinale en El Gatopardo; o el archifamoso twist de John Travolta y Uma Thurman en Pulp fiction; o el tango que bailan Al Pacino, ciego, y aquella belleza -Gabrielle Anwar, lo he tenido que buscar- en Esencia de mujer. Sólo con recordarlo, se me van los pies. Creo que voy a poner algo de música. Pero no puedo hacerlo sin evocar antes una escena que se me quedó en la memoria para siempre: Sissy Spaceck y Martin Sheen, jóvenes entonces, viajan en coche de madrugada (quizá huyen, no lo recuerdo bien). Suena una canción en la radio. Ella enciende un cigarrillo. Se miran. Lo comparten. No hay prisa. El coche se detiene. Salen de él, dejando las puertas abiertas, se alejan unos metros y bailan en la oscuridad esa canción. Luego reemprenden el viaje. La película se llamaba, se llama, Malas tierras, la dirigió Terrence Malick. Desde entonces he querido reproducir esa escena en la vida real, y en varias ocasiones he estado a punto de hacerlo. No lo he hecho. Pero lo haré.

martes, 27 de septiembre de 2011

hace un año

"Hoy, lunes 27 del 9, ha sido un buen día." Así empezaba este blog hace un año. La verdad, no pensaba yo entonces que fuese a durar tanto. ¡Y con lectores en lugares tan diversos! Lo que no sabe casi nadie es que, antes de ser blog, los primeros posts fueron un diario dubitativo y casi íntimo que encontró acomodo en un patio muy particular -el de una amiga- donde fui tendiendo una a una las primeras páginas de este diario. Allí, en ese patio virtual donde corre el aire y luce el sol, pasaron mis días el mes de setiempre. Se estaba bien, lo confieso. Yo entraba en él cuando quería, sin tener que llamar o pedir permiso, colgaba mis cosas en el tendedero y allí quedaban a buen recaudo. Luego, la dueña del patio colgaba las suyas, en respuesta a las mías, del otro lado de la cuerda. Y era muy entretenido y provechoso asomarse uno por la tarde, a echar un vistazo y ver cómo estaba el patio. Y el patio estaba francamente bien, con sus camisas blancas y sus palabras tendidas, una tras otra, al sol del membrillo. Me hubiese quedado muy a gusto allí, de invitado, a pasar el otoño (como mínimo), pero hubiera sido abusar de su hospitalidad. El diario ya estaba listo para ser blog. Y así fue como mis prendas diarias volaron desde allí a este hotelito abierto a todas horas, con sus clientes habituales y sus visitantes ocasionales, su libro de registros y sus hojas de reclamaciones, su martini a las 13.30h y su showroom... cuando surge. Intento darle un toque entre personal y desenfadado, a menudo con un punto de espumosa frivolidad que corrija en lo posible algún exceso en sentido contrario. Los clientes parecen estar a gusto, o eso dicen, pero quizá sea éste el momento para empezar a pensar en añadirle algo... No sé, spa, masaje tántrico, bronceado caña de azúcar, menú degustación de 159 caracteres en Twitter... En fin, un valor añadido. Con todo ello pretendo que el visitante se sienta aquí... no diré 'como en casa' (que ya nos advirtió el gran Antonio Gamero que "en ningún sitio como fuera de casa") pero si casi tan a gusto como yo me sentía en aquel patio soleado de mis inicios. Las amistades surgen cuando surgen y donde surgen, en un concierto, en una disco, en una terraza, a la salida de un cine, en el bar de un hotelito con encanto. Eso es así, no hay duda. Pero donde esté un buen patio...

lunes, 26 de septiembre de 2011

más citas, por favor

 Una vez le escribí a una amiga muy veloz un mail que decía así: "si no lo leo no lo creo." Ella me respondió al instante: "si no lo creo no lo veo." Quizá los dos estábamos en lo cierto. De las cosas leídas últimamente (¿hasta dónde llega 'últimamente'? ¿por cuánto tiempo se está 'reciencasado'?), algunas las recuerdo y otras las anoto en libretas... para poderlas recordar. Por ejemplo, recuerdo dos ideas formuladas por Coetzee en Verano: 1) "Para el fatalista, la historia es el destino." 2) "Tenía un cierto estilo, y el estilo es el inicio de la distinción." Este pasado fin de semana he leído una frase del colombiano Juan Gabriel Vásquez que aún tengo fresca en la memoria: "necesitamos conocer lo posible además de lo cierto; lo que pudo ser además de lo que fue." Las viñetas diarias de El Roto son una fuente inagotable de síntesis y lucidez; no hace mucho, mostraba a un tipo anhelando alcanzar el firmamento con la mano, y decía: "¡Hay millones de estrella sin dueño! ¡Qué locura!" Alguien citaba hace unos días una reflexión muy de Umberto Eco: "El público perjudica a la televisión." Y un tema muy de actualidad, aunque todavía no en España: "Grupos desesperados de ricos intentan en vano que les suban los impuestos, conscientes los magnates de que pagan menos tasas que sus chóferes", ironizaba Manuel Rivas. Hace un par de semanas copié esta reflexión de Vicente Verdú: "La distancia es el deseo, y viceversa." Y más abajo añadía: "Todo amor cuerpo a cuerpo mata como un duelo a espada. Lo indispensable para sentir vida y pasión es, justamente, el intervalo que preserva del franco cara a cara entre el tú y el yo." Y ahora que un amigo del alma me ha regalado la edición perfecta (Lumen) de la poesía completa de Borges, cómo no darme el gusto de traer aquí la dedicatoria, tan irónica y borgiana, que precede a Fervor de Buenos Aires. Dice: "A quien leyere. Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor." J.L.B. Hace un momento pensaba concluir este post con esa dedicatoria tan definitiva, pero ahora lo encuentro excesivo para mi modestia de copy en crisis. Concluyo con un microrrelato firmado por 00Daniel7 y leído tras la siesta, en El País Semanal, alguna tarde del pasado agosto. Dice así: "Maremoto: ¡Ola! y adiós."

viernes, 23 de septiembre de 2011

el desenlace

Alguien -¿la secreta sociedad, anonymous, una mente perversa?- está desafiando a los poderosos de este mundo. Oficialmente, nadie quiere hablar de ello en serio, ni aceptar siquiera que algo está pasando en los altos despachos y en los cuartos oscuros del poder financiero. Pero ya es inocultable que hay quien está jugando una partida de ajedrez... en varios tableros simultáneamente.Los teóricos de la conspiración están muy excitados, y con cada nueva ficha de ajedrez aparecida (ya van cerca de una docena) lanzan en los medios las más extravagantes teorías conspirativas. Curiosamente, coincidiendo con esa realidad subterránea, se han disparado las ventas de tableros y fichas de ajedrez. Incluso algún diseñador de moda ha presentado en Milán una línea basada en la alternancia de cuadros blancos y negros. A todo esto, El FMI guarda silencio. El BCE guarda silencio. Los magnates internacionales apenas se dejan ver en foros y fiestas. Arde la Red. Un anónimo afán de ajuste de cuentas se ha extendido como una pandemia por el ciberespacio. Y en ese estado de efervescencia social (no reconocido oficialmente, y por tanto 'inexistente') aparece China en el escenario y mueve ficha en el tablero sin perder la sonrisa. Después de todo, ellos son los padres del ajedrez. En síntesis: el film se hará con capital chino. La producción, los actores, el equipo, etc, serán internacionales, por supuesto, pero el guión estará supervisado por Pekín. En la película todo quedará en un juego apasionante pero sin consecuencias, urdido por la mente ociosa y algo sádica de un multillonario que se aburre; el cual, para dejar de aburrirse, decide gastar una broma, una megabroma, a sus colegas y compañeros de fortuna. Al final, todos ríen. Pese a las apariencias, no ha sido más que una comedia. Un juego. La secreta sociedad, el guionista amenazado, la mujer de mil caras, etc, formarán parte de la trama. La película recibirá un mínimo de ocho estatuillas y una recaudación récord. La fiesta continúa.

jueves, 22 de septiembre de 2011

la trama

(Continuación) Al trascender que un guionista está recabando datos sobre el caso 'Mata Hari', surgen las primeras recomendaciones para que las productoras se olviden del tema; luego vienen  las  presiones indisimuladas, después las anónimas advertencias y a continuación las amenazas explícitas. La última de ellas, un bate de baseball de regalo con una 'dedicatoria' en el buzón de voz del guionista: "o dejas el tema, hijo de puta, o te destrozamos para siempre esas bonitas rodillas." Él no tiene madera de héroe y declara en su web que abandona la idea "por no darse las condiciones para un cine que hoy no gozaría del favor del público." Todos respiran aliviados. Pero aunque el proyecto cinematográfico se detenga, la realidad no. Y menos aún la inventada por la secreta sociedad. Por partes. Ante la sospechosa marcha atrás del guionista, surge en la Red una legión de anonymous continuadores del proyecto dispuestos a dar la batalla contra los poderoros sin escrúpulos. El guion se va escribiendo solo. La sombra de WikiLeaks planea sobre el oscuro mundo de los especuladores financieros. Nadie se siente ya seguro en Bahamas, en Barbados, en Caimán, Montecarlo, Singapur... Ni siquiera la Banca Vaticana está libre de sospechas. Y menos aún cuando alguien ha colgado en YouTube una grabación de las cámaras de seguridad del palazzo romano donde residen destacados miembros de la Curia vaticana. En ella puede verse saliendo de madrugada del edificio -el vídeo marca además de la fecha, las 04h, 22', 43-44-45-46-47"- la figura de una mujer elegante de espectaculares medidas que oculta su rostro con grandes gafas oscuras y pañuelo a la cabeza anudado al cuello; tras pasar por delante de las dos cámaras, la mujer, sin volverse, levanta la mano izquierda haciendo la V de victoria. O de vendetta. Un portavoz de la Curia pronuncia en off the record unas palabras enigmáticas: "hay en marcha oscuras maniobras para desacreditar la irreprochable reputación de sus eminencias." La cosa se complica cuando -por una filtración del sumario abierto tras el supuesto suicidio del banquero de Basilea- trasciende que en un bolsillo de la chaqueta del difunto se encontró la figura de un alfil del ajedrez. Esto cobra significado cuando el conserje del palazzo romano declara que alguien había dejado aquella noche una figurita junto al monitor de recepción: una torre del ajedrez. (mañana, el desenlace)

miércoles, 21 de septiembre de 2011

próximo estreno

¿Alguien se acuerda de la secreta sociedad que encomendó a Emilia Sarmiento, hace ya muchos posts, una arriesgada misión ante el príncipe de la Iglesia Pombal de Maristany? Pues bien, tantos años después, reaparece dicha sociedad para -esta vez llevado su caso al cine- hacer creer a 'los Mercados' que existe realmente una mujer cuyos secretos de alcoba van a poner en serios aprietos a los miembros más desaprensivos de la Alta Especulación Financiera. Se trata de una supuesta prostituta de altísimos vuelos con la que los especuladores más poderosos de la Tierra temen haber pasado al menos una noche, víctimas de un engaño que ahora podría llevarlos a la ruina. Todos tienen alguna noche que ocultar. Empiezan a circular rumores, cartas, anónimos, correos electrónicos. Al parecer, ella está dispuesta a dar nombres, fechas, lugares y apellidos. Y a presentar pruebas. Un estremecimiento sacude Wall Street. "¿Cuánto cuesta su silencio?" es la pregunta que recorre los think tanks y gabinetes de marketing más influyentes. Entretanto, la secreta sociedad ha puesto en marcha una endiablada maquinaria de falsas pistas, pasajes de avión, reservas de hotel, compras de joyas, mensajes cifrados... La mujer más deseada del mundo no tiene nombre, ni rostro, ni domicilio; o peor aún, es la mujer de mil caras que nunca utiliza dos veces la misma identidad, el mismo hotel, el mismo vestido. Pero la bola de nieve ya no hay quien la pare y se ha disparado el consumo de ansiolíticos entre los magnates. Como se han disparado las especulaciones ante el primer suicidio (?) relacionado con la causa. ¿Lugar? Basilea. El recuerdo de Roberto Calvi y la logia P-2 está en todos los corrillos de las Bolsas. “Hay que parar esta locura cueste lo que cueste” afirma sotto voce, tras el entierro en Liechtenstein, un  banquero español, ante el asentimiento general. En paralelo, la invisible 'Mata Hari' de nuestro tiempo sigue dejando pistas muy sutiles por medio mundo. Su determinación para hacer saltar por los aires todo el tinglado financiero está consiguiendo lo que nadie podía imaginar: que se cierren despachos en paraísos fiscales y que pierdan los nervios los que hasta ahora no habían perdido nunca nada. Y en un  giro de guión de alta escuela, alguien solicita una entente cordiale entre China y la Diplomacia Vaticana para "desactivar esta perversa maquinaria que a nadie beneficia.” (To be continued))

martes, 20 de septiembre de 2011

el corte inglés

Cada mañana, a las 7.45 salta el radiodespertador en mi casa, aunque normalmente yo ya he recibido un anticipo en el informativo de las seis. Las noticias nos ayudan a levantarnos porque son la demostración de que el mundo ya está en marcha desde hace rato. Mientras me ducho, me visto, desayunamos, etc, la radio es uno más de la familia, una compañera de viaje que nos pone al minuto de cuanto está pasando. Todos los días a la misma hora me entero de cómo se han comportado los mercados asiáticos, del precio del oro y del barril de Brendt o de cómo ha pasado la noche la prima de riesgo, que nos tiene sobrecogidos. Pero tras esa batería de datos tan desalentadores, entra en escena Rosa Márquez -la voz de El Corte Inglés- y todo cambia: por momentos el mundo está bien hecho y hay espacios de confort en los que siempre podremos confiar. He de admitir que durante mucho tiempo yo tuve una relación con El Corte Inglés... no diré que de hostilidad, eso no, pero sí reticente al menos. 'Ser' de El Corte Inglés era entonces para mi una cosa entre pija y rancia, algo así como pertenecer al Club de Campo de Madrid y llevar abrigo Loden, zapatos Castellanos y una mezcla de Lacoste y Burberry. ¡Cómo hemos cambiado! Todos. Incluso El Corte Inglés. Escuchar a Rosa Márquez en el desayuno, con esas modulaciones de voz, esa prosodia tan chic y a la vez de toda confianza, ese mundo seguro y confortable que ella nos abre cada mañana para que nos pongamos a salvo de incertidumbres... es una bendición, algo muy necesario y deseable. Y con unas ofertas que, sin caer jamás la chabacanería de otros, no deberíamos rechazar. He dejado para el final lo mejor de Rosa: las despedidas. Sus "hasta luego, ádios" son la inconfundible marca de la casa. Y ya no es tanto que en ese "ádios" final ponga el énfasis en la primera sílaba; lo verdaderamente singular es su entonación, su musicalidad. Rosa se despide con un "hasta luego, ádios" así como dejándose caer y al mismo tiempo levantandose para ir a hacer unas compras de media mañana. Confieso que todos los días la escucho con la máxima atención. Nunca me defrauda. Sugiere tanto, insinúa tantas cosas tentadoras el "hasta luego, ádios" de Rosa Márquez que la insidiosa prima de riesgo no tiene nada que hacer frente al bienestar y las buenas maneras de un mundo al que la realidad debería tratar de parecerse un poco. Pero no.

lunes, 19 de septiembre de 2011

lo breve si bueno

Lo breve, si bueno, dos veces breve. Y cada vez más. Ya he hablado aquí no hace mucho de aforismos, microrrelatos y otras hierbas, y volveré a hacerlo, supongo, porque la realidad se mueve a base de comprimidos. Internet es terreno abonado a la frase corta; no hablemos ya de la publicidad, donde más de cinco palabras es una pura retórica que nos hace perder el interés... y la paciencia. Pero esto no es nuevo: con veni, vidi, vici sintetizó Julio César una victoria militar. El propio César, tras cruzar el río Rubicón, dijo aquello tan definitivo, también en tres palabras: alea iacta est. El autor de esos eslóganes y de otros (ya fuese JC o su copy para la Historia, Suetonio) fue un creativo publicitario como no se ha conocido otro. Ni siquiera el responsable del yes we can puede competir en esa síntesis de eficacia y grandeza. Y a propósito de los triunviratos y de las troikas, en español siempre han funcionado bien las tríadas. Valle-Inclán fue un genio también en eso. Es un tópico, lo sé, pero no se puede decir mejor cuando retrata al Marqués de Bradomím como un don Juan "feo, católico y sentimental". Esa combinación es tan eficaz como las 23 puñaladas que recibió César. Y luego está la deslumbrante jugada de tres puntos -a lo Calderón, Navarro y Gasol- que Valle resuelve en Luces de bohemia con furia y látigo, cuando nos dice que aquel Madrid de 1920 era "absurdo, brillante y hambriento." Si hago memoria puedo recordar unas 33 tríadas. Aparte de mis fundacionales Di Stefano, Puskas y Gento, aparecen Marco Antonio, Lépido y Octavio; Basora, César, Kubala; Borges, Rulfo, Cortázar; Tostao, Pelé y Rivelino; Eurípides, Sófocles, Esquilo;  Stewart, Hepburn, Grant; Lope, Góngora, Quevedo; Crosby, Still y Nash (& Joung); Toño, Alfonso, Jesu; Billie Holiday, Morente, Camarón. Pero volvamos a ayer domingo, a eso de las diez de la noche. Estaba yo batiendo huevos en la cocina cuando oigo en el Carrusel Deportivo un desafío aparecido en Twitter minutos antes (ojo: ayer ganamos a Francia en Copa Davis; y sobre todo ganamos el oro, ¡y de qué manera!, en la Eurocopa de Baloncesto); dice así: "Soy español. ¿A qué quieres que te gane?" Y digo yo: con estos jugadores, estos creativos, esta gente tan guapa, ¿no deberíamos estar entre los mejores países del mundo en todo? Entonces, ¿dónde está, o estuvo, el error, Peredita?

viernes, 16 de septiembre de 2011

salidas y llegadas

Aeropuerto de Barajas. Terminal 1. Salidas internacionales. Domingo 7 de agosto. Cinco de la tarde. Mucho movimiento de viajeros, maletas, carros. Largas colas ante los mostradores. Mayoría de jóvenes y estudiantes. Turistas. Algunos ejecutivos, pocos, modelo bussines school. Dos patinadoras se deslizan sonriendo entre los viajeros. A escasos metros de mí, una pareja de entre 25 y 30 años: él se va; ella se queda. La despedida está siendo dramática, angustiosa. El rostro de ella está bañado en lágrimas. Él trata de consolarla con todo el cariño del mundo. Pero no hay consuelo para esta mujer enamorada. Es un dolor infinito el que transmite ese rostro. Un puro desconsuelo. Varias veces tengo que bajar o apartar la vista; pero a la vez no puedo dejar de mirar, confiando en que de pronto ella sonría y se resuelva al fin esta tensión dramática. Doy unos pasos, a la espera de un final feliz. No lo habrá. Poco más allá, se abrazan dos, tres, cuatro parejas en situación similar, aunque sin tanto dramatismo. Hay mucho dolor y mucha verdad en esas despedidas, observo. Y pienso que podría ser un buen recurso para un guionista de cine: el personaje ni siente ni padece, está vacío, solo, incapaz de emocionarse con nada en su vida; por eso acude a veces al aeropuerto / salidas, para ver en vivo el dolor de los que aún pueden sentir dolor. Punto y aparte. Tres semanas después estoy en 'llegadas internacionales', esperando la vuelta de mi hijo. Durante casi una hora asisto a un auténtico festival de abrazos, besos, morreos espectaculares, gritos de entusiasmo y alegrías de todos los colores en los recibimientos continuos que se producen a la llegada de la novia, del novio, de la amiga del alma, de los recién casados, de jóvenes recibidos como héroes, de... De todos menos de aquel treintañero que, tres semanas atrás, se fue dejando a su amada con un dolorido sentir, como cuando se separa la uña de la carne. La coincidencia hubiera sido un milagro, claro. Yo mismo me hubiese abalanzado hacia él, hacia los dos, para abrazarlos y llorar de júbilo con ellos como un gilipollas. Y ya de paso, decirle al guionista que su personaje, al final de la película, no quiere asistir a más despedidas, más dolor, y decide cambiar "salidas" por "llegadas". The End.

jueves, 15 de septiembre de 2011

aniversario

Ayer fue mi cumpleaños, sí, y para que la fiesta no decaiga hoy es mi aniversario de boda: 21 años cumplidos. Pero, claro, en una fecha así no puede uno evitar hacer alguna reflexión más o menos extravagante. Por ejemplo, ¿cómo sería el mundo, las relaciones, la familia, si estuviera generalizada y bendecida por todos la poligamia? Un mometo, un momento: cuando digo 'poligamia' incluyo en el mismo pack la 'poliandria', faltaría más. Bien. Sigamos. Vamos a dar por bueno que en esa imaginaria sociedad pluralista yo tendría... tres o cuatro esposas con las que, supuestamente también, mantendría una armoniosa convivencia, basada siempre en una especie de geometría variable. Con unas tendría hijos y con otras no, eso ya dependería de diversos factores. Éstas, a su vez, tendrían cada una dos, tres, cinco maridos. Entre ellas habría, lógicamente, sus ocasionales desavenencias, y en algún caso celos, pero con un claro prodominio de la fraternidad compartida y los vínculos familiares. Y otro tanto sucedería entre nosotros, los diversos maridos de cada una de nuestras esposas: todos juntos acabaríamos por constituir un clan, una organización en red  -muy actual, por cierto-, con intereses comunes y afinidades dentro de una saludable biodiversidad. Yo haría muy buenas migas, estoy seguro, con los maridos de mis mujeres. Y con las otras esposas de estos. Las fiestas de cumpleaños, de aniversario, etc, serían multitudinarias, claro está, aunque sólo muy de tarde en tarde (dos o tres veces al año), realmente orgiásticas. Como es obvio, no podríamos vivir bajo un mismo techo todos los miembros de la gran familia -esposas, maridos, hijos de unos y otros-, pero con el tiempo se habría ido perfeccionando un modelo social muy poliédrico de convivencia en multidomicilio; aunque ello no excluiría la existencia de una especie de falansterios (como los concebidos por Fourier a principios del XIX) donde convivirían familias enteras; eso sí, regidas por un sistema oganizativo muy minucioso, muy elaborado. Y conste que no estoy proponiendo, ni siquiera imaginando, una desaforada  promiscuidad. Si hago un repaso somero de las mujeres a las que, hipotéticamente, yo podría proponer una vida en multimatrimonio, éstas se contarían con los dedos de una mano. Pero, de momento, las cosas están como están. Y por lo que a mí respecta, están bien, francamente bien.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

cumpleaños

Hoy cumplo años. Es curioso, hace tiempo que tengo la sensación de que mi edad oficial no coincide con mi edad real. Es como si se hubiera producido un error de fechas, un baile de números, y en consecuencia me hubiesen colado toda una década que no me corresponde. En otras palabras, con diez años menos de lo que dice mi DNI, estoy conforme. Pero ni uno más. Y es tal mi ingenuidad -rasgo inequívocamente juvenil- que todavía creo y siento que lo mejor está aún por llegar; lo mejor en todo, en experiencias, en creatividad, viajes, emociones, descubrimientos... Incluso, en el colmo de los colmos, todas las mañanas me miro al espejo con la esperanza de alcanzar pronto mi mejor momento físico, mi, digamos, esplendor de madurez. En esto de los años y la apariencia, sigue habiendo un clásico imperecedero: aquel conocido que, al volver a verte después de un largo tiempo, te dice eso de '¡Chico, estás muy bien... para tu edad!' En fin, sarcasmos aparte, no me puedo quejar, o al menos no más de lo reglamentario: sigo teniendo curiosidad por casi todo; disfruto no poco con los placeres de este mundo; cultivo una cierta coquetería (mi mujer exagera y dice que en eso voy a más); no he echado barriga: tengo el mismo peso, más o menos, y la misma talla de ropa que hace 20 años; a veces consigo escribir algún poema que no está mal; la fisiología se sigue portando razonablemente bien conmigo; mantengo los amigos/as de siempre, y de vez en cuando se produce alguna incorporación; ya sé que nunca seré rico, pero no por ello dejo de ser lujoso: cenas íntimas de viernes, con velas, vino y música; algunos poemas de Horacio -carpe diem- a la caída de la tarde; ver llover mansamente en octubre o a finales de setiembre sobre las terrazas desiertas; contemplar el milagro de unos andares cadenciosos, con swing, que vienen hacia ti, sin prisa, como sonriendo; elegir un buen vino para compartirlo con amigos, pocos, esta tarde-noche, por ejemplo; recibir una llamada de felicitación, como ahora mismo, de un ángel con nombre y rostro y música y figura de mujer. El gusto por estas y otras cosas "así de simples y soberbias" son algunos de los motivos por los que el lujo y yo mantenemos, creo, una buena relación. Aspiro a ser, con el tiempo, cada vez más lujoso. Y más austero.

martes, 13 de septiembre de 2011

hoy no es ayer

Vivimos tiempos volátiles. La volatilidad está en todo: en los mercados, en los valores bursátiles, en los valores eternos, en el valor mismo de las cosas de este mundo. Lo que hoy vale, mañana deja de valer. Lo que escribí (y perdí) ayer, hoy ya no tiene el mismo sentido. Todo fluye, sí, pero a una velocidad que supera con creces a los Red Bull de la Fórmula 1. En décimas de segundo te adelanta el porvenir o la memoria pierde una parte de lo que recordaba hace un par de vueltas con todo lujo de detalles. Hablaba en ese post perdido acerca de los malos días que tenemos. Y comparaba sus efectos con los producidos por un alimento en mal estado. Así pues, para esos malos días que llegan por sorpresa y nos dejan sumidos en el desánimo, abatidos, malhumorados, con una infinita desgana... yo sólo conozco una manera de convivir con ellos minimizando daños y perjuicios, y es mediante una dieta severa a base de silencio y horas de sueño. Porque, cuando uno está así, con esos días, el menor ruido es un estruendo en la cabeza. Y qué decir de esas apelaciones intolerables, tales como: '¡Tienes que animarte.' O bien, ¿Por qué no te animas?', O peor aun: '¡Venga, hombre, anímate!' Debería estar no sólo prohibido sino severamente penalizado en este y otros casos el uso del verbo 'animar(se)'. En situaciones así, al oír esa provocación intolerable, lo más sensato es armarse uno de valor y de paciencia. ¡Cuántas barbaridades no se habrán cometido tras un bienintencionado pero inoportuno, inoportunísimo, 'anímate, hombre'! Hay siempre tantos motivos para el desánimo... que, la verdad, mejor ni tocar el tema. La pregunta ahora es: ¿cuántos días en mal estado tenemos de media al año? El pesimista nos dirá que la pregunta está mal planteada; según él, debería ser: '¿cuántos días buenos tenemos: uno al mes, en el mejor de los casos?' A lo que el optimista lúcido (no el tontamente optimista) responderá: 'un buen día, aunque sólo sea uno al mes, bien merece pagar la entrada.' En fin, que los malos lunes, martes o domingos nos duran lo que una pesada digestión y una gastroenteritis; sin embargo, los buenos momentos son para siempre. Y además, nos hacen mejores, más generosos, más interesantes. ¡Aunque todo es tan volátil!

lunes, 12 de septiembre de 2011

en blanco

Tras una hora larga tratando de explicar, con éxito, creo, las claves y los pormenores de lo que es 'un mal día' y cómo sobreponerse a ello, he pinchado, como hago a diario, en "publicar". Entonces ha aparecido la pantalla en blanco y sólo dos palabras: "Not Found". Dicho de otro modo: he perdido la hora empleada y el post de hoy. No es la primera vez que me ocurre. Desde luego, no estoy de ánimo para tratar de reconstruir de memoria el texto estúpidamente perdido. Ni siquiera para blasfemar. Que le den. Eso sí, acababa con esta frase que, naturalmente, aún tengo fresca: "Mañana será martes 13. ¿Por qué no un buen día?" Ahora ya funciona y el borradodor ha sido guardado a las 13.31h. Pues qué bien.

viernes, 9 de septiembre de 2011

regalo

"Tu ebriedad es tan dulce que me aturde. Respiras suavemente. Estás vivo. Me encantaría pasar a tu lado del mundo, ver en tus sueños. ¿Sueñas con un amor blanco, frágil, allá, tan lejos?¿Con una infancia, con un palacio perdido? Sé que ahí no tengo sitio. Que ninguno de nosotros tendrá sitio (...) Lo que has visto aquí se perderá en el olvido. Estos instantes desaparecerán. Tú mismo olvidarás mi voz, el cuerpo que has deseado, tus temblores, tus titubeos. Me gustaría tanto que conservaras algo. Que te llevases una parte de mí. Que mi país lejano calase en ti. No un vano recuerdo ni una imagen, sino la energía de una estrella, su vibración en la oscuridad. Una verdad. Sé que los hombres son niños que ahuyentan su desesperanza con la cólera, su miedo en el amor; en el vacío, al que responden construyendo castillos y templos. Se aferran a los relatos, los ponen por delante como estandartes; cada uno hace suya una historia para inscribirse en la multitud que la comparte. Se los conquista hablándoles de batallas, de reyes, de elefantes y de seres maravillosos; contándoles la bondad que habrá más allá de la muerte, la intensa luz que presidió su nacimiento, los ángeles que lo acompañan, los demonios que lo amenazan, y el amor, el amor, esa promesa de olvido y de saciedad. Habladles de todo eso, y os amarán; harán de ti el igual de un dios. Pero tú sabrás, puesto que estás aquí contra mi cuerpo, que todo eso no es más que un velo perfumado que esconde el eterno dolor de la noche."
Mathias Enard. Habladles de batallas, de reyes y elefantes. Mondadori, 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

suspiros

 ¿De qué está hecho un suspiro? ¿Cuánto dura? ¿Qué hay antes y después de él? ¿Qué queda tras haber sucedido? Qué se nos va para siempre al suspirar? ¿Y adónde? ¿Qué nos deja? ¿Una lágrima tarda en rodar más o menos que un suspiro en extinguirse? ¿Tiene algo que ver con un parpadeo? ¿Y con un paréntesis? ¿Suspirar es admitir que aspiramos a algo inalcanzable? ¿Pueden juntarse varios suspiros y suspirar juntos por distintas causas? ¿A qué aspira 'el último suspiro': a la eternidad, a un instante, a otro suspiro por el que toda la vida ha estado suspirando? El DRAE dice que suspirar "va acompañado a veces de un gemido, el cual suele denotar pena, ansia o deseo"; pero si metemos en danza gemido, pena, ansia y deseo pueden aparecer insospechadas coreografías: el deseo lleva al ansia, el ansia al gemido, el gemido, tras extinguirse, a la pena. Pero también la pena, tras suspirar por lo perdido, puede devenir en un nuevo deseo que crece y crece, que se sube por las paredes del ansia hasta alcanzar la cumbre afilada del gemido. Lo que no puede decirse con palabras se dice con gemidos. Y cuando el gemido se hace añicos, y estos se desvanecen, surgen los suspiros. Si es cierto (y creo que lo es) que todo aquello que queda en suspenso se transforma en materia poética, ¿en qué se convierte lo que da lugar a un suspiro? ¿En un verso en blanco? ¿En una mera insinuación? ¿En una pluma de ave invisible que apenas llega a rozarte la nuca? Poco a poco nos vamos acercando al espacio aéreo de los ángeles. Quizá por ello, cuando decimos 'se me ha ido el santo al cielo', suspiramos. Ese cielo al que se nos va el santo... debe tener alguna relación con el deseo al que alude el DRAE, y quién sabe si con el ansia y el gemido. A ver si va a resultar que ese cielo tan frecuentado... es un paradero desconocido (ver el post de ayer) donde ángeles, arcángeles, diablos, espíritus libres y toda suerte de criaturas tentadoras se lo pasan en grande, entre gemidos, allí donde nadie nos ve, ni entra la policía, ni nadie ha visto nada, y todo queda en meras sospechas, en rumores sin consistencia que igual que surgen se desvanecen como pompas de jabón, como suspiros en el aire.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

paradero desconocido

En el post tan viajero que me salió el viernes pasado me guardé en la manga una jugada con la que sueño a veces: desaparecer por un tiempo. ¿Tres, seis, siete, catorce meses? Siempre me ha atraído esa imagen tan gráfica en que el cartero devuelve cartas de Hacienda o multas de Tráfico bajo el epígrafe "paradero desconocido", o algo así. Como soy cinéfilo sin remedio, sé lo que significa cruzar el río Grande para los fuera de la ley, para los perseguidos, para, por ejemplo, William Holdem, Esnest Borgnine, Warren Oates y demás hermanos mártires en Grupo Salvaje. O en La huida, tambien de Peckinpah, donde nunca estuvo más hermosa Ali MacGraw. Cruzar el río Grande es escapar de la rutina, de lo cotidiano, y si nos ponemos estupendos sería escapar a la fatalidad, y además -por fin a salvo de los federales- haciéndole al destino un corte de mangas bien gustoso. Y ya en la cantina del primer pueblito mexicano, tequileando entre Lupitas y guitarrones, leemos un cartel, escrito en español, por supuesto: "Bienvenido a Tierra de Nadie." Punto y aparte. Cuando éramos niños, en el colegio nos insistían en la diferencia que había entre libertad y libertinaje. Todos sin excepción nos sentíamos más atraídos por lo segundo. Decía Berlanga que "libertinaje es libertad y... algo más." Precisamnete 'algo más' es lo que buscamos siempre en todo. Y lo que se espera de nosotros. Estoy escibiendo muy deprisa, casi dejándome llevar, y no sé si lo que voy a decir tiene alguna relación con ello, pero me sigue fascinando un verso de Colinas en el que Giacomo Casanova, al final de su vida, perseguido por el Santo Oficio y refugiado en Bohemia, le dice a su benefactor, el conde Waldstein: "sueño con los serrallos azules de Estambul." Y yo con los viajes imposibles. Por ejemplo, los casinos y fumaderos de opio en el Shangai de 1930; alguna kasbah en Argel o Tánger donde refugiarse uno, como Jean Gabin en Pepé le Moko; el tiempo que lleve escribir un guión de ambiente colonial hospedado en una suite del Hotel Raffles de Singapur; algún trasatlántico de lujo, con big band y bellas mujeres bisex de los tiempos del Bugatti y el foxtrot... ¡Hay tantos sitios donde huir! Aunque a veces, una temporada en una 'casa de salud' y silencio, en los Alpes suizos, con mucho césped alrededor y mucha calma, con balneario, masajistas, talasoterapia, etc, sería un paradero desconocido idóneo para el tratamiento de la hiperestesia.

martes, 6 de septiembre de 2011

marcas

Como soy bastante descreído y hedonista, tengo una fe casi ciega -ya lo he dicho alguna vez- en los laboratorios suizos y en las marcas con glamour. Por eso, frente a la crisis de que hablaba ayer, tengo puestas todas mis esperanzas en una acción coordinada de las grandes marcas glamourosas para cambiar el signo de los acontemientos y las caras de preocupación. Dicen los analistas internacionales más sesudos que toda crisis tiene un importante componente de 'estado de ánimo'. Y como el actual estado de ánimo es un estado de malestar, pues yo confío en que Gucci, Sony, Audi, L'Oreal, Red Bull, Blackberry, Swatch, Ikea, Nike, MoviStar, Nestle, Qatar Foundation, Louis Vuitton, Yamaha, Apple, Zara, Pfizer, Microsoft, Emirates Airlines, Real Madrid, Ferrari, Armani e tutti quanti... hagan un esfuerzo adicional (¡excepcional!) para invertir la tendencia y transformar la melancolía en entusiasmo. Ya nos advirtió Bertrand Russell de que el entusiasmo es una de las vías que mejor conducen hacia la felicidad. En el fondo, esto es una cuestión de RSC (Responsabilidad Social Corporativa) empresarial. Porque, vamos a ver, si después de haber perdido tanto dinero en la Bolsa, tanta fe en el Sistema, en los Mercados, en qué se yo cuántas cosas, resulta que las marcas del nuestros sueños no consiguen hacer realidad lo que nuestros políticos son incapaces de imaginar siquiera... Entoces, ¿qué nos queda? Lo digo de corazón: no creo  mucho en su RSC, pero sí en su romanticismo de alta rentabilidad. Quienes son capaces de hacer productos tan perfectos o firmar anuncios tan bellos, tan emocionantes a veces, ¿cómo no van a tener el impulso de perpetuar la belleza y la alegría de este mundo por apenas un 5, un 10%  de su cash flow? Bastaría con eso para que las marcas alcanzaran la gloria. Y nosotros recuperaríamos la estabilidad emocional, además de la fe en el Financial Times. La verdad es que sigue siendo muy cierto aquello de que el dinero no da la felicidad pero aplaca los nervios.

lunes, 5 de septiembre de 2011

publicitarios

Los 'publicitarios' siempre hemos vivido la realidad bastante alegremente, y a menudo con una actitud frívola casi encantadora. Ello tenía que ver, creo yo, con la inocencia, incluso con la ignorancia muchas veces, y con ese desenfado juvenil en el que las cosas serias (léase solemnes) están de antemano saludablemente condenadas al fracaso. En mis primeros años como copy, mediados los 80, trabajar en publicidad era una fiesta y un ligoteo casi continuo: estaba bien visto y mejor pagado. Nadie discutía que una buena campaña publicitaria (buena = 'creativa') todo lo solucionaba y lo justificaba todo. Y ese ambiente general, en que regía el posmoderno 'todo vale', actuaba en favor de aquella manera de vivir esta profesión como si nunca  fuese a acabar la fiesta. Pero lo cierto es que la cosa funcionaba. Ha funcionado durante décadas. Sin embargo, ahora, cuando dejo que la publicidad (TV, radio, prensa, internet, etc) me llueva y me cale, empiezo a tener la sensación de que toda esa alegría pretendidamente contagiosa de la publi... pues como que ha perdido la inocencia. No sé. Quizá ahora nos cuesta más creernos ese mundo feliz. Por supuesto que esa felicidad no es más que una convención, un lenguaje, un código aceptado por todos; es decir, unos y otros "hacemos como si" nos creyéramos ese mundo creado por y para las marcas. En otras palabras, entramos al juego, damos por buena la representación. Y hasta ahora ha sido así. Pero llevamos unos años en que esa representación convive mal con los telediarios. Y ya empiezan a ser demasiados telediarios erosionando el optimismo, la inocencia, extendiendo un difuso malestar. Las noticias nos indisponen cada día un poco más. La realidad no es precisamente una invitación a la alegría, a los idílicos momentos que nos prometen (y a veces nos consiguen) las marcas. Lees en el periódico los titulares de varias páginas consecutivas (a cual peor) y, tras esa antología para el desaliento, ¿con qué ánimo recibes, al pasar la hoja, un anuncio bellísimo de Prada? De seguir esto así, va a llegar el momento en que ningún anunciante quiera que su spot aparezca tras el telediario. Salvo las aseguradoras, claro. En fin, aun a riesgo de quedarme sin un solo lector, voy a tener que continuar mañana con el tema. A ver si consigo dar con la fórmula que de una vez por todas solucione esta crisis tan antipática, tan desagradable, que ya no tiene ni puta gracia.

viernes, 2 de septiembre de 2011

septiembre

Para mí el año no empieza el 1 de enero sino a mediados de septiembre, como el curso académico y los estrenos de temporada. Septiembre es un tiempo dulce que sucede entre el verano que aún no se ha ido y el otoño que está por llegar. El sol del membrillo le regala luz de oro y tardes de gloria. Siempre me he sentido muy a gusto en este mes, y quizá tenga ello relación con haber nacido en él. O no. Pero es cierto que hay personas muy abril o muy octubre, igual que hay una manera de ser primavera-verano y otra de un acusado carácter otoño-invierno. Aunque es verdad que existen seres tan exuberantes que ocupan todo el calendario, y también están los de pretemporada permanente, o los sutiles individuos de entretiempo. Pero septiembre se escribe sin prisa, y para ello es preferible retirar esa "p" tan implosiva, tan abrupta, que interrumpe el suave discurrir de los fonemas y de las semanas. Y dicho esto, afirmo que setiembre es una época perfecta para viajar y enamorarse. Lo sé por experiencia. Me gustaría viajar más en setiembre. Y casi que instalarme en él durante largas temporadas. A veces se lo insinúo a mi mujer, pero ella me mira con guasa y me dedica una sonrisa perturbadora, algo así como diciéndome: "¿Qué? ¿Has vuelto a beber?" Lo admito, es una fantasía que cultivo con gusto: recibir una discreta herencia inesperada, o un aceptable golpe de fortuna, y tomarnos (la de la sonrisa y yo) un trimestre sabático y viajero, qué menos. La cuestión de los hijos ya la tengo más o menos resuelta; el programa de viajes, fechas y estancias se encuentra aún en fase de borrador y a falta de consenso. Desde luego, un setiembre entre viñedos, en una casa de campo en la Toscana, es del todo irrenunciable; un hotelito con encanto a orillas del lago Como, tiene muchas posibilidades; San Petersburgo, también; pero tres semanas en el Nueva York de Woody Allen, en pleno otoño y sin reparar en gastos, es lo mínimo que estoy dispuesto a aceptar antes de volver a casa con regalos, a tiempo para comprar lotería, dar una fiesta a los amigos y sacar los adornos navideños. Para empezar, no está mal ¿verdad?

jueves, 1 de septiembre de 2011

¿hay alguien ahí?

Qué eternidad, agosto. Qué sofocante y fatigoso mes al que le sobran casi dos semanas y a menudo varios grados de temperatura. Agosto nos excede, y por si algo faltara nos añade algunos kilos de más. Es curioso cómo cambian las cosas y las valoraciones. Cuando éramos jóvenes (quiero decir, más jóvenes) agosto era una forma de plenitud, una piscina al mediodía, un cuerpo joven tendido y engrasado, un desear con toda el alma que no acabara nunca aquel verano. Ahora, que ya no lo somos tanto, agosto no es lo que era ni posee aquella erótica poderosa; y a partir del 15, empacha. Eso sí, este ha sido un mes con mucho arte, lo cual en Castilla casi que forma parte del paisaje: Las Edades del Hombre, en las dos Medinas, nos ha dejado algunas joyas para recordar (y un retablo barroco para deslumbrar). La visita a la villa romana de La Olmeda, siglo IV, en Pedrosa de la Vega, con sus bellísimos mosaicos, el sibaritismo de sus termas, el savoir vibre de aquellos moradores, es toda una lección de arquitectura y de artes aplicadas al buen vivir. Contemplar puro románico palentino en la iglesia de San Martín, en Frómista, es algo que, se quiera o no, educa la mirada. Una tarde en la casa del poeta y editor Eduardo Fraile, en Castrodeza, rodeados de ángeles y golondrinas, es de las que anidan muy a gusto en la memoria; no le dije al bueno de Eduardo el asceta que las golondrinas son ángeles, o lo fueron (y viceversa), porque sin duda él lo sabe con mayor conocimiento de causa. Una hora ¡con 40 años dentro! le bastó a Jesús Capa para mostrarnos con acelerada lucidez la evolución de su obra artística; obra que yo me atrevo a resumir en tres palabras: búsqueda, talento y honestidad. Claro que también ha habido en este mes otras tardes, otros patios con sombra y huerto, otras amigas que cultivan el arte de la amistad y de la conversación. Fue memorable también la noche tan grata en que pasamos 'del mantel al convento' con mucho gusto. Gracias a todo ello, a todos ellos, y a esos seres queridos que a veces se nos aparecen, como los ángeles, hemos sobrevivido a agosto. Por fin, 1 de septiembre. ¿Estáis bien?