lunes, 30 de abril de 2012

raro, raro

Hoy es un día raro, fuera de lugar, como un cuerpo extraño que la semana rechaza o al menos no metaboliza con normalidad: es lunes no festivo, y por tanto laborable, sin embargo no hay colegio, y eso cambia sustancialmente las cosas; los comercios y los bancos están abiertos pero semivacíos; el tráfico no es el de un lunes normal, pero tampoco el de un festivo; el tiempo está lluvioso, aunque a ratos sale el sol, con lo cual no sabe uno a qué carta quedarse. En la naturaleza de este día no está nada claro si es una prórroga del fin de semana o tiene vocación de víspera de fiesta, de dos fiestas consecutivas en Madrid. Para mayor desorientación, el correo electrónico no da ninguna señal de actividad, y este blog también acusa la extrañeza del día, de su (no declarado pero sí de facto) estado de excepción: hasta ahora lleva recibidas menos de la mitad de las visitas habituales en cualquier festivo. Todo ello hace de este lunes uno de esos días en que, como el 1 de enero, las televisiones tiran de repertorio o repiten la gala de la noche anterior. Hoy voy a recurrir a  alguno de esos productos enlatados que no suelen fallar en días como este. Entre las perlas que me envió un amigo la semana pasada, me encanta la de Schwarzenegger, que resolvió la cuadratura del círculo con estas sencillas palabras: "Creo que el matrimonio gay debería ser entre un hombre y una mujer." Claro que nuestra Terelu Campos aseguró sin el menor titubeo que "la aspirina fluorescente es más rápida y eficaz." Pero eso no es nada comparado con el hallazgo de la cantante Soraya Arnelas, la cual, sin duda queriendo decir "vorágine", hizo una interesante aportación semántica: "Cuando llego a mi casa tengo una persona que me espera y que me ayuda en todo este aborigen." Bisbal tampoco se va por las ramas cuando retuerce el Derecho y sentencia: "Programas como el eMule o el LimeWire están legalizados pero son ilegales." A lo que Carmen Sevilla puntualiza en su turno de réplica: "Soy mayor, pero no tanto como para pertenecer al Parque Jurídico." Y a ver si alguien adivina quién pudo decir: "La Edad Media es hasta que los seres humanos hacen la escritura, y hay como tres partes: Paleolítico, Neolítico..." Aunque todo esa pedagogía de Belén Esteban palidece ante la solidaridad de Mariah Carey: "Siempre que veo en la tele a esos pobres niños hambrientos, no puedo evitar llorar; quiero decir, me encantaría ser así de flaquita, pero no con todas esas moscas, y muerte, y esas cosas." Lo de Bill Gates, Beckham o Zapatero lo dejo en el congelador para otra ocasión en que el día venga raro.

viernes, 27 de abril de 2012

grupo salvaje

Anoche volví a ver Grupo salvaje -Sam Peckinpah, 1969- una vez más. Hacía ya varios años que no la veía entera y de un tirón, pero comprobé que me sigue emocionando esa película ya legendaria, a pesar del uso y abuso de recursos como el maldito zoom y las ralentizaciones de la imagen, muy de esos años. Pero Grupo salvaje cuenta, entre otras cosas no menores, con un reparto de leyenda, con William Holden a la cabeza, acompañado por unos tipos tan solventes como Ernest Borgnine, Robert Ryan, Warren Oates, Edmund O'brian, Ben Johnson, el 'Indio' Fernandez... y toda la banda de borrachos amigos de Peckinpah. Aparte de las inevitables etiquetas como 'western crepuscular', 'épica de la derrota', etc, esta película tiene altas dosis de belleza (no sólo plástica), un delicioso sentido del humor, melancolía, huida hacia adelante, amor al género, amistades traicionadas, un aceptar con elegancia y sobriedad (sin palabras, basta con algunas miradas) un destino tan inevitable como previsible: 'si hay que morir... se muere a lo grande', vienen a decirnos William Holden y sus románticos amigos atracadores. ¿Y qué mejor sitio para morir a lo grande que México, en plena Revolución, con tequila y guitarrones y un millón de balas contra los hijos de la gran chingada? Hay una escena que siempre me pone al borde de las lágrimas: al amanecer, los miembros del grupo abandonan el poblado de los indiecitos que los ha acogido con amor y generosidad. Es entonces cuando los nativos les cantan La golondrina, mientras pasan, uno a uno, saludando, en sus caballos... Es la despedida más hermosa del mundo, y del cine. Es posible que también la más triste, porque todos saben adónde van esos hombres, y el destino que los espera, y que ellos han aceptado con una elegancia antigua que no sé si alguna vez existió. La canción dice:  "Adónde irá, veloz y fatigada, la golondrina que de aquí se va; adónde irá buscando abrigo, y no lo encontrará, oh cielo santo, y sin poder volar; junto a mi lecho le pondría yo su nido, en donde pueda la estación pasar; también yo estoy en la región perdida, oh cielo santo, y sin poder volar." Estoy seguro de que tiene que haber una versión mejor que la que traigo aquí. Pero hoy me ha faltado tiempo para buscarla y cantarla con todos vosotros. Buen fin de semana. Y que viva México, que viva el cine, y que viva siempre la golondrina salvaje.
La golondrina (Grupo salvaje) - YouTube

jueves, 26 de abril de 2012

no pudo ser

Es la frase que empleamos los futboleros en momentos como los de anoche. O los de anteanoche. 'No pudo ser'. En esas cuatro sílabas está el reconocimiento de que, frente a la razón kantiana y el mérito del esfuerzo calvinista, se acaba imponiendo una especie de destino aciago, de fatum griego que, contra toda lógica, se instala sin remedio en el marcador, como si el resultado estuviese ya escrito con antelación en el vaticinio del oráculo, o algo así, fruto de la caprichosa voluntad de los dioses. Y ante eso, de nada sirven las lamentaciones, de nada la estrategia y el juego desplegado, la justicia, los argumentos. Por eso adoptamos el gesto sombrío y, con expresión abatida o resignada ante la fatalidad, decimos: no-pudo-ser. Sin embargo, al igual que los hombres duros no bailan, los equipos grandes y los aficionados de verdad salen del campo y se van a casa con la cabeza alta y la lección aprendida. Otra-vez-será. Pero, como quien bebe para olvidar, hagamos flash-back. Ya en cuartos de final de la Champions, yo prefiguré una gran final Madrid-Barça, y, muy ufano, proclamé mi apuesta a los cuatro vientos. Por tanto, para esa final del 19 de mayo en el Allianz Arena de Munich (hombre precavido vale por dos) yo tenía cerrada ya la lista de invitados; había elegido con esmero el vino de crianza, el jamón ibérico, el queso curado, la cecina de León, el pan candeal, la pizza barbacoa para los chicos, los dulces suculentos para el postre. Incluso, ay de mí, tenía en mente unas coplillas celebratorias que rimaban "campeón" con "Moët Chandon." Pero ayer, cerca ya de la media noche, todo cambió de pronto a golpe de infortunio. Un balón que se va a las nubes. Unas manos a la cabeza. Un gesto de incredulidad. El aprendizaje del dolor de mis hijos. Una reunión -19 de mayo, 20.30 h-, que queda anulada sin palabras. Pero el año próximo, que nadie lo dude, estaremos ahí, aquí, esperanzados y orgullosos -no arrogantes, no soberbios-, con las copas de buen vino y el queso y el pan sobre la mesa baja, frente al televisor. El fútbol es, efectivamente, "una disculpa para ser felices", y además, una disculpa maravillosa, lo juro. Pero también es una actividad extra escolar que nos enseña (si no nos volvemos tontos de remate) a sacarle partido... incluso a la derrota. De la victoria -a la que algunos estamos tan acostumbrados desde niños- no hace falta ni hablar; se celebra y punto. Pero, en fin, como hoy es jueves y el cielo está nublado aquí, en Madrid, voy a dedicar este post a mis hijos -Luis e Ignacio- que tienen el corazón tan blanco. No pudo ser, chicos, pero otra vez será.

miércoles, 25 de abril de 2012

la voz de pedro casariego

Ayer asistimos al ritual (casi un milagro en estos tiempos) de la presentación de un libro de poesía, La voz de Mallick, de Pedro Casariego Córdoba, publicado en 1981 y que ahora Eduardo Fraile -mitad monje, mitad príncipe de las bellas artes- reedita en su pequeña Tansonville, posiblemente -como la cerveza Carlsberg- la editora de poesía más bella del mundo. O al menos del mundo editorial que yo conozco. Pedro Casariego fue un poeta radical en el más puro sentido, un poeta visionario y de una lucidez que a veces puede parecernos delirante. Sus poemas discurren o gritan entre la exasperación y la belleza: "Sastres, / si lo sois, / vestid de belleza mi rabia." Pero también entre la insumisión y el deseo: "la debilidad del rebelde merece una piedad / mucho más honda / que el océano / pacífico / de los mansos." Un poeta pleno de fulguraciones y destellos que a veces deslumbran o desorientan, como cuando, en La canción de Van Horne, "tras un simbólico beso / a la simpática nadadora europea / que anuncia el refresco del año / parece dispuesto a improvisar / un saquito de brillantes / palabras." No hace falta ser ningún experto para darse uno cuenta de que Casariego entró en la casa del dolor como en su propia casa, y también queda muy claro que un poeta luminoso como él tenía que vérselas cara a cara con la oscuridad: "yo no sé si ilumino; / creo que a mi lado / todo se oscurece. / Espero que la noche que yo hago / sea una noche clara, / con una pareja de hogueras / y con un leopardo." Y así podríamos seguir casi indefinidamente entrando a saco en la obra (que es vida) de alguien que quiso marcharse siendo aún joven y hermoso, hace 19 años. Son muchos los poemas de Casariego que me emocionan; entre ellos Barnízate, unos versos de amor hermosísimos que me conmocionan profundamente: "sólo te echo de menos / cuando estás conmigo, / entonces trago más humo / tengo más miedo / veo más luces. / Van Gogh quiere pintarte los labios antes de morir." Yo sé que los ángeles existen; como existen los bellos rostros de perfil prerafaelista; como las palabras que desvelan o acarician con algo parecido al roce de una pluma que nos deja temblando. Luego viene el sueño y repara en silencio lo sucedido. Mañana será otro día.

martes, 24 de abril de 2012

flores son amores

Las tengo aquí delante, a mi izquierda, para poder verlas incluso cuando estoy mirando la pantalla del ordenador. Es un ramo de brazos abiertos que caen con gracia y arte a un lado y a otro del búcaro. Viéndolo así, yo diría que es un bodegón viviente. Está formado por tres variedades, de las cuales sólo conozco el nombre de una: lilas; las otras dos son también hermosas y fragantes. Pero lo mejor de todo, lo que le da al ramo un encanto innegable, un intangible valor añadido, es su condición de ilegal, de clandestino: son flores robadas. Y además robadas no casualmente sino con alevosía y nocturnidad. No es la primera vez. Una de estas noches de abril o mayo pasará un coche de policía cuando yo esté con los ojos en las ramas y me sorprenderán robando a manos llenas. "¿Qué está haciendo usted ahí?", me dirá el policía. "Pues ya ve, cogiendo unas flores." Quizá sea conducido por ello a comisaría y tenga que pasar allí la noche. Como en las películas, el poli bueno me dirá: "puede hacer una llamada, si quiere." No llamaré esta vez a mi abogado, pero si a mi mujer para decirle: "no me esperes levantada esta noche; estoy detenido en comisaría por robar flores para ti." Ni que decir tiene que mi vuelta a casa, al día siguiente, sería... de romancero. Y es que el amor nos lleva a hacer locuras. El propio amor es una locura en sí mismo. Aunque, bien mirado, no me desagrada en exceso ese posible expediente administrativo-policial en el que figure, junto a mi nombre y DNI, la fecha y la hora en que fui sorprendido robando flores en jardines ajenos. Valle-Inclán nos cuenta, a través de su alter ego, el Marqués de Bradomin, que le hubiera gustado ser "confesor de princesas."  Yo, mucho más modesto, aceptaría el título de "ladrón de flores sin ánimo de lucro." En fin, como diría Rosendo en canción inolvidable: Maneras de vivir.

lunes, 23 de abril de 2012

¡por san jorge!

Hoy, 23 de abril, tengo la coartada perfecta para poder exclamar, como lo hacían los virtuosos caballeros cristianos del Rey Arturo, aquello tan bonito de "¡Por San Jorge!" Y ya de paso, debo admitir que me encanta Camelot; incluso dando por hecho y por bueno que entre la Reina Ginebra y Lancelot hubo más que palabras y miradas de afecto. Yo en estos casos siempre me pongo de parte del amor amenazado y, a ser posible, prohibido; o sea, de los amores inconfesables, de los secretos amantes, de l'amour fou, de los finales felices que consiguen cruzar la frontera del Río Grande y ponerse a salvo de los federales y de los maridos vengativos, llenos de furia y de celos. El propio San Jorge era un romántico empedernido que, allá en la Capadocia, puso en riesgo su vida (y acabó perdiéndola, decapitado por el turco) para salvar del dragón a la bella princesa, hija del rey infame que luego ordenaría matarlo, por su bien, para de ese modo ascenderlo a los altares y convertirlo así en motivo de vidriera gótica, en tabla y en lienzo de los grandes museos, en exclamación caballeresca, en el St. George's Day, que traducido al cristiano significa "día del libro." Yo no sé por cuánto tiempo existirá el libro impreso; ignoro pues hasta cuándo habrá librerías y bibliotecas (quiero decir, no online). De momento, me tranquilizo calculando los años que me quedan de vida y de vista (50 años en el peor de los casos); hago números, calculo títulos, velocidad de lectura, bodas, bautizos, entierros; calculo también número de sobrinos, nietos, biznietos, películas irrenunciables, partidos Madrid-Barça, mañanas de abril, madrugadas en blanco, horas perdidas muy gustosamente... Una vez descontado todo eso, me salen limpiamente 50 libros al año, los cuales, multiplicados por 50 años de lúcida lectura (como mínimo, insisto) me dan una pequeña parte, aunque significativa, de los libros que me gustaría leer... este año. Yo confío en que, a pesar de los recortes en la Ciencia, en la Investigación, haya jóvenes científicos que de aquí en 20 años estén a punto de dar con la fórmula que, cuando llegue mi hora, me regale una prórroga de aproximadamente 5.000 libros más leídos, disfrutados, comentados. Tampoco estoy pidiendo tanto: 5.000 libros, 50.000 martinis, 500 millones de sueños y olvidos entre el último instante de luz y el primero de oscuridad. La espada de San Jorge divide el mundo: de una parte las tinieblas y de otra la ilustración, el miedo y la risa, los muslos y el almizcle, el mar y las campanas. Son cosas del momento, del instante, de lo que casi ni existe: materia de un futuro remoto al que yo aspiro, mucho después de los 50 años de lúcida lectura y de martinis que tengo por delante.

viernes, 20 de abril de 2012

después de tanto tiempo

Llevaba casi 20 años sin leer nada nuevo de Blanca Andreu. Blanca fue compañera mía de facultad, aunque en realidad apenas coincidimos un trimestre o dos, de 9 a 10 de la mañana, en un aula pequeña a la que ella solía llegar con retraso; pero gracias a ello podíamos observarla impunemente unos segundos, hasta que tomaba asiento. Blanca era bellísima y, más que delgada, efébica; ya es un tópico decirlo pero es verdad que tenía el cuello esbelto, bizantino, los ojos navegables y una voz oscura que le sentaba más que bien a su poesía. Había ganado el premio Adonais con un libro muy joven cuyo título citaba todo el mundo: De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall. No hay duda de que aquellos poemas tenían el aire de la época, la herencia de los novísimos, Venecia, Gimferrer, algunos porros (o lo que fuera), un particular surrealismo... Todo eso estaba ahí, pero también estaba ya su voz tan personal, tan reconocible. Quien más, quien menos, se sentía fascinado por Blanca Andreu, y muchos nos sabíamos de memoria o casi aquello de "amor mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo / y mi garganta de cicuta jónica"; o bien "así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto / voy hablando del trozo de universo que yo era..."; y sobre todo, cómo no, "di que querías ser caballo esbelto, / nombre de algún caballo mítico, / o acaso nombre de tristán y oscuro..." No puedo negarlo, esos versos me siguen conmoviendo, aunque es verdad que ahora de un modo distinto al de entonces. Pero, a lo que iba: con algo de retraso, he empezado a leer su libro de poemas más reciente: Los archivos griegos. Es otra Blanca Andreu, no hay duda. Tengo que leerlo despacio, y releerlo después, pero me gusta, sí, la música y el aire de los poemas leídos hasta ahora, y también la cita de Praxímanes que abre el poemario: "Centinela, ¿qué has visto en la noche?" Y el centinela responde: "He visto llegar la mañana." Debo decir aquí que nunca hablé con ella, pero sí la vi de cerca varias veces, nos cruzamos en los pasillos, observé su manera de andar y de moverse, escuché su voz leyendo poesía, su poesía. Hace tres o cuatro años, coincidimos en un restaurante japonés, Janatomo, junto a la Gran Vía; yo llegué con un grupo joven de compañeros de trabajo; ella estaba seria y sola en una mesa cercana; no me reconoció, claro; tampoco yo me acerqué a decirle, "hola, Blanca, ¿cómo estás?" Pero confío en que estará bien, porque es seguro que tras la noche, como el centinela de Praxímanes, ella habrá visto llegar la mañana con sus grandes ojos bellos de yegua jónica.

jueves, 19 de abril de 2012

hombres en los que confiar

Lo confieso: me encanta la publicidad de barrio. Me refiero a ese 'buzoneo' de octavillas urgentes que realiza un tendero con la ayuda de un sobrino que ha hecho un cursillo de diseño gráfico en CCC. Y me atrae irresistiblemente porque esa comunicación suele ser muy directa y muy libre, sin prejuicios publicitarios ni estrategias de marketing que amaneren las formas y difuminen el contenido. Pero es que, además, en la comunicación 'poligonera' o de barrio, de pequeño comercio, a menudo se da la figura impensable del creativo oculto detrás de un mostrador, o rellenando pedidos y albaranes en el almacén. Me refiero a ese pequeño comerciante que es lo más alejado que uno pueda imaginarse de lo que entendemos por un creativo de publicidad. Pues bien, resulta que ese atareado autónomo con dificultades -sin briefing, ni brainstorming ni nada que se lo parezca-, mientras está hablando por teléfono con un proveedor (y a la vez rellenando la quiniela), apunta en la contraportada del As: "no nos cansamos de vender barato", y sigue negociando con el proveedor. Yo sé lo difícil que resulta dar con un buen titular, y más aún con un concepto ajustado. Lleva su tiempo. Por eso me asombra esa capacidad de respuesta inmediata y desprejuicida para resolver complejas cuestiones semánticas de comunicación. Cuento todo esto porque ayer recibí una octavilla /color, pésimamente maquetada, en la que aparece un titular que lleva 24 horas dando vueltas en mi cabeza; dice así: "Compramos tu problema". Cuanto más lo pienso, más claro tengo que estamos ante una construcción diabólica. ¿Cómo es posible en pura lógica "comprar un problema"? En lenguaje poético, sí, cómo no, y ahí tenemos aquella copla genial que cantaba la Piquer: "¿Quién me compra este misterio?/ Adivina, adivinanza./ ¿Por quien llora, por quién bebe, / por quién sufre La Parrala?" Dos líneas más abajo, la octavilla nos desvela que "adelantamos el dinero para tus problemas." Y entre una cosa y otra: "resolvemos embargos, deudas (capital privado), herencias, descalificación..." Y también aparece un subtitular que dice: "deja de pasarlo mal, confía en nosotros." Tal como están las cosas, me he apuntado el teléfono de quienes van a comprar mi problema para que yo consiga dormir mejor. Porque, como le dijo Cary Grant a su hija: "me retiro del cine para poder ocuparme de ti; sé que lo has pasado mal estos años, pero quiero demostrarte que hay hombres en los que siempre podrás confiar."

miércoles, 18 de abril de 2012

jueves y hormonas

Puesto que hoy es miércoles, hablaré del jueves. Porque hay cosas que deben advertirse con al menos 24 horas de margen. ¿A qué viene tanto misterio? Muy sencillo: Psisology Today ha publicado un estudio realizado por la London School of Economics en el que se llega a la conclusión de que el jueves es el mejor día para practicar sexo. Tal cual. La investigación ha revelado que los jueves el cuerpo genera una cantidad mayor de hormonas sexuales. Al parecer, la testosterona masculina y los estrógenos de las mujeres alcanzan sus picos más altos en las primeras horas de la mañana del jueves. Interesante, sin duda. Pero a nadie se le escapa que ello comporta ciertos riesgos. Porque, vamos a ver: si uno es poco madrugador y retrasa perezosamente el momento de abandonar el cálido lecho del amor (qué bonito), en ese supuesto, el punto álgido de la libido le coge en el último tramo del regodeo en la voluptuosidad y la concupiscencia (qué dulces palabras). Pero, claro, si la libido alcanza su cénit cuando uno ya está en la oficina, junto a la máquina de café, charlando con una compañera... pues la cosas cambia. Porque, además, par esa compañera también es jueves por la mañana, y el triángulo formado por altos niveles de testosterona, estrógenos y cafeína... digamos que invita a vivir una experiencia memorable. Por ejemplo, un cruce de miradas sostenido en lo alto del silencio durante un par de segundos. Y sabemos por experiencia que hay cruces de miradas más perturbadores aun que un lento cruce de piernas. Luego nos sorprende que pasen cosas, pero, con todo ese baile de hormonas y lujurias que se celebra en nuestro interior, lo raro es que cada mañana de jueves no se desate una orgía en los lavabos de todas las oficinas, de todos los despachos, ministerios, gabinetes, de todas las fábricas, laboratorios, universidades, de todas las agencias de publicidad del mundo. Y eso no sucede, contra toda lógica, porque somos unos santos varones, y ellas unas esposas o novias abnegadas, que hemos hecho de la fidelidad (mal entendida, pienso yo) y de la monogamía talibán un tabú que, como tal, no se somete al toma y daca de la dialéctica, de la crítica, del pensamiento científico. Y en esas estamos: con los estrógenos disparados y el cortisol en un grito. Eso sí, el estudio demuestra que el jueves también es el día más productivo en el trabajo. Y el martes el más flojo en todo. No quiero con esto dar ideas al Gobierno para incrementar la productividad (que falta nos hace). Esas propuestas yo las veo más apropiadas en una especie de Educación para la Ciudadanía dirigida a los adultos. Aunque me temo que ni el Gobierno ni los adultos (no todos, al menos) estamos aún maduros para ello.

martes, 17 de abril de 2012

uno de los nuestros

Tranquilos. Aunque resulte difícil (por demasiado fácil), no haré ningún chiste sobre armas, elefantes y primeras damas argentinas. Ayer escribí aquí sobre mi manía (no es la única) de recortar y guardar, de apuntar frases o ideas, de estar siempre a la que salta y tomar nota de ello. Nadie me ha pedido que lo haga, pero, ya veis, no hay ocurrencia, disparate o brillantez que no pase a alguna de mis libretas, anotaciones, recortes, papelitos sueltos que -como ocurrió el otro día en un descuido mío- a veces se traga el tubo del aspirador. No es el caso de este minúsculo recorte de prensa color salmón que firma el Nobel de Economía Paul Krugman; empezaba su artículo de hace dos semanas diciendo: "Alto, escuchen, ¿qué es eso que se oye?" Estamos ante un comienzo muy teatral: primero nos detiene: "alto"; a continuación nos invita a estar atentos: "escuchen". Ese comienzo apremiante de Krugman es tan versátil que vale por igual para sacarle los colores a los informativos de la Fox como para reflexionar 20" (lo que dura un spot en la tele o una cuña de radio) sobre lo que está pasando. ¿Y qué está pasando? Debo tener por ahí un clip que hicimos en la agencia -io community- para felicitar el nuevo año a clientes y amigos: "¿Qué pasa por Navidad?" Si lo busco, lo encuentro, pero no lo necesito para poder decir que lo que está pasando es ruido, 'mucho, mucho, mucho ruido'. Quizá, si no levantáramos tanto la voz, descenderían los índices de contaminación acústica, nos escucharíamos mejor, sabríamos lo que pensamos unos de otros, y lo que de nosotros piensan. Pero con todo este vocerío es difícil pensar y estudiar. En España 'manca finezza' (falta finura), dijo el gran cínico Andreotti. Eso sí, el sentido ácrata del humor no hay quien nos lo quite; quizá sea ése el último y más irreductible valor con el que se defienden estos tipos inexplicables y anacrónicos que todavía, cuando alguien les pregunta por su nacionalidad, responden, respondemos: "española". Me conmueve (y casi que me encanta) esa ligereza. Recuerdo que en El arte nuevo de hacer comedias Lope hablaba de "la cólera del español sentado." Hoy me siento poco español y poco sentado. Pero esta noche, en ese maravilloso estadio de Munich llamado 'Allianz Arena', recobraré la nacionalidad madridista y volveré a sentirme uno de los nuestros. En esos bellos estadios de la vieja Europa, a los merengues con memoria nos gusta medirnos frente a los que todo lo ganamos y todo lo perdimos... a una sola carta, a dos partidos en semifinales. Tenemos 9 copas; más que nadie; si ganamos la 10ª, daremos un abrazo al finalista y proclamaremos que ése es el segundo mejor equipo del mundo. Y si además fuese el Barça, pues ya sería definitivo.

lunes, 16 de abril de 2012

cajón desastre

Tengo la costumbre (ya casi manía) de guardar artículos, recortar viñetas, apuntar frases, cosas que leo o escucho a cualquier hora, en cualquier bar o medio de transporte. No sé cuándo empecé a hacerlo, pero sí recuerdo carpetas con suplementos culturales del diario Informaciones, o crónicas deportivas del diario Pueblo, o reseñas de libros y críticas cinematográficas aparecidas en Dirigido por o en La Estafeta Literaria, Quimera, Barcarola, Los Cuadernos del Norte... Pura arqueología. Y estas cosas -como ocurre con los problemas de espalda, las malas posturas, el amor al cine, el malestar de los domingos por la tarde- con el tiempo no sólo no desaparecen sino que suelen ir a más. A día de hoy mantengo abiertas y muy vivas tres libretas que acogen ideas, frases, párrafos, direcciones (no todas recomendables). Una de ellas es un regalo de alguien a quien mucho quiero desde siempre, desde cuando yo era joven y ya enamoradizo: una moleskine de bolsillo en la que sólo apunto las cosas más divertidas o ingeniosas o gamberras, esos aforismos o diálogos de cine o brillantes monólogos que por sí solos nos indultan una mala tarde, un mal rollo de lunes (¡Dios bendiga los lunes!), una mañana de esas que no apetece estar de buen humor, vamos a decirlo así.  Por ejemplo: "No es tu media naranja, es tu exprimidor"; o bien este clásico de la observación: "los martillos lo ven todo en forma de clavo." Tres libretas, decía. La segunda es regalo de un viejo amigo, Antonio Piedra -nada que ver con María Lapiedra-, que lleva en la portada un logo de Chillida y un lema en la pagina 3: Scribendi nullus finis. O dicho en latín actual: Nunca se acaba de escribir. Lo último que he anotado en ella es una frase de Muñoz Molina leída anteayer: "Uno no escribe para contar lo que sabe, sino para saber lo que cuenta." En la tercera libreta escribo banalidades y ocurrencias, aunque también cosas breves que en medio segundo me producen fascinación o envidia.¿Como qué? Como el título de una novela de la que me ha hablado un amigo muy amigo desde hace ya treinta y tantos años: Los ojos de Natalie Wood. Qué buen título. Qué mirada para quedarse a vivir en ella. Aunque sea en el fondo del mar de Lope de Vega y José Hierro: "abre tus verdes ojos, Marta, que quiero oír el mar."

viernes, 13 de abril de 2012

okupas

Llevo varios días viendo imágenes del Audi A1 Sportback. Me gusta ese coche; me recuerda al Golf GTI gris grafito que tuve en los 80. Y llevo también varios días queriendo hablar aquí de coches, pero por una u otra razón se me cruza algún tema y me cambia el itinerario. También hoy tendrán que esperar el sonido redondo del motor, el tacto del volante, la inclinación casi erótica al tomar una curva o ese momento en que llevas la diestra a la palanca de cambios, pisas el embrague y pasas suavemente de cuarta a quinta. Todo eso tendrá que esperar, porque una amiga me ha servido en bandeja de plata una idea más o menos fantástica. Para ahorrarme derechos de copyright, haré como si la idea fuese enteramente mía. La tesis sería ésta: alguien que ha entrado alguna vez en los sueños de alguien, estaría capacitado de algún modo para moverse o intervenir en el espacio vital del soñante. Porque, vamos a ver, si a Pirandello se le 'aparecen' sus propios personajes y le piden cuentas; si a Unamuno (con ser Unamuno) se le presenta en su despacho Augusto Pérez, el protagonista de Niebla, exigiéndole explicaciones, ¿por qué una persona real que se introduce en un sueño no va a tener acceso y capacidad -de algún modo, repito- para pasearse en silencio por la casa del soñante, curiosear en sus armarios, mirarse en sus espejos, extraer un libro de sus estanterías y leer algo al azar? Cuando uno se sienta a escribir de espaldas al salón y al resto de la casa, sabe por experiencia que detrás de él... pasan cosas, vamos a decirlo así. No seamos ingenuos: unos más, otros menos, todos recibimos 'visitantes'. Defender lo contrario sería negar la evidencia, y además, no por mucho repetir que "no hay nadie ahí, ¿verdad que no?" vamos a convencernos de que en efecto no hay nadie conteniendo la respiración en el pasillo. Existen sobradas pruebas de ello. Otra cosa es que miremos para otro lado, pero estar... están. Y ya no digamos cuando volvemos de viaje, tras unas vacaciones en que la casa ha permanecido vacía (o eso nos creemos). La verdad, no me molesta que anden por ahí. Después de todo, no me importaría ser uno de ellos algún día y visitar casas desocupadas por una semana, aspirar el aroma de algunas flores ajenas, entrar en dormitorios de amantes que ignoran mientras duermen lo que está ocurriendo a su alrededor, a escasa distancia de sus cuerpos rendidos, donde las sábanas revueltas dibujan arrugas que, como las rayas de los tigres, son obras de arte. Y no afirmo que tenga que haber alguien mirando; lo que digo es que si te despiertas en ese instante, notas que, en efecto, no hay nadie ahí, pero es evidente que lo ha habido hasta hace un minuto. O dos. Y no pasa nada.

jueves, 12 de abril de 2012

por alegrías

Hace dos semanas leí que "hoy ser un héroe o santo laico consiste en promulgar el optimismo y la alegría de vivir como la única salvación personal." Y poco después decía que "cuando todo parece venirse abajo, un héroe realmente actual debería levantarse cada mañana dispuesto a anunciar la inmensa suerte que tenemos de estar vivos." No hace falta decir a estas alturas que yo no soy ningún héroe ni aspiro a serlo -más bien lo contrario-, pero intento aquí no dejarme llevar por ese estado de malestar tan contagioso (sobran los motivos) que se propaga como un virus informático. Y conste que no me resulta fácil. Muchos días, tras oír las noticias en el desayuno, mandaría directamente no digo a dónde al Señor Presidente del Gobierno, al Jefe de la Oposición, a la Banca en pleno (el eslogan "la Banca al banquillo" lo tiene todo para triunfar en el aniversario del 15-M), a los Consejos de Administración (180.000 € por asistir a doce reuniones /año) de las principales empresa y corporaciones, a Bruselas (y lo siento por mi querido Jacques Brell), y muy especialmente a los Mercados, esos bandidos para los que habría que instalar cada lunes, como soñaba el gran don Ramón María del Valle-Inclán, la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Pero no quiero ponerme este jueves demasiado jacobino, y menos a la hora del martini; ya sabemos que "donde estés, y a la hora que estés, un martini te invita a vivir." Lo admito, no puedo ocultar que ésta ha sido una hábil maniobra para volver al principio del post y retomarlo con cierto estilo. Una buena amiga y seguidora de este blog se encuentra de baja a causa de una "vasculitis aguda" que ayer me explicó por teléfono con su voz tan personal y su atractiva prosodia. Entre otras cosas lúcidas, me transmitió las palabras de un médico amigo suyo, una opinión autorizada. En síntesis, lo que éste le dijo a mi amiga fue algo así como: "Mira, querida, no deberíamos quejarnos, porque, tenemos tantas cosas en el cuerpo que pueden dejar de funcionar en cualquier momento..." Y, mientras ella me lo contaba por teléfono, no pude evitar acordarme de Enrique Morente el grande, el más grande, cuando decía aquello de "estamos vivos de milagro." Y tanto que sí. Porque a la menor ocasión se entera uno de que "...y de pronto, no estaba el pájaro en la rama." Bueno, vale, bien. Tengo la sensación de haber dicho o intentado decir aquí más cosas de las que soy capaz de enumerar del uno al tres, del nueve al nuevo, de la sota al rey, del alejandrino modernista al hexámetro griego. Todo, pues, queda dicho o a medio decir. ¿Qué tal si lo dejamos para mañana?



miércoles, 11 de abril de 2012

¿hablamos de sexo?

No hay duda: es el tema; de un modo u otro, el sexo está omnipresente en los medios de comunicación, en el cine, en la literatura, en las conversaciones, en las bromas, por supuesto que en la publicidad. Está claro que nos apasiona hablar de sexo. O jugar a ello: ambigüedades, equívocos, dobles sentidos, elipsis, insinuaciones... Quien más, quien menos, todos nos sentimos autorizados para hacer algún chiste o decir alguna supuesta ingeniosidad al respecto; incluso los obispos o arzobispos -que son célibes o archicélibes- se sienten en su salsa hablando de sexo a la menor ocasión, y en particular del mundo gay (o sea, 'la gaya ciencia', 'el gay saber'), que últimamente los tiene locos. Pero, dejando aparte las homilías de los monseñores, es cierto que el sexo está ahí, y acá, y allá, y en todas partes. A mí, sin ir más lejos, todos los días, al abrir el correo electrónico, me ofrecen sexo gratis un montón de "chicas de tu ciudad". Me pregunto qué habrán visto en mí para insistir de ese modo tan reiterado en ofrecerme el paraíso. ¿Acaso doy de pleno el perfil del 'target group' al que se dirigen los agentes de estas chicas de mi ciudad? No lo sé. Yo sólo soy un hombre humilde y casado que cumple (o eso cree) con sus deberes de esposo y ciudadano. Entonces, ¿por qué a mí? ¿Por qué esa insistencia de las Tamaras y las Pandoras, de Mariló, de Chantal, de Berenice... en proponerme encuentros y locuras? Y voy más allá, ¿por qué Coral quiere "tener algo contigo"? Qué cabrona; es como si supiera que esa canción ("...hace tiempo que me muero por tener algo contigo") me acompaña desde no sé los años en los momentos más tentadores. Pero no sólo los e-mails nos proponen sexo fantástico: abres el periódico y no tardas en encontrar cuatro páginas de relax repletas de anuncios por palabras, clases de francés y de griego profundo, masajes tántricos, body to body, ofertas 2x1, bolas chinas,  black kisses... La media está en 50 € aprox. Tampoco es tanto, qué coño, si a cambio nos espera un sueño de seda salvaje o terciopelo azul en algún lugar con vistas al Edén. Y eso por no hablar de las páginas de internet que uno se encuentra, casi sin pretenderlo, en las silenciosas madrugadas de insomnio. Yo diría que el 90% de internet es puro sexo para todos los gustos y perversiones de todas las edades. Lo demás son goles de Messi y bellas maneras de Cristiano Ronaldo. Por cierto, esta noche hay un derby de los grandes: Atleti- Real  Madrid. Mi pronóstico: 1-3. Si ese resultado lo trasladamos al tema de hoy, lo que nos espera es una 'gang-bang', una fiesta secreta, sí, pero bien alegre y casi babilónica.

martes, 10 de abril de 2012

no sé si me repito

A veces tengo la sensación de repetirme, o de estar a punto de ello, y dudo si este posible post o aquel otro serán originales o los habré escrito ya. No es exactamente un déjà vu, pero sí una sospecha no del todo infundada, un cosquilleo en algún difuso lugar de la memoria. Es como cuando, al charlar con alguien, dudamos si lo que estamos revelándole se lo habremos contado ya o no hace tres días o una semana. Por eso utilizamos el recurso de "no sé si te he dicho que..."  Pero, como soy algo malmemoriado (aunque tengo una aceptable memoria para algunas citas, besos, momentos estelares más acá de Orión), me pregunto por principio si estaré repitiéndome; vamos, que pienso mal de mí 'por si acaso.' Y es que, después de mil noches de copas y conversaciones hasta las tantas, no resulta fácil mantenerse lúcido e irrepetido en todas las frases y momentos. Y si, además, de vez en cuando, mientes con arte (para que la conversación salga ganando), entonces el esfuerzo de memoria ha de ser mucho mayor. Aunque, claro, para al amante de la buena conversación resulta intolerable ser pillado en un renuncio, en una trampa de mal jugador (y mal tramposo): ello atenta contra la dignidad del buen conversador y contra el propio discurrir del relato. Repetirnos es la prueba de nuestras limitaciones. De igual modo que tenemos contados los días (los viajes, los libros, los amores), así también tenemos un número clauso de temas y de frases. Y a partir de ahí, variaciones. Intento no repetirme al escribir cada día en este blog, pero supongo que ello resulta inevitable. Después de todo, la vida se repite. Y para demostrarlo, ahí están los ciclos, la tradición, incluso el autoplagio. Por eso, cuando algo nos encandila por su novedosa originalidad, lo elogiamos con el adjetivo "irrepetible". Valoramos pues lo excepcional, lo distinto; y de ahí pasamos a lo raro; y de lo raro, por qué no, a lo "excesivamente peculiar u original": lo extravagante. Y todo ello para singularizarnos, huir de lo común, establecer diferencias con los otros. Pero acabamos repitiéndonos. Como se repiten la lluvia o el frío en Viernes Santo, las sentidas palabras de pésame en los duelos, las lilas en abril, las miradas sonreídas en mitad de un silencio, aprovechando una pausa, un espacio en blanco entre el sujeto y el verbo, o entre la acción del verbo y el matiz del predicado. No sé. Tiendo a creer que la única originalidad posible está en el silencio, en las ideas no formuladas, en los pensamientos no escritos. O, mejor aún, ni siquiera imaginados. Todo eso es verdad, pero también sabemos desde Lorca en Nueva York que "hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora."

miércoles, 4 de abril de 2012

escapada

Hay una campaña de las aerolíneas EasyJet que dice: "Un viaje es para siempre. ¿Nos vamos?" Y se ve a una pareja consultando un mapa o algo así. El viaje siempre es tentador, y más en estos días en que la primavera despierta en medio mundo. ¡Si yo pudiera secuestrar a la mujer que más me gusta y escaparme con ella a Marienbad o a la Gran Manzana sin que nadie sepa nuestro paradero! Pero ella es de una sensatez incorregible, y no hay modo de que deje de serlo por una semana de pasión. Sin mucha fe, especulo con la idea de escaparme yo solo a un lugar desconocido y exótico, como quien huye de su destino. Y allí hacerme pasar por otro: un falsificador de arte, un acompañante asiduo de señoras mayores enjoyadas, un croupier con pésima reputación, vetado en los casinos de Europa... Algo así. Me veo como el James Mason de Operación Cicerón al final de la película. O sea, un tipo elegante pero deplorable; aunque todo falso, claro, y sólo por unos días. Escapar es algo a la vez tentador y vertiginoso. Escapar de la justicia, escapar del castigo, escapar de la rutina, escaparse uno de las obligaciones. Recuerdo cuando el bravo Iturralde se escapó de casa y del colegio de los maristas (en 2º de bachillerato, el de entonces; teníamos 12 o 13 años) y durante varios días permaneció 'prófugo'. Circularon todo tipo de rumores en el patio y en las aulas. Y qué inocultable admiración sentimos todos hacia él, y qué secreta envidia. Cuando, pasados unos días, Iturralde volvió al colegio, le recibimos como lo que era: nuestro héroe. Nos contó con voz viril -él ya fumaba como un hombre- que había estado con un amigo maletilla toreando de noche, en secreto, por las dehesas del campo de Salamanca. Así, tal cual. No podía haber encontrado nada más evocador, legendario y romántico. Y además todo ello envuelto en esa cosa embriagadora que tiene la clandestinidad. Iturralde nos volvió a todos medio toreros, medio poetas (sin saberlo) de la rebeldía, de la escapada... Y quizá de ahí me venga este anhelo insatisfecho de escapar de no sé qué con rumbo a quién sabe dónde. Bueno, todo esto ha sido un circunloquio, un rodeo para anunciar que a partir de hoy le concedo vacaciones al blog hasta la semana que viene. De todos modos, os tendré presentes en mis oraciones, allá en la ascética Tierra de Campos.

martes, 3 de abril de 2012

laboratorio de sueños

Yo rara vez recuerdo al despertar lo soñado durante la noche. Hoy sí. Y además ha sido un sueño muy muy agradable. Hacía mucho tiempo que no tenía ese tipo de sueños, regalo de los dioses. Creo haber contado ya aquí una vieja idea, quizá no tan lejana o improbable como pueda parecer a primera vista: pastillas para soñar. O mejor dicho, pastillas con un sueño dentro: cada comprimido con su sueño específico. Por ejemplo, pastilla verde: paisajes paradisíacos; pastilla azul: éxitos profesionales; pastilla roja: conduces un Ferrari por la costa monegasca; pastilla rosa: una noche con... a elegir: Angelina Jolie, Rihanna, Irina Shayk, Adriana Lima, Anita Blond, etc. Y otro tanto con los hombres, claro está. El precio por pastilla variaría en función de la exigencia y la complejidad del sueño incorporado. Puesto que es una idea que tengo muy desarrollada (duermo mal), además del prêt à porter, también se podría adquirir pastillas exclusivas de autodiseño: tú escribes al laboratorio especificando con todo detalle qué sueño deseas y cómo lo quieres. Aunque, claro, el coste de producción resultaría elevado y no al alcance de cualquiera. La exclusividad se paga. Pero, en fin, una vez al año... Y como regalo-sorpresa a tu pareja también resultaría de gran aceptación. Aunque en la originalidad y en el acierto del sueño personalizado trataríamos todos de superarnos cada año. Lo cual pondría a prueba no sólo nuestro talento creativo y la sensibilidad de cada uno: también el tiempo dedicado a diseñar el sueño encargado  para ella o él. Como siempre pasa, surgiría un mercado negro. Negro porque los poderosos, los hombres muy ocupados, encargarían a un 'negro' que pensara por ellos y les escribiera el sueño a regalar a su esposa el próximo aniversario de boda. Pero, bien mirado, los copys publicitarios quizá encontraríamos ahí una salida nada despreciable a la crisis del sector (como freerelancers, por supuesto; aquí ya no se hace fijo ni a Dios). Puede parecer un poco de nada, pero si un miembro del consejo de administración de Endesa o de Red Eléctrica te encarga un par de sueños para su esposa... pues te indulta el mes. O te paga las vacaciones. No es por presumir, pero estoy convencido de que yo ahí -tan solo con la comunicación 'boca a boca'- pronto me haría con una cartera de clientes (satisfechos) muy interesante. Y además gozaría de una información privilegiada acerca de los sueños de sus esposas. O maridos. O amantes. Fantasías, tríos, locuras de las que no hay que rendir cuentas a nadie... Ufffffff. Sólo con imaginarlo, da vértigo.

lunes, 2 de abril de 2012

virgo

Algo tengo que estar haciendo mal o muy mal para contravenir de un modo tan persistente los favorables augurios de los astros. Cada sábado leo a la prestigiosa astróloga Susan Miller -"sus predicciones son las más solicitadas en Hollywood"- para conocer los pronósticos que el zodiaco me tiene asignados. Son magníficos casi siempre. Esta semana, por ejemplo, me viene de perlas: "Venus entrará en el sector profesional el martes, lo que permitirá que los demás vean a los virgo con toda su luz." Y además: "Mercurio entrará en el sector de las relaciones el miércoles", y, en consecuencia, "si daba por perdida una alianza empresarial, ahora se abre una oportunidad para encauzarla." Ya me estoy viendo, dejando que suene y suene el teléfono. Que espere Publicis; y si es Sacchi & Sacchi quien llama, que espere también. Después de todo, estamos en semana de vacaciones, y lo normal es que yo me encuentre en Bahamas o en algún remoto paraíso fiscal, donde, como es sabido, los inhibidores de frecuencia nos protegen de llamadas y preocupaciones. Allí no hay lugar para los sustos y los nervios: allí nos entregamos al daikiri y al spa, a la espuma de las olas, al masaje tántrico, a sentir la brisa dorándonos la piel a bordo de un Maserati descapotable. Que esperen, qué coño. O que vuelvan a llamar más tarde, que en este momento estoy ocupado y no puedo ponerme, ¿verdad que no, chicas? Pero todo eso lo echo yo a perder por descreído y por refractario. ¡Qué bien me hubiera ido en la vida de haber sido un tipo menos raro! De todos modos, quiero dejar constancia aquí de que los astros y el horóscopo están en lo cierto: soy yo quien, por mi mala cabeza y terquedad, incumple los pronósticos y desvía el rumbo apacible que me venía dado. Si volviese a nacer un 14 de septiembre, conservaría algunas cosas, sí, pero haría todo lo posible por ser otro, y por dar la razón a las estrellas. Quede claro que Susan Miller y el zodiaco dicen cabalmente la verdad de lo escrito: las estrellas no están equivocadas; soy yo quien no sabe coincidir con el designio de los astros y echa a perder milenios, luminarias, generaciones de astrólogos. Algún día o noche tendré que rendir cuentas al cielo de mi desobediencia, de mi arrogancia, quizá de mi desidia... Leo una frase de Carl Sagan que me tranquiliza y a la vez me entristece: califica todo ese mundo de augurios como "filigranas de la ensoñación." Qué lástima. Pero también, qué maravilla. Bueno, dejémoslo. A pesar de ser lunes, echo aquí el resto y traigo una joya de Borges: "Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno."