martes, 31 de julio de 2012

se está bien aquí

Tengo tan incorporada la dinámica de este blog a mi vida diaria que no sé cómo voy a sobrellevar el periodo de abstinencia durante el mes de agosto. Y es que la dosis de un post diario acaba convirtiéndose en algo muy adictivo, tanto como pueda ser para algunos la visita semanal al psicoanalista, o el café solo, doble y bien cargado para empezar el día, o la pastilla de orfidal cada noche para conciliar el sueño. Pero soy consciente de que debo dar descanso a los lectores, concederles (y concederme yo mismo) una tregua de cuatro semanas. Por cierto, el número de lectores que entran a diario y visitan nuestro bar se ha duplicado en los dos o tres últimos meses. Es algo así como dar una miniconferencia cada día y comprobar una y otra vez que hay en torno a cien personas escuchándote diariamente. No está nada mal.Y ello sin ninguna publicidad ni formar parte de ningún soporte más amplio. De cara a la nueva temporada, tengo que pensar qué cambios introduzco, tanto formales como estratégicos. ¿Qué hacer? ¿Altero la distribución, sustituyo el decorado, pinto las paredes de otro color, pongo otra luz? Es más: dudo si mantener el nombre original, diario de un copy en crisis. Hace tiempo que dejé de ser un copy en crisis para pasar a la categoría de 'copy en paro', y ahora ya... apenas me siento copy, después de casi 30 años de serlo, dicho sea esto sin el menor atisbo de acritud. Entonces, si no soy copy, ¿qué soy ahora, doctor? "Vos sos algo muy moderno, muy minimalista, sos un... un microwriter que escribe un blog. Un blog chiquito, sí, pero lindo, ¿viste?" Y continúa: "Está bien, sha no hasés spots o audiovisuales... pero lo que vos hasés ahora es casi lo mismo, solo que diferente: ahora escribís ¡neurometrajes! ¿Me entendés?" Yo asiento desde el diván, claro, pero no, no termino de entender del todo. Luego me dirá en perfecto argentino persuasivo que debo "monetarizar" mi blog. ¿Cómo? Permitiendo en él los banners, la publicidad... y promoviendo un be to be por el cual cada lector traiga a este blog, como mínimo, un nuevo visitante a prueba, a cata y a prueba. Y si le gusta, se queda hasta más ver. Así es como se hacen las clientelas. Y las grandes fortunas. Esas a las que no mete mano ni dios. Punto y aparte. Puesto que hoy no tengo tiempo ni espacio para despedirme comme il faut, mañana me haré el distraído y le robaré un post en blanco al 1 de agosto. Ya sabéis que para mí -y para algunos millones de personas mejores que yo- la educación, la buena educación, es lo primero.

lunes, 30 de julio de 2012

ese punto kitsch

Es raro que no haya escrito ya este mismo post media docena de veces. Y lo es porque cada uno tiene sus perversiones; entre las mías ocupa un lugar no menor el reino de lo kitsch, lo cursi, lo hortera y otras hierbas de mal gusto. Ese reino acoge manifestaciones y espacios de los más diversos: desde peluquerías de barrio con unas fotos de peinados increíbles y miradas evanescentes hasta algunos bares -AbraxasÉbano nigth club, Magnolia's, Baby Jean, Mogambo- con las paredes forradas de una sintética piel de cebra y dos leopardas detrás de la barra, gobernando el garito y mascando chicle. También hay tiendas poligoneras especializadas en salones y dormitorios baratos que quitan el sentido: he visto cuadros muy muy pasteleros en la cabecera de la cama-piloto en los que, por ejemplo, un unicornio blanco parece querer besar a una doncella desnuda de dorados cabellos, grandes pechos, párpados caídos y labios entreabiertos, en una especie de alegoría entre porno y mitológica. En los 70 y 80, había boîtes y discotecas que tenían su punto de horterez caliente. Aunque ninguna comparable con aquella de la calle Leganitos, junto a la Gran Vía madrileña. Sólo estuve en ella una vez, primeros años 80, y en formato 'dobles parejas' (ellas pidieron peppermint con granadina, o sea, la hostia), pero nunca olvidaré aquel laberinto de reservados con celosía, pequeño sofá y teléfono conectado a la barra; la música era dulzona y ya muy pasada, tipo Enmanuelle, o Balada para Adelina, del almibarado Richard Clayderman, y también canciones 'románticas' como Sabato pomeriggio, de Claudio Baglioni ("gorrionsito, quéee melancolía"), o nuestro recio Pablo Abraira con su Gavilán o paloma. Claro que el templo kitsch por excelencia era El Samovar, muy cerca del hotel Palace: un sótano entre veneciano y canalla, barroco, abigarrado, operístico, con capitonés violeta y gruesos cortinones de terciopelo. En El Samovar viví, aunque esté mal decirlo, más de una noche de gloria, incluso alguna tarde de amor. Ya en el terreno de la ilustración, los carteles, los discos, la publicidad, etc, fue decisivo para el reinado hortera/kitsch el uso y abuso del aerógrafo, tran setentero y ochentero. Con ello alcanzó su climax una estética amanerada y artificiosa, pero resultona al cabo, que invadió todos los campos en mayor o menor medida. Todavía hoy, 30 años después, a veces veo coches macarras tuneados deliberadamente con esa estética discotequera de aerógrafo y fiebre del sábado noche. El tema da para un ensayo de 500 páginas bien documentadas e ilustradas. Quien esté capacitado, y se atreva con ello, que dé un paso al frente.

viernes, 27 de julio de 2012

veraneo

Por todas partes nos llegan propuestas para pasar unas vacaciones de ensueño y a unos precios irresistibles. Rivera Maya, Costa Dálmata, crucero por las islas griegas, 7 noches en Punta Cana, hotel 5*, por sólo 920 €, 5 noches en Fuengirola, hotel 4*, por apenas 129 €, que da incluso apuro decir un precio así. En fin, hay ofertas para todos los gustos y todos los bolsillos: ¡5 noches en el Algarve por 59 €! Yo, si pudiera, picotearía un poco de aquí, un poco de allá, no mucho calor, algo de lago Como, crucero de Copenhague a San Petersburgo con escala en los puertos del Báltico, una semanita en el concejo de Llanes, otra en San Sebastián, veinte días a la sombra de la higuera en Tierra de Campos, con buenos libros, buen crianza, buen pan y buen queso, con excursiones por el románico palentino... Y así hasta completar los tres meses reglamentarios de las vacaciones escolares que todo ciudadano debería tener garantizadas por ley: del 20 de junio al 15 de septiembre, cómo mínimo, y ni un paso atrás. Sólo así se puede 'veranear' de verdad, que es un concepto caído en desuso: el veraneo, los veraneantes... Pienso en las dachas veraniegas de las obras de Chejov, en los hoteles des Bains en Deauville o en Biarritz,  en aquellos balnearios de Karlovy Vary, Baden-Baden, Marienbad... incluso el de Cestona, que estaba muy bien, me consta. Pero, claro, para recuperar ese deseable ritmo de vida y ocio slow -es sabido el prestigio de que gozan las denominadas Slow Cities o Cittaslow- hay que adaptar el tiempo al tempo, y adecuar el calendario laboral a las aspiraciones revolucionarias de ocio y calidad de vida. O sea, menos de tres meses, nada. Y no es por presumir, pero tengo muy desarrollado ese programa laboral y su calendario correspondiente, que ya mismo pongo a disposición de los compañeros de Comisiones y UGT. En síntesis: quedarían suprimidos todos los 'puentes' y algunas fiestas no civiles (a determinar por Comunidades) y se exigiría trabajar en serio pero alegremente en horario ininterrumpido de 9.00 a 14.00 h, o bien -en función del clima, época del año, cultura, etc- de 8.00 a 13.00, o de 10.00 a 15.00 de lunes a jueves sin excepción. Pero esa es otra historia. Yo, por ahora, voy a seguir veraneando en Madrid de lunes a viernes, con maitines a las 7, caminata de 8 a 9, silencio, lectura, scriptorium, cerveza fría antes de comer, refectorio, siesta, penumbra, meditación, 20 largos de piscina, conversación telefónica, cine de verano, alguna égloga o soneto antes de apagar la luz, alguna fantasía inofensiva mientras va llegando el sueño.

jueves, 26 de julio de 2012

has sido una niña mala

Por lo que voy viendo, se han puesto muy de moda la novela erótica y los microrrelatos. Está bien, me siento cómodo en ambos géneros. Aparte de la exitosa 50 sombras de grey, y de su continuación, 50 sombras más oscuras, y de la tercera entrega, 50 sombras liberadas, todas ellas de la norteamericana E.L.James, por ahí andan circulando otras sombras como sueños inconfesables. Por ejemplo, Los amantes, de Pierre Bisiou, editorial Grijalbo, con una portada más que sugerente y una sinopsis que está pidiendo a gritos añadir hielo, mucho hielo, al café. O la prometedora Diario de una voyeur, de Maya Reynolds, donde la tímida Sandy sólo tiene un vicio: espiar cada noche a sus vecinos y dejarse llevar por las más locas fantasías. Todo va de maravilla hasta que una noche suena el teléfono y una voz masculina le susurra: "has sido una niña mala." Resulta que ella, mientras espiaba, estaba siendo espiada a su vez. Me la pido. Otros títulos son El sabor de la miel, de Salwa Al Neimi, El rapto de la Bella Durmiente, de Anne Rice, o Perverti Dos, colección de relatos de varios autores, editada por Traspiés, donde, "a través de un variopinto catálogo de propuestas lúbricas", podemos acceder al conocimiento de parafilias (o sea, perversiones) tales como la 'enterolagnia', el troulesismo' o la 'anortografofilia', por citar sólo las más sencillitas. En fin, que agosto promete altas temperaturas y páginas lubricantes. Como dijo en frase ya universal la editora Beatriz de Moura: son libros para ser leídos "con una sola mano." A los microrrelatos les voy a dedicar, lógicamente, menos espacio. Pero sí el suficiente para citar dos títulos que quiero leer en breve: Antología del microrrelato español (1906-2011), editado por Cátedra, y también Los cuentos más breves del mundo, de Esopo a Kafka, publicado en Páginas de Espuma. A propósito de Kafka: no sé si ya he citado alguna vez La cucaracha soñadora, del gran miniaturista Augusto Monterroso: "Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha." Siempre digo que lo bueno si breve, dos veces breve.

miércoles, 25 de julio de 2012

novias

En el post del lunes -entre el pudor y la impudicia- defendía yo algo así como que por sus casas los conoceréis. Aunque, como dicen los abogados en las películas, 'no es menos cierto' que si conociéramos a las novias o amores que ha tenido cada uno podríamos hacernos una idea cabal de cómo es él, o ella. Y si sabemos cómo es, estaremos muy cerca de saber quién es. Más que nada por aquello de dime con quién andas... y te diré con quién vas. Hoy estoy simpático, ya se ve. Pero es verdad que los gustos y las querencias nos delatan incluso más que las opiniones, las valoraciones, los juicios. Cuando se habla de esta cuestión siempre hay quien se hace el listo y afirma que todo hombre busca una y otra vez a la misma mujer en distintas mujeres, novias, amantes, etc. Se sobreentiende que toda mujer hace lo mismo, claro. Es una tesis facilona y pegadiza que se coloca en cualquier sitio y suscita el asentimiento con la misma facilidad. Yo no la comparto, y además no me apetece compartirla. Prefiero creer que soy algo más complejo, y no tan unívoco. Ahora bien, si un tipo insiste una y otra vez en tener amores que en todos los casos son chicas de silueta intercambiable, busto californiano, mechas rubias, gabardina y gorrito Burberry, copita en Keeper, forfait en el ski resort de Baqueira, y, casualmente, todas viven en la zona de El Plantío / Aravaca / Pozuelo... Pues blanco y en botella: a ese businessman le espera Lladró nada más entrar en casa, en el aparador del hall, y después la bailarina sobre la chimenea y el doble cisne de mamá como centro de mesa. Así las cosas,  yo buscaría una buena coartada para superar los controles de acceso a la urbanización, el circuito cerrado de videovigilancia las 24 hours, la clave personal de cuatro dígitos... antes de ensayar el gesto de rutinaria complicidad con el vigilante uniformado de turno. Y todo ello a fin de introducirme en la vivienda -cuando ellos estén en Banús- con un buen martillo para hacer añicos hasta el último lladró. A cambio, como muestra de buena fe y generosidad, dejaría sobre la mesita baja, delante del blanco sofá Divatto, un pañuelo de seda que no sea de Channel, un perfume no de Issey Miyake, un poema (no en prosa) en el que se invitaría a abandonar a ese marido tan repetitivo y recuperar antiguos novios más románticos, si los hubo. Y si no los hubo, quitarse las mechas, tomar unas copas en Chueca, viajar lejos... y dejarse encontrar por el hombre de su nueva vida. Y todo ello en sólo catorce versos. Dieciséis, si llevan estrambote. Ya sé, el tema da para más, pero el aforo está completo.

martes, 24 de julio de 2012

un grande de españa

Creo que ya alguna vez he dejado aquí constancia de mi fascinación ante los impostores. Los buenos, claro, los que hacen de su impostura una obra de arte. Y eso requiere, además de otros méritos, ser a la vez un guionista insuperable y un consumado actor que interpreta como nadie sus propios guiones. Hacerse pasar por quien no se es genera sin duda ese alto grado de excitación que roza con el vértigo. Y quizá sea esa la droga sin la cual la vida carecería de interés para el auténtico impostor. Viene esto a cuento porque anoche leí una noticia con verdadero "regodeo en la concupiscencia". Atentos: Jacinto Rosellò Solivellas durante 20 años ha ejercido, al parecer con gran éxito entre la alta sociedad, el papel de príncipe Corsini de Sismano Borbón-Parma, si bien en ocasiones le daba descanso a ese título para dar entrada en escena (triunfal, claro está) al conde de Oleaza. Pero que nadie piense que ha sido un figurón sin más. Nada de eso. Su talento para la falsificación le permitió inventarse un currículum deslumbrante bien documentado, con supuestos trabajos para  firmas tan glamourosas como Oscar de la Renta o Valentino, o pasar por ser inversor privado de, por ejemplo, Alicia Koplowitz. Todo esa impostura le llevó a ocupar puestos directivos en American Express, Merrill Linch, Credit Suisse... o a cenar con 'sus primos' los Príncipes de Asturias. Y, naturalmente, nuestro hombre no podía faltar en los top ten de "los españoles más elegantes" en las revistas de moda. Ya le estoy viendo moverse como nadie por los palacios más aristocráticos y los altos despachos de las finanzas internacionales. Un amable gentleman de irreprochable buen gusto, un Grande de España al que se le ve de lejos la nobleza de la cuna y la exquisita educación en los pequeños detalles. Esa mezcla de talento, elegancia y desfachatez le ha llevado a aparecer en la portada del New York Times, nada menos. No queda claro si algún periodista  le seguía en silencio los pasos o ha sido el propio Jacinto Rosellò quien lo ha revelado alegremente (no gratis, se entiende) a la revista Vanity Fair. Dadas las actuales circunstancias -los mercados, la prima de riesgo, los hombres de negro, etc- creo que España necesita urgentemente hombres de recursos como este genial impostor capaz de hacer auténticos milagros (o falsos, qué más da) en Madrid,  Bruselas, Berlín... Y entonces, en agradecimiento a los servicios prestados a la patria por nuestro príncipe apócrifo, Su Majestad le concedería los títulos reales de príncipe Corsini de Sismano Borbón-Parma y conde de Oleaza. Sería perfecto.


lunes, 23 de julio de 2012

entre el pudor y la impudicia

Es una frase recurrente esa que afirma que a partir de los 40 todo hombre es responsable de su rostro. Y hasta cierto punto es probable que sea así. La herencia, la genética, son muy fuertes, y es posible que determinantes, pero los rasgos de expresión, el modo en que miramos o sonreímos acaban sometiéndose a la constancia de los hábitos, obedecen a una callada y cotidiana disciplina (eso dije, más o menos, en un poema escrito hace ya más de diez años). Vale, de acuerdo, no me voy a llevar la contraria por esta vez. Pero eso no es óbice para establecer otras responsabilidades. En igual o mayor medida, todos tenemos mucho que ver con nuestras casas: ellas hablan de nosotros... más allá incluso de lo que estaríamos dispuestos a admitir. Y como soy vallisoletano de nacimiento (además, del centro mismo de Valladolid), me voy a tirar un farol sin pestañear: dejadme media hora a solas en casa de un desconocido (cuadros, muebles, fotos, lámparas, objetos) y os diré quién es ese tipo, de qué pie cojea, de qué presume y de qué carece. Eso sí, en el caso de que en el salón hubiere estanterías con libros, admito que necesitaré algo más de tiempo para hacer un dictamen medianamente fiable. Ahora bien, si lo que predomina en esa biblioteca son los premios Planeta encuadernados en piel, los Goncourt igualmente encuadernados, así como La Novela Rusa en 20 volúmenes y los Grandes Premios Literarios editados por Plaza & Janés... con cinco minutos puedo arreglarme. Luego hay un tema, un temita, con el que yo soy quizá excesivamente beligerante: el mundo se divide dramáticamente en dos hemisferios: Lladró y no Lladró. Y aquí no hay componendas posibles, ni síntesis hegelianas ni cristo que lo fundó: aquí, o tierra o agua, o la bolsa o la vida: o eres de Lladró... o fusilarías a Lladró con todas sus pertenencias ¡sin el más mínimo sentido de culpa! Al contrario: exigirías todos los honores para ti y para los tuyos. Es apasionante 'leer' las casas. La mayoría de nosotros (no es mi caso) rara vez nos dejaríamos ver desnudos; sin embargo, casi todos mostraríamos alegremente nuestra casa a un amable desconocido. Así conviven nuestro pudor y nuestra impudicia. Me gustaría ser más desvergonzado incluso, más guapo y más provocador.

viernes, 20 de julio de 2012

perder para encontrar

Cada vez que busco una cosa aparece otra que había dado por perdida. Me ocurre con frecuencia. Hace unos minutos, buscando unos papeles para una cita médica, han aparecido unas gafas de sol que llevaban más de tres meses en paradero desconocido. Lo normal es conceder un margen de tiempo a las cosas (como a las personas) que desaparecen, pero, claro, cuando pasan los días, las semanas, cambian las estaciones y lo perdido siguen sin aparecer... ¿qué debemos pensar? De algún modo, las cosas, como los seres humanos, se cansan de nosotros y un buen día se van por ahí, a ver mundo, y lo normal es que no regresen. Yo lo entiendo. ¿Por qué una sola casa, un solo dueño, un solo dios, un solo amor? Desaparecer debería ser un derecho reconocido. Creo que perderse es o puede ser un arte, aunque sea el arte de birlibirloque. Y si sabemos perdernos bien, a nuestro regreso apareceremos muy mejorados. Durante medio verano o media hora hemos estado lejos, pero regresamos quizá algo más sabios o inmensamente ricos. Por eso no me desagrada extraviarme alguna vez a la caída de la noche. Y además, como respondió el policía al niño que le preguntaba si sabía dónde estaban sus papás: "pues no lo sé, chico, ¡hay tantos sitios donde esconderse!" Es cierto, hay tantos sitios... que lo raro sería no desaparecer de vez en cuando.Bares, cines, callejuelas, masajes, libros, puertos al atardecer... Nos pasamos la vida buscando unas cosas y encontrando otras. Por ej: bajas una de estas noches al cine de verano, aquí, en el barrio, y te conmueve la guapa chica joven que tienes delante -25 años, quizá-, perdidamente enamorada de su novio, que también bebe los vientos por ella, no hay más que verlos. '¡Que tengáis mucha suerte!' les deseas en silencio, romántico como eres. Cuatro días después, bajas al mismo cine de verano. Un par de filas más adelante, algo a tu izquierda, descubres a la encantadora muchacha de bello perfil y hermosos muslos torneados: sigue igual de enamorada y luminosa, pero, ay, esta noche es otro su amor, otro joven igualmente afortunado. Entre una y otra película, algo se ha perdido y algo ha llegado por sorpresa. Te quedas mirando a esa belleza radiante: qué feliz parece y qué enamorada está. Se apagan las luces y empieza Drive, cine negro del bueno. En el intermedio -visite nuestro bar-, miras a tu izquierda, dos filas adelante, y el amor resulta inocultable, jovial, impetuoso. Quieres creer que tú eres el único que está al corriente de las cosas. Luego, a la salida, pensarás que si no estuvieras tan retirado de la circulación, o sea, en otro tiempo, hubieras presentado tu candidatura ante la bella muchacha, tan alegre, para ver juntos la próxima película en el cine de verano. La vida es bella, cambiante, sorprendente.

jueves, 19 de julio de 2012

pantone y ascetismo

 "Cada época tiene su afán y su pantone", afirma Vicente Verdú. La frase es muy  de su estilo, muy propia de sus corrientes y desahogos que yo leo con fervor. Esos artículos suyos deberían ser de obligada lectura para ciertas profesiones: todas las relacionadas con la comunicación, el diseño, la moda, la semiología... Pues bien, hablando de colores y épocas, sostiene Verdú que el negro severo fue el color predominante del siglo XIX.. "Azul deportivo y bisexual" el siglo XX. A la década de los 90 le asigna "el radiante color plata" de los coches más atractivos. A los primeros años del siglo XXI, el blanco inaugural, vacío de contenido pero lleno de expectativas. Ahora, metidos hasta el cuello en la Gran Crisis, estamos "amarronados": prevalece el marrón mierda, observa Verdú. En fin, salgamos del estercolero, a ser posible con cierto estilo. Aquí, en la penumbra quieta de este cenobio casi cisterciense, las persianas permanecen bajadas durante el día y los estores también. En estas soledades brillan por su ausencia los colores vivos y los sonidos estridentes. Sólo se oye el zumbido sordo del ventilador, y cuando lo apago, como ahora, el silencio es un estruendo. Así pues, lo que me rodea es una atmósfera ascética y unas tonalidades sombrías donde el alma se serena. Cuando las altas temperaturas abrasan el exterior, no cabe otra cosa que penumbra, quietud y mucho hielo. Porque, como es sabido, el calor exaspera, nubla el entendimiento, desata las pasiones e incita a los peores crímenes. Por tanto, se impone la regla más austera: silencio, calma, meditación y scriptorium. Por supuesto, nada de televisión y telediarios. Nada de estridencias parlamentarias. Sé que si caigo en la tentación de pulsar el mando a distancia a las tres de la tarde... la cólera de Dios se va a apoderar de mí y voy a pecar muy gravemente con el pensamiento: soñaré durante la siesta que una legión de ángeles exterminadores -muy bellos, con cabelleras de oro y espadas de fuego- acuden a la llamada de los ofendidos, de los humillados, y arrasan sin misericordia toda esa podredumbre de color marrón castaño oscuro. Pero yo no quiero eso ¡ni en sueños! No soy puritano, ni colérico, ni justiciero. Y además, llegado el caso, llegados los ángeles de ojos verdes, es más que probable que yo también fuese pasado a cuchillo. Y el despertar de la siesta sería un horror.

miércoles, 18 de julio de 2012

lo canalla

Ayer me puse algo sublime al escribir aquí polvo de estrellas. Para compensar, hoy me voy a echar un poco al arroyo de la mala vida. La idea de escribir este post me vino en el cine de verano -esa bendición para las cálidas noches del barrio- viendo una interesante película policiaca española: Grupo 7, de un director muy solvente, aunque desconocido para mí: Alberto Rodríguez. Hay en esa película una escena para la antología de lo canalla: el grupo de polis está tomándose unas copas en un garito sevillano de la peor reputación, en tiempos de la Expo' 92. Les acompaña La Caoba, una buena puta deslenguada, generosa y confidente. Uno de los polis, encendido por el whisky, la mira con deseo y ganas de jugar. La Caoba, que tiene muchas tablas y mucho sexo en el rostro, entra al juego y le sostiene la mirada bandida como quien acepta el desafío y dobla la apuesta. Es entonces cuando empieza a sonar la rumba Se me va, en la versión incomparable del genial Bambino. Y ahí da comienzo un juego de roneos y lujurias en los ojos para ver quién seduce más a quién. Esa breve escena tiene duende, sin duda, y logra transmitir -¡oh, milagro!- el punto de vértigo que a veces, ya muy a última hora, brilla un instante en la barra de un bar o en el hielo de un whisky. D'Angelo, Costa Fleming, La Ballesta, Desengaño, Capitán Haya, clubs de carretera donde La Magdalena espera a media noche. ¿Cómo era?  "...la novia de la flor de la saliva, la virgen del pecado..." ¿sigue viva? Pero nada tan canalla como las noches y las rumbas de Bambino en los 70. Diez años después, más o menos... ya casi de día, reír en Madrid a carcajadas, tomar en San Ginés un JB con churros, caminar despacio hasta Sol, recordar lo de Ava Gardner y el camión de la basura, dar los buenos días a las chicas malas de Montera, pedir a un travesti un fortuna, por favor, pensar el inicio de un poema mientras dura el humo, bajar al metro, observar las caras de los viajeros, leer el Marca tomando un carajillo en El Brillante (Atocha), y luego, subir la escalera, lavarte los dientes, quitarte la ropa, tenderla en la cuerda, olerte las manos, meterte en la cama y apagar la luz. Todavía tienes (o tenías) un minuto y medio para recordar esa canción corsaria, himno canalla de las madrugadas: "Soy ese vicio de tu piel / que nadie puede comprender, / soy..., soy lo prohibido." Bambino for ever.
Para quienes desconozcan quién fue Bambino, voy a dejar aquí dos, tres enlaces, a cual más representativo y macarra de ese género y esas madrugadas que yo apenas conocí, salvo ya en su, digamos, tardodecadencia.  
Bambino Se me va - YouTube
bambino voy a perder la cabeza por tu amor - YouTube
Bambino - La nave del olvido - - YouTube



martes, 17 de julio de 2012

polvo de estrellas

El gusto por las palabras, por los nombres, hizo que ya en la adolescencia me sintiera atraído por la tabla periódica de los elementos. Cómo no percibir un remusguillo en las muñecas ante la presencia de titanio, vanadio y manganeso. Y qué decir de esa contundente tríada formada por arsénico, antimonio y bismuto. Claro que nada es comparable a la delantera más elegante y más artista de toda la tabla: zirconio, paladio y wolframio. De entonces me viene una suerte de fascinación por la ciencia, por lo desconocido para mí, analfabeto universal. Las expresiones de los físicos son altamente poéticas. Creo que alguna vez he citado aquí ese hallazgo incomparable: "la fatiga de los metales". Y no digamos ya esa corriente rumorosa e inquietante que denominan "la radiación de fondo". Bueno, a lo que iba. En el mismo Babelia del pasado sábado que citaba ayer aquí, leí una entrevista apasionante con el físico y biólogo Ricard Solé, autor del reciente libro Vidas sintéticas (que, por cierto, tiene una pinta de lo más tentadora). Bien, pues, en un momento de la entrevista, afirma: "La gran mayoría de los científicos son agnósticos, ateos o viven en la duda existencial. Desde el punto de vista del no creyente -al margen de donde viniera el universo- estar vivo es, como dice Richard Dawkins, un privilegio extraordinario. Somos enormemente afortunados, porque de todas las posibles personas que hubieran podido existir, nos ha tocado a nosotros." Y concluye: "Nos ha tocado la lotería". La cita es un poco larga, sí, pero creo que merecía la pena. Al leer esa reflexión caí en la cuenta de que lo que dice Solé responde a una de estas dos posibilidades: 1) es lo que yo pensaba sin saber que lo pensaba exactamente así; 2) es lo que me hubiera gustado pensar, o descubrir, y formularlo de ese mismo modo. Creo que, en efecto, vivir es un puro milagro sostenido, y pienso también que es un hecho tan improbable y misterioso que sólo puede interpretarse como algo a la vez tan bello como efímero, tan conmovedor como olvidable. No sé si somos (o seremos) 'polvo enamorado' o partículas atómicas vagando indefinidamente por el espacio azul noche en expansión donde habitan o respiran o susurran las constelaciones sin nombre. Sea como fuere, qué bello es vivir. Y haber vivido.

lunes, 16 de julio de 2012

vicios

Cada sábado leo el artículo de Muñoz Molina en Babelia. En este último reflexiona sobre el vicio Stendhal. Dice MM del autor de La cartuja de Parma algo tan poco novedoso como que "escribe como respira", pero añade, eso sí, que lo hace de continuo "por afición y por vicio, por el simple hábito de hacerlo, igual que viaja o pasea por la calle o se sienta en un café o asiste a la ópera...", de igual modo que "Virginia Woolf  no sabía vivir sin anotar cada ocurrencia y cada sensación y cada recuerdo", o Bioy Casares, que cada noche transcribía lo hablado con Borges tras la cena amable y la sobremesa prolongada, y así fueron las cosas en casa de Bioy durante años de compartir mantel y conversación todas las noches. Yo creo entender ese vicio: se trata de intentar poner lo vivido a buen recaudo, para que las palabras no se las lleve el viento (?). Pero hay algo más. La escritura es adictiva, sí, porque a menudo produce una cierta ebriedad. La grafomanía es otra cosa: la practican sin remedio quienes viven en un permanente estado de ansiedad que les exige de continuo -qué horror, qué placer- una sobredosis tras otra. Sé por experiencia que cuando las palabras salen por su orden sin necesidad de corregir ni quitar o añadir nada en una secuencia sin reproche ni arrepentimiento... entonces sentimos algo que acaso nos recuerda a esa intensa y profunda calada del cigarrillo recién encendido, tras haber apurado un café negro, fuerte, caliente y espeso. Yo dejé de fumar hace años, pero no he conseguido dejar de escribir. Sin embargo, a diferencia del cigarrillo, la escritura es un vicio estrictamente solitario; en ese aspecto, estaría más emparentada con otros vicios, otros hábitos también adquiridos en la adolescencia. Naturalmente, me estoy refiriendo a la lectura. ¿A qué otra cosa si no podría referirme? ¿En qué estabas pensando, lector? Pero, como todo vicio -ya sea éste solitario o socializable-, el de escribir tiene su impulso inicial en algún punto del cerebro: primero surge un deseo balbuciente; acto seguido, esas imágenes van tomando cuerpo en morfemas, fonemas, lexemas... que son los latidos del idioma que unos dedos sensibles transcriben pulsando un teclado o haciendo correr la tinta sobre el papel. El viaje, pues, tiene un itinerario confuso y claro, como el paso de la noche al día, del impulso abstracto a las palabras concretas, de la mente que 'reinicia' a la pantalla del ordenador. Dicen los nutricionistas que somos lo que comemos, pero también es cierto, pienso yo, que somos lo que bebemos, lo que fumamos (o dejamos de fumar), lo que fantaseamos, lo que perpetramos a solas. Y también el modo, la frecuencia o el estilo con que hacemos todo eso.

viernes, 13 de julio de 2012

intercambios

Hay que hacer virguerías para no hablar de política y crisis (más allá de los diez minutos reglamentarios) y evitar así que toda esa viscosidad nos ensucie la boca y nos eche a perder la conversación. De entrada, dejamos bien claro nuestro enfado y desacuerdo, incluso nuestra indignación con ciertas cosas y comportamientos, luego nos desahogamos con unos sarcasmos adecuados y, si somos suficientemente inteligentes, damos un corte de mangas con mucho estilo a esta política nuestra y a esta crisis; acto seguido, aprovechando que el vino es excelente, empezamos a conversar de lo divino y de lo humano. Y además la noche está estrellada y la temperatura es perfecta. Conchita recuerda el color de la luz de África en el Masái Mara. Gonzalo evoca el clasicismo de un western como Raíces profundas, de George Stevens. La bella Raquel se muestra impresionada por la exposición de Rafael en el Prado. Yo debo responder a la pregunta de por qué considero que Drácula es un personaje extremadamente romántico. Patricia me recomienda vivamente la exposición de Edward Hopper en el Thyssen. Nieves me va a dejar la última novela de Daniel Glattauer, Siempre tuyo. A su vez, Conchita me ha prestado la película Rembrandt, de Alexander Korda, protagonizada por el gran Charles Laughton. Gonzalo descorcha una segunda botella de crianza y me recomienda el blog de su sobrino (profesor de matemáticas en la Complutense): conpermisodelareina.com. La próxima vez tendré que corresponder con algo que no desmerezca demasiado en este vaivén de trueques e intercambios con el que tratamos de hacernos la vida más agradable, las cenas de verano más gustosas, las conversaciones más amenas, incluso divertidas. Y todo ello, a pesar de los pesares, de los que mejor no hablar aquí y ahora. Por cierto, y dando un giro al post, hoy he leído en el periódico -en las páginas de Madrid- algo que me ha llamado la atención: "El hotel Conde Duque monta una Olvidoteca con los libros abandonados por los huéspedes". Olvido y abandono son distintas vías que conducen, quizá, al mismo sitio. Si reutilizamos y reciclamos, ¿por qué no desolvidar o recuperar lo abandonado para volver a vivirlo... de otro modo? Buen finde. 

jueves, 12 de julio de 2012

fresh banking

Con la expresión 'fresh banking' no me estoy refiriendo a ese invento que se sacó de la manga, o de la inspiración de un creativo, ING Direct. Es otra cosa. Consiste en sentarse en un banco a la sombra, en una calle transitada, y observar a los viandantes que que van y vienen. Es de las cosas más entretenidas que uno pueda imaginarse, y además gratis, por ahora. Ayer llegué con antelación a la cita en un bar muy adecuado para esa práctica, sito en la esquina de Goya con Velázquez, en pleno Barrio de Salamanca. Habíamos quedado para comer y ponernos al día. Durante 15 minutos estuve viendo pasar la vida... en rosa, o casi. Predominio de personas -mayoritariamente mujeres- que iban o venían 'de tiendas', o sea, 'de shopping', que es lo mismo pero a otro nivel y con más estilo. Por delante de mis ojos pasó media Marbella (la que todavía está en Madrid), parte de Sotogrande, tradicionales y bronceados clientes de Incosol, algún pionero de Caños de Meca (pocos), algún matrimonio de los veraneantes de toda la vida en San Sebastián, incluso algún promotor urbanístico de la zona Pozuelo / Aravaca que llevaba toda la pinta de ir a comer con otros proletarios al Club Financierro. Bueno, como ocurre siempre en cualquier parte, también pasaron personas invisibles (quizá como yo mismo) en las que nadie repara: meros figurantes para hacer más notoria la verosimilitud del espectáculo. Cada viandante, cada mujer de mediana edad con gafas oscuras y mechas rubias, es una invitación a imaginar fugazmente su vida; pero no como probablemente es, sino como podría ser, o como debería. Luego está el misterioso caso de la señora mayor con perrito. No falla, siempre en esa esquina acaba pasando una señora impecablemente vestida y peinada, con un perrito, generalmente blanco, y es posible que con unos aires de grandeza y unos veraneos en Biarritz y Estoril del todo anacrónicos, pero que sigue encantada de la vida y probablemente se dirige hacia una joyería cercana, en Serrano, con intención de abrasar la Visa Oro. Y así estaban las cosas cuando llegó mi amiga, casi puntual a la cita. Puedo asegurar que es una mujer que tiene muy buen gusto, es atractiva, inteligente     y progresista.

miércoles, 11 de julio de 2012

relato de verano / y 4

La tres gruesas gotas de sudor que han resbalado desde la sien de Ginés hasta formar un triángulo en la misma baldosa del suelo de l'osservatore romano no han impedido que él se demore en la contemplación de esa ingle, ampliada por el zoom, y que ahora no duda en calificar entre dientes de "nacarada". Esa pequeña concavidad es el lugar donde Ginés, si pudiera, se quedaría a vivir. Desde ahí tiene a un paso de lengua y de labios el paraíso perdido hace muchos meses, la tierra prometida donde manan ríos de leche y miel. Y hasta ahí puede ver a través del espejo y con la ayuda  inestimable del aparato de altísimas prestaciones. Gracias a él, la mirada de Ginés sube y baja  y vuelve subir desde las uñas del pie hasta la mismísima ingle, deteniéndose aquí y allá, recreándose en el paisaje como sólo un voyeur puede hacerlo. El resto del cuerpo de ella queda oculto, fuera del campo de visión que el espejo reproduce. La mano diestra que hace un momento extendía el esmalte rojo, ha desaparecido del espejo. Piensa Ginés que acaso esté ella dejando secar la pintura, y se pregunta cuál será el siguiente paso que dé TT. Necesita urgentemente un pelotazo de bourbon a palo seco. Abandona su puesto unos segundos para ir a la cocina y beber directamente de la botella con ansiedad malsana. El efecto del trago seco y duro se deja notar primero en la garganta, a continuación en el estómago, después en el cerebro. Ya de regreso en l'osservatore, descubre que se han producido novedades: TT ha cambiado ligeramente de postura, girándose un poco, de tal modo que ahora puede verse, siempre en el espejo, hasta la 'línea alba' del pubis. Ginés contiene la respiración cuando descubre ese territorio y aparece en escena una mano fugaz esgrimiendo una navaja de afeitar como las de los antiguos barberos. Ha sido un visto y no visto, algo tan breve que ahora duda si era la mano de TT o no. Siente la necesidad imperiosa de un nuevo pelotazo.Y de los grandes. A su regreso, calma total en el escenario. Confía en que ella sólo se rasure uno o dos milímetros, no más, de ese precioso vello púbico, tan amado por él.desde los buenos tiempos de la mejor TT exhibicionista. De pronto, en el silencio de la noche, algo parecido a un grito se ha dejado oír en el patio de manzana. Pero ha sido un grito como apagado, sofocado; para Ginés, ese semi grito o acaso gemido podría ser tanto de susto como de dolor o incluso de placer. Pero hay algo raro y oscuro que aparece resbalando desde la ingle, muslo abajo. Abre un poco el campo de visión y comprueba que es un hilillo de... Observa que tiene el mismo color del esmalte de uñas; pero también es el color de la sangre. A su cerebro regresa, como un flash, la mano apenas vista y la navaja barbera. En un gesto instintivo, Gines cierra los ojos y se lleva las manos a la cabeza.  No quiere creer lo que está pasando por su mente. Trata de reflexionar a toda velocidad. Tiene la frente bañada en sudor. Cuando vuelve a abrir los ojos y aplicarse al teleobjetivo, la persiana levantada de allí enfrente está bajando, bajando, bajando... 

martes, 10 de julio de 2012

publicidad

El concejal de Cultura de mi pueblo -Medina de Rioseco, en Tierra de Campos, Valladolid- me ha propuesto participar este verano en un ciclo de conferencias cuyo punto de partida es la "cultura y..." En mi caso debo hablar sobre "cultura y publicidad". Todavía no sé muy bien qué voy a decir en esa charla. De momento, tan sólo he tomado algunas notas sueltas que más adelante trataré de desarrollar y dar forma. Sé que con este tema me voy a meter en un jardín, pero lo acepto con gusto. Yo suelo decir aquello de "pudiendo complicar, para qué simplificar". Además, no puedo negarme: quien me lo ha pedido es una persona agradable, educada, con estilo (no parece un político; en realidad no lo es, o eso creo), y por si no fuera suficiente, está inscrito desde hace casi un año como "seguidor" de este blog. En esas notas volanderas que voy apuntando, la publicidad aparece con categoría de género de ficción (o 'subgénero', si se quiere), como puedan ser el relato policíaco, las telenovelas o el bolero. Y quizá sea eso lo que más me interesa de este tema: aquello que la publicidad tiene de ficción, de construcción o composición 'artística'. La publicidad no engaña a nadie, como no engaña el cine o la novela, porque todos participamos tácitamente del juego. Sabemos que un martini no es lo que aparece en un spot de Martini, pero nos encantan los spots de Martini, y cuando vemos esa botella, con esa etiqueta, ese logo, junto a esas dos copas de martini que el camarero trae en una bandeja redonda  sobre su mano izquierda..., el anuncio de Martini está sobrevolando nuestra memoria, y lo hace de un modo semejante (por favor, que nadie se me escandalice a estas alturas) a cuando suena As Time Goes By y se nos viene a la emoción el rostro y la mirada inolvidable de Ingrid Bergman en Casablanca. También tengo anotado por ahí que la publicidad persigue (y logra) una 'sublimación' del producto anunciado, y que eso conlleva un cierto 'amaneramiento' del estilo, del lenguaje. ¿La publicidad es cultura? Sí, por supuesto: cultura popular, cultura de masas, cultura para todos los públicos, ya se trate de personas cultas, semicultas, escasamente leídas o fans de Belén Esteban. Da igual, aquí tenemos imaginación y respuestas eficaces para todos. ¿Qué necesidades tiene usted, cliente? ¿Y cuáles son sus sueños, consumidor? Pues vamos a hacer una campaña que a ambos les va a enamorar. Una propuesta que no podrán rechazar. Beso. Sube la música. Fundido en negro. The End. 

lunes, 9 de julio de 2012

relato de verano / 3

En la anterior entrega habíamos dejado a Ginés tratando de averiguar de qué iba ese juego que su vecina TT le estaba proponindo desde la distancia en el post it: "...mañana viernes me puedes ver aquí, a través del espejo." "Alice". Sagazmente concluyó que, a través del espejo, Alicia quería llevarle al país de las maravillas. Hoy ya es viernes noche en el relato. Calor. Un macro gintónic en copa de balón aplaca la sed de Ginés y alivia la espera en el lento discurrir de los minutos. Ya rato que tiene sintonizado Paramount Channel, a la espera de que dé comienzo la  película a que aludía la nota. Cada poco va al dormitorio donde tiene instalado el artefacto de ver las estrellas orientado al espejo de sus vecina. En uno de esos viajes descubre que una de las dos persianas -la de la derecha- que tiene el gran ventanal de TT, ha sido bajada, con lo cual la mitad del escenario queda oculta a sus ojos, aunque, por fortuna, el espejo está en la parte visible, a la izquierda; sin embargo, el sofá ahora permanece vedado a la vista, aunque por muy poco. "Si empezamos así...", se lamenta Ginés, torciendo el gesto. En  vista de que nada sucede, regresa al cuarto de estar. Por fin, tras un larguísimo bloque publicitario, da comienzo una peli en blanco y negro que él reconoce de inmediato. La secuencia prólogo resulta inconfundible: una mano de hombre maduro sostiene un dulce pie adolescente mientras con la diestra va introduciendo con delicadeza suprema una pequeña nube de algodón entre los dedos de ese pie, a fin de separar unos de otros para facilitar la meticulosa tarea de pintar las pequeñas uñas de la perturbadora Sue Lyon, Lolita. Entre escena y escena, Ginés va y viene del televisor al teleobjetivo, a veces con parada en la cocina, para reponer hielo. Casi tres horas después (contando los cortes publicitarios) Lolita  ha terminado y Ginés está borracho, bastante borracho, aunque mantiene la capacidad de mirar y el deseo irrenunciable de averiguar qué sucede allí enfrente. Y sucede que... tras ajustar el zoom, aparecen dos dedos de una mano sosteniendo un pequeño pincel que recorre muy despacio la uña del dedo gordo del pie y extiende un esmalte rojo brillante, un rojo más bien oscuro, pero encendido, "como las pasiones más avasalladoras", fantasea Ginés desde su observatorio. La ebriedad no le impide saber que TT está reproduciendo para él  la escena prólogo de Lolita. Pero, llevado por la intuición, empieza a abrir campo muy despacio, desplazámdose a la derecha, milímetro a milímetro. Tal que en un plano secuencia programado, Ginés ha ido ascendiendo a través del espejo por la pierna desnuda de TT, para, tras un pequeño quiebro en la rodilla, continuar muslo arriba hasta alcanzar la delicada ingle. Ahí se detiene y aumenta zoom. Una gruesa gota de sudor se desprende de su frente y se estrella en la baldosa del suelo, apenas a un centímetro del pie descalzo. (Continuará)

viernes, 6 de julio de 2012

de vita beata

La vida del rodríguez en Madrid durante el verano goza de una leyenda golfa y un prestigio sólo apto para los muy muy vividores. Yo mismo me he ocupado y divertido alimentando esa leyenda, que en mi caso es una pura invención. Cada verano, cuando inauguro el estado civil de rodríguez, le digo a todo el mundo, ya sea de viva voz o por escrito, que da comienzo la temporada de festejos en mi casa: barra libre y orgías todas las noches, con gang-bang, intercambios, travelos venezolanos, estupefacientes diversos, porno duro (bonzage) y fin de fiesta flamenco hasta las claras del día. Y no faltará quien piense o sospeche que utilizo la técnica de la exageración hiperbólica para ocultar una cierta doble vida: la cara A sería la de una apariencia discreta, respetable; la B, un desmelene de crápula en garitos semiclandestinos muy recomendables (a condición de no admitir jamás haber estado en ellos). Yo, por vanidad canalla, dejo que circulen las dudas y sospechas sobre mi vida loca de rodríguez. Y lo cierto es que si tuviera en el desván un retrato mío como el de Dorian Gray, es muy probable que me entregara a la mejor mala vida y cayera rendido en los brazos del vicio (¡qué bonito!). Llegados a este punto, cómo no traer aquí aquellos alejandrinos inolvidables de Juana de Ibarbourou: "el inmenso bostezo de mi paz cambiaría / por el barro dorado de tus noches de orgía." Pero nadie quiere hacerme ese retrato. En realidad, llevo una vida monacal: me levanto al amanecer, ejercicio físico, comidas frugales, silencio, lectura, meditación, cantatas de J.S. Bach, horas y más horas en el scriptorium. Nunca suena el timbre, y rara vez el teléfono. Nadie me propone terrazas con gintonics de Hendrich o Miller's. Ay de los tiempos y veranos, cuando todavía casi joven y aún no del todo monje... Aunque para monje-monje, ninguno como este José Monge Cruz que está sonando ahora -Dios lo tenga en su Gloria- con estas bulerías inmensas (París, 1987) que quitan el sentido. Hacía tiempo que no escuchaba esta grabación cumbre. Camarón (con Tomatito siempre), más que un príncipe es un un arcángel que arrebata, tantos años después. De tal modo arrebata que, cuando José canta el cante (y no quisiera yo parecer aquí un Rafael de León) logra que uno se olvide de todo, incluso de que ya hace una hora o más de que es la hora de comer. Pero escuchando estos fandangos, y luego la taranta, y los tangos, y las alegrías... se le va a uno el santo al cielo, y olvida y olvida, y se deja llevar.

jueves, 5 de julio de 2012

relato de verano / 2

En el capítulo anterior habíamos dejado a Ginés Barbadillo con un gintónic en la mano, celebrando el regreso a casa de su vecina Treinta y Tantos tras largas semanas de ausencia. De acuerdo que TT no había vuelto a exhibir sus artes más acreditadas desde muchos meses atrás, pero durante todo ese tiempo ello no evitó que Ginés, con sólo verla cruzar el salón un instante, o saber que ella estaba allí, sintiera una especie de gratitud retrospectiva por las inolvidables noches de gloria que le había brindado aquella chica encantadora a la que conocía como la palma de su mano, a pesar de no haber oído su voz ni estado nunca a menos de 50 metros de ella. Y tampoco es que él lo deseara, pues tenía el convencimiento de que si pasaban a otro nivel de relación más convencional, todo acabaría echándose a perder. Si la fórmula había funcionado, ¿por qué cambiarla? Esa noche del regreso, domingo, Ginés repasó los tiempos felices y los episodios más excitantes que TT le había regalado desde poco después de que él viniese a vivir en este piso del Barrio de Salamanca. Con sólo evocarlos en la oscuridad fue suficiente para que un onanismo lento, casi no deliberado, se abriera paso como un largo adagio en el silencio de la noche estival. Han pasado uno, dos, tres días sin novedad en el apartamento de enfrente. Pero eso es casi lo de menos para Ginés; lo realmente importante es que ella está allí, y el solo hecho de ver las persianas levantadas y el salón iluminado ya es motivo de alegría. Y de esperanza. Al cuarto día, jueves, ya de noche, Ginés observa que el espejo de dos metros de alto, aprox, ha cambiado ligeramente de posición, aunque no de emplazamiento: ahora aparece no ya frontal sino levemente girado hacia la izquierda. En él detecta algo en lo que no había reparado: en la parte inferior derecha hay lo que parece una etiqueta adherida. Puesto que no tiene nada mejor que hacer, se dirige a l'osservatore romano para ver en detalle desde el telescopio de altas prestaciones el PVP y acaso el nombre y dirección del lugar de compra. El desuso prolongado le ha hecho perder destreza en el manejo del zoom, el foco, el croma y demás, pero no tarda demasiado en acercarse al espacio donde aparece el recuadro de la supuesta etiqueta. Advierte que en realidad es un post it de color rosa del tamaño de casi 1/4 de folio, calcula Ginés. El texto se ve muy borroso. Tiene que ajustar mucho mejor el foco para poder leerlo. Tras sucesivos ajustes y pruebas, aparecen varias líneas escritas a mano en rotulador azul. Ginés lee despacio, pronunciando cada sílaba: "¿cuánto tiempo, no? Mañana viernes, después de la peli de Paramount Channel, me puedes ver aquí, a través del espejo." Y debajo, subrayado, un nombre: "Alice". (Continuará)

miércoles, 4 de julio de 2012

lo inacabado

Leo en un artículo de Rafael Argullol publicado en Babelia el pasado sábado: "... era mejor el non finito, la obra inacabada, la figura atrapada en la piedra. Miguel Ángel lo demuestra en varias esculturas al final de sus días." Y eso me recuerda algo que leí hace muchos años: "todo lo que queda en suspenso se transforma inmediatamente en lírico" (cito de memoria), decía en algún libro Francisco Umbral. Creo que eso es cierto. Las obras inconclusas, las historias incabadas, los amores que quedan interrumpidos, sin desenlace, adquieren una poética muy particular. Quizá lo que más nos atrae (a mí desde luego que sí) sea la expectativa que queda abierta para siempre, todo aquello que no está, que no llegó a ser... salvo en potencia. Esa es la cuestión: lo que no está físicamente, pero sí de un modo latente, 'en potencia'. Esa ambigüedad de puntos suspensivos y fronteras borrosas es lo que, quizá, le aporta un encanto indefinido a todo aquello que queda inacabado. Es muy probable, aunque discutible, que la mayoría de las obras inacabadas -partituras, cuadros, novelas, catedrales- habrían perdido parte de su encanto en el caso de haber sido concluidas. Qué gran libro de poesía se podría conseguir a base de poemas sin final, en los que a cada poema le faltaran uno, cinco, diez, veinte o más versos que no no llegaron a ser... escritos. Voy un poco más allá. Aunque sea un tópico, creo que todos hemos tenido alguna vez este pensamiento: ¿qué hubiera escrito Lorca de no haber sido asesinado a la edad de 38 años?  Sabemos que por entonces, verano del 36, se hallaba en un momento de gran madurez y creatividad, tanto en la poesía como en el teatro. ¿Qué poemas o ideas como pájaros andarían sobrevolando su cabeza durante el largo viaje en tren de Madrid a  Granada, aquel 13 de julio? ¿Como sería el 'soneto del amor oscuro' que haría el número 12, de haberlo escrito? Posiblemente no sea descabellado tener la sospecha, al menos la sospecha, de que lo mejor de Lorca estaba aún por llegar. No sé si es bendita inocencia o fruto del error de confundir la relidad con los deseos, pero yo tiendo a creer, lo confieso, que lo mejor está siempre por llegar.

martes, 3 de julio de 2012

relato de verano / 1

Como sabe el lector, el calor del verano altera los comportamientos y modifica los hábitos, y como cada año, con la llegada de julio, el patio de manzana al que asoma el piso de Ginés Barbadillo, entre otras muchas viviendas, se ha quedado sin apenas persianas levantadas. La mayoría posee una segunda residencia en la sierra o en algún pueblo no demasiado lejos de Madrid. Por suerte para Ginés, su vecina de allí enfrente -a la que él llama Treinta y Tantos-, que ha estado fuera durante las últimas semanas, ha regresado a su domicilio, a unos 50 metros en línea recta, y, como de costumbre, al caer la noche, Treinta y Tantos levanta la persiana del doble ventanal acristalado, dejando a la vista el salón de su apartamento. TT vive sola, es atractiva y tiene sus... particularidades: entre otras, el gusto por dejarse ver ligera de ropa. Y más aun sin ella. Ese fue el motivo por el que Ginés se gastó un pastón en un aparato para ver de cerca las estrellas: en realidad, una única estrella. Ahora, al comprobar que allí vuelve a lucir la luz tras casi un mes de persianas bajadas, Ginés se ha servido un gintónic con mucho hielo para celebrarlo. A primera vista, ha notado algo raro en el apartamento de TT. ¿Qué es aquello? Es un espejo de unos... dos metros de alto por uno de ancho -calcula-, sin marco, apoyado en el suelo y en la pared. La ocasión está pidiendo a gritos sacar del armario el telescopio e instalarlo en lo que él llama l'osservatore romano, el mejor emplazamiento de la casa para ver, sin ser visto, a su vecina preferida muy de cerca. Sobre los rescoldos del gintónic se sirve un segundo pelotazo, con más gin que tónic y dos nuevas piedras de hielo. Pero, al regresar de la cocina con la copa renovada y la ilusión por todo lo alto, la cálida luz del apartamento de enfrente se ha apagado. Aunque la persiana permanece levantada, como en los mejores tiempos, como aquella noche inolvidable en que ella apareció rutilante y deslumbradora, tal que 'Venus Saliendo de las Aguas'. Con la vuelta a casa de TT, Ginés vuelve a ser Ginés. (Continuará)

lunes, 2 de julio de 2012

nosotros y el fútbol

1) En mi casa se vive el fútbol con pasión. Antes de los partidos, en particular de los grandes partidos, escrutamos las alineaciones, discrepamos o asentimos acerca del planteamiento 4-4-2, doble pivote, rombo, falso 9, etc. A falta de media hora para que empiece el encuentro, por toda la casa se cruzan los comentarios radiofónicos de Carrusel Deportivo (SER) y de Tiempo de  Juego (Paco González, en la Cope). Del salón a la cocina (tal que “del Portillo a la Arganzuela”) se percibe la tensa espera, los nervios, casi como del vestuario al pasillo que conduce al terreno de juego. La pizza barbacoa está ya en el horno y el mantel de cuadros llega a la mesa baja, frente al televisor panorámico LG 37’. 2) Es verdad que en España se sobreactúa mucho con casi todo, y los éxitos deportivos (y los fracasos) se exageran hasta unos extremos a menudo sonrojantes. Pero eso no es casual: aquí la desmesura ‘vende’, y el exceso forma parte de nuestro paisaje sociológico. A mí eso me desagrada, pero es así, y de nada sirve negarlo o hacerse de nuevas. 3) Entiendo a los que, en  situaciones como la que hemos vivido las últimas tres semanas de Eurocopa a todas horas, se irritan o se indignan o se muestran apesadumbrados, incluso abatidos, al ver a toda una sociedad anestesiada por algo tan burdo como el ‘pan y circo’, y por el consabido ‘opio del pueblo’. Vale. Yo no digo que eso no sea del todo así; es más: lo doy por hecho en gran medida; pero también afirmo y reclamo la necesidad de un poco de opio cada cierto tiempo, con mayor motivo en años de crisis. ¿Por qué el ‘opio’ está tan mal visto? ¿No habíamos quedado en que todos los puritanismos eran anacrónicos, estreñidos, retrógrados? 4) Lo de anoche en la Final de la Eurocopa fue de lo más hermoso que yo recuerde haber visto en mi vida. ¡Qué maravilla! Qué manera de moverse y de tocar el balón, mejor incluso que el Brasil del 70, si cabe. Más que centrocampistas, carrileros, interiores, mediapuntas, matas, pedritos, torres de ajedrez, etc, lo que vimos y oímos fue un grupo de violinistas que fingían jugar al fútbol, aunque su manera de atacar la partitura era un movimiento desplegado en acordeón. Que no se acabe nunca la memoria. Que no perdamos el recuerdo de esta alegría efímera, de esta felicidad. Mi hijo Ignacio, antes de cumplir los 10 años, pronunció una frase maravillosa que nunca olvidaremos en esta casa; le dijo a su hermano mayor algo muy suyo que quizá ya he traído aquí: "Oye, Luis, menos chulería y más Vicente del Bosque."