viernes, 14 de diciembre de 2012

vagar

Salir sin rumbo ni objetivo a esa hora imprecisa que solemos llamar 'entre dos luces'. Salir para dejarse uno llevar a ninguna parte por las calles más feas o menos frecuentadas, vagando por ahí como perro sin collar. Ayer volví a hacerlo. Ir por donde nunca o muy rara vez vamos. Observar la cara B de los bloques de pisos, las ventanas más descuidadas, las cuerdas con ropa tendida, todo ese paisaje urbano donde nadie se haría nunca fotos con la familia. Tiene algo de inconfesable ese vagabundeo de quien observa sin permiso todo aquello que no está ahí para ser observado. Para hacer eso, conviene pasar desapercibido en lo posible, como quien se mimetiza con el entorno hasta formar parte del paisaje. La realidad tiene rendijas, pequeñas grietas por donde pueden verse sus interioridades, sus partes más íntimas. Detectar esas rendijas es la tarea y el anhelo de todo buen mirón. Hay contenedores de basura, locales cerrados, carteles de 'se vende', un gato que cruza la acera... Ayer descubrí, ya casi de noche, que no hay mayor soledad que la de una peluquería de barrio con las luces encendidas y sin nadie dentro. Es una una imagen desoladora. Yo creo que el peluquero se metió en la trastienda por pudor, para no dar pena ni añadir más motivos a la desolación. Aunque también pude mirar y ver silencios y quietudes a los que nadie más que yo asistió a esa hora, en ese instante. Aquí, en este barrio, los bloques de pisos suelen tener jardines a la entrada. Con las primeras luces del alumbrado eléctrico, observé un ciprés más alto que su sombra y que se elevaba por encima de la ventana más alta, más sereno que arrogante, más orgulloso que soberbio. Un ciprés, sí, bien educado y como procedente de las mejores familias toscanas. También algún magnolio quieto de hojas barnizadas que parecía haber acogido y escuchado minutos antes algún secreto inconfesable (nadie sabe lo que una discreta ama de casa es capaz de soñar o de poner en marcha, a sabiendas o no). Lo mismo cabe decir de un insospechado y gris conserje o subalterno próximo a la jubilación. No tenemos ni la menor idea del secreto mundo que callan las farolas y los jardines, y menos aún de todo cuanto pudiera producirse o está a punto de suceder a cada instante. Si de pronto sale de un portal sombrío un hombre de mediana edad y estatura mediana, sonriendo para sus adentros.. ¿qué pasa ahí? Ayer pasó eso mismo delante de mis ojos, y mi mala cabeza se puso en movimiento a toda velocidad. ¿Qué, quién, cómo y cuándo surgió? ¿Hasta cuándo durará? ¿Tendrán hijos ambos? ¿Cómo organizamos el período de entreguerras? Vale, bien, de acuerdo que todo eso queda en el terreno de la hipótesis, pero en todo caso conviene salir de casa sin teléfono que nos tenga pendientes o localizados. Para poder vivir todo eso hay que ser lo más parecido posible a un perro sin collar... y sin teléfono. El anuncio que aparece aquí es tailandés, sí, pero creo que aunque no habléis el thai en la intimidad, vais a entender el spot que os adjunto.  http://www.wimp.com/disconnectconnect/

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