jueves, 31 de mayo de 2012

entre invierno y verano

Las fechas varían ligeramente de un año para otro, pero siempre hay unos días a finales de mayo, primeros de junio, en que se produce la mudanza, el tránsito. Es cuando decidimos que en adelante ya no habrá vuelta atrás en las temperaturas y hay que hacer dos cosas: 1) sacar de los armarios la ropa de invierno y guardarla en el trastero; 2) sacar del trastero la ropa del verano y colgarla en los armarios. Todo ello con la consiguiente introducción de naftalina (o como ahora se llame) en los bolsillos de pantalones, americanas y prendas de abrigo, así como entre los jerseys de lana; luego viene el planchado de camisas y pantalones de verano, del que ya di cuenta aquí el pasado lunes. Sin embargo, no todo es tan drástico ni está tan claro en la división verano / invierno.  Siempre hay ropa en el armario que no termina de inclinarse por ninguno de los dos hemisferios. Son esas prendas de entretiempo que parecen haber leído y  hecho suyo el poema de Ángel González: "cuando es invierno en el Mar del Norte es verano en Valparaíso." Prendas que están mitad aquí, mitad allá, como si dijéramos bilingües, bisexuales, ambidiestras, y que interrumpen el trasiego de ropa que sale y ropa que entra. Son como esas tribus nómadas que nunca se sabe qué bandera o pasaporte les corresponde, ni queda claro de parte de quién están... o deberían estar: A menudo ello depende de la luna y de las dunas, de las estrellas que guían sus pasos en la noche, de los dibujos del fuego en la hoguera y de la música que suene en el campamento, entre las jaimas. Por unos instantes nos quedamos dudando si echar aquí o allá ese jersey fino que no está claro si ha sido confeccionado para abril o pertenece enteramente a octubre. Aunque me incomode un poco, me gusta, me cae bien todo aquello que me hace dudar. La frontera es un estado de ánimo que despereza la inteligencia y aviva el ingenio. Cada cual tendrá que examinarse y concluir en qué estado y con qué ropa se siente mejor. Yo tengo una amiga muy amiga, muy estilosa (no me quiere nada últimamente; por algo será) que es el paradigma de la mujer 'primavera-verano'. Cuanto pasa en ella -desde los andares hasta la sonrisa- va de abril a septiembre con todo el arte del mundo. Lo que quería decir es que la ropa de cada estación se parece mucho a nosotros mismos, sus dueños, en según qué momentos, meses o estados de ánimo. Y no olvidemos que existen como mínimo 365 estados de ánimo. Necesitamos, pues, otros tantos conjuntos para vestirnos cada mañana. Yo ahora tengo que vestirme para ir al centro y hacer unas gestiones (unas diligencias) y reunirme con alguien a quien hace casi medio año que no veo ni hablo ni río... ni escucho su voz. Lo dejo aquí, sin revisar ni corregir. Eso lo haré esta tarde, a mi vuelta.

miércoles, 30 de mayo de 2012

juegos y libros

Hay juegos que siempre funcionan bien. Uno de ellos es este que en forma de blog ha puesto en marcha Babelia / El País: La aventura de vivir un libro. La pregunta es: "¿En qué libro te gustaría vivir?" Confieso que a los pocos segundos de entrar en el juego y pararme a pensar un título, he sabido que esa era una pregunta-trampa, un regalo envenenado, porque en realidad lo que nos propone es elegir un libro, uno solo, y renunciar a todos los demás. Y claro, eso es un premio a cambio de mil castigos, de mil renuncias. Demasiado perverso. Pongamos por caso que yo eligiera vivir en... París era una fiesta, por ejemplo. Pero ello implicaría renunciar a El gran Gatsby o a Suave es la noche (Scott Fitzgerald), a El talento de Mr. Ripley (Highsmith), a La llave de cristal (Hammett), a Adiós, muñeca (Chandler); renunciar nada menos que a Bomarzo (Mujica Lainez) o a Memorias de África (Dinesen) o a las Memorias de Adriano (Yourcenar); renunciar en fin a El gatopardo (Lampedusa), a La cartuja de Parma (Stendhal), a Lolita (Nabokov), a La esperanza (Malroux), entre otras mil y una historias irrenunciables. ¿Por qué un libro sí y todos los demás no? Los descartados me pedirían cuentas y explicaciones, convirtiendo mis sueños en pesadillas. Anna Karenina, Emma Bovary y Ana Ozores me acusarían de no entender nada de nada acerca del alma (psicología) y la sensibilidad femeninas; lady Chatterley me reprocharía cosas aún más humillantes para todo hombre heterosexual. Y eso por no entrar aquí en lo que dirían de mí los Maias, los Buddenbrook, los Finzi-Contini... Sobre mis sueños caería toda suerte de maldiciones y reproches. En Cumbres borrascosas -por poner solo un ejemplo- se me negaría la entrada para siempre, y Heathcliff  me habría prohibido acercarme, ¡por encima de su cadáver!, a Catherine. No habría pues descanso para mí. Cada noche un libro atormentaría mis sueños. Cada amanecer, un arrepentimiento, un maldecir haber leído, amado, fantaseado alguna vez con tal o cual novela, relato, episodio, página, párrafo, frase. Conclusión: no se puede (o al menos no conviene) elegir un libro para vivir en él. Si bien, en el caso improbable de que hubiere vida literaria más allá de la vida, y me viese obligado por Dios a elegir un libro, yo elegiría La Biblia. Pero toda ella, claro: desde el Génesis al Apocalipsis, con todo lo que hay por medio.

martes, 29 de mayo de 2012

cuervos sombríos sobrevuelan

Cuervos sombríos sobrevuelan la cúpula de San Pedro de Roma. En el argot, 'cuervo' -corvo en italiano-  significa confidente, anónimo informador de secretos, 'garganta profunda'. Todo el escándalo del Vaticano que estos días brilla con luz propia (negra luz) en los medios de comunicación, posee tal densidad y contenidos narrativos que desborda los límites del periodismo, de la realidad... ¿Qué está pasando en el Gobernatorato? Cada mañana, un nuevo capítulo de esta trama apasionante supera al del día anterior: ya no sólo es, como creíamos, un cuervo -Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa- quien ha filtrado a la prensa cartas confidenciales de Ratzinger (incluso en alemán) y altos secretos de estado. No, ahora sabemos que hay una auténtica bandada de cuervos vaticanos filtrando secretos y confidencias. Sabemos, por ejemplo, que Paolo Romeo -arzobispo de Palermo, nada menos- se soltó el pelo en un reciente viaje a China y desveló que el Papa y su número dos -el cardenal y Secretario de Estado, Tarsicio Bertone (nada que ver, creo, con el legendario diseñador de carrocerías Bertone de coches deportivos)- se llevan a matar. Y todo esto sólo es una infinitésima parte del entramado que no ha hecho más que empezar a 'aflorar' (como algunas cuentas ocultas y secretos bancarios aquí y ahora). Por lo que voy viendo, esta es ya una guerra en el Estado Pontificio de todos contra todos. ¿Qué pasa? Pasa que la gente se solivianta ante el actual estado de cosas, hasta el punto de que  el pasado domingo toda esa bendita gente abucheó por vez primera a Su Santidad en la Plaza de San Pedro. El silencio papal, las intrigas de la Curia... ya no son palabra de Dios. Ya no. Pero si el Watergate dio lugar a tantos libros y a algunas películas apasionantes; si la caída del Imperio Romano dio lo que dio en historiografía, en narrativa, en poesía, en cine... con Alec Guinnes, James Mason, Sophia Loren... y dirigida por el gran Anthony Mann, tan amigo de España y tan casado con Sara Montiel... ¡Qué no será capaz de dar este corpus narrativo incomparable de los cuervos y el Vaticano 2012! Tengo mis dudas acerca del novelista más idóneo para el caso: idealmente, John Le Carré -autor de El topo, El espía que surgió del frío, La gente de Smiley...- sería sin discusión el elegido; aunque quizá el asunto sea demasiado descomunal para un inglés formado en las claves de la Guerra Fría y del MI-5. Empiezo a creer que este tema es más apropiado para alguien como Dan Browm: directo, eficaz, quizá algo tramposo, sí, pero rentable. Si el tema lo llevamos al cine, no veo al autor capaz de levantar un Apocalypse Now vaticano, ni menos aun recrear una Dolce Vita 2012. El tema, el asunto, es demasiado grande. ¿Hay un Balzac, un Orson Welles para tanta realidad, tanta desmesura?

lunes, 28 de mayo de 2012

mientras planchaba

Ayer domingo me pasé media mañana haciendo una cosa en lugar de otra. Tenía pensado ir a ver la exposición "Diego Lara... Be a Comercial Artist", en La Casa Encendida, pero a veces un imprevisto, un retraso de cinco minutos en el programa de la lavadora, una frase no invitada que se cuela en los diálogos de un matrimonio (nada bergmaniano, por cierto), un rápido cálculo mental aproximado del viaje de ida y vuelta en metro, con transbordo incluido, a la estación de Atocha o a la de Embajadores... En definitiva, un suma y resta que invita a cambiar de planes y renunciar al diseño gráfico de Diego Lara en favor de una babélica torre de camisas y de prendas varias a la espera de una mano firme y una tabla de planchar. Me resigné a ello, a ese cambio de planes, como un monje cisterciense cambiaría la oración por el trabajo en el huerto. Y así fue cómo, a la hora del ángelus dominical, yo  estaba pasando la plancha y el vapor por las arrugas más furiosas de una camisa blanca de lino: amplia, suelta, de cuello mao. Y fue ahí cuando, en un momento de mucha inspiración, empecé a imaginar una aventura en Manila años 20. La cosa daba comienzo en una fiesta de verano en la embajada británica. Yo tenía muy presente en mi imaginario el mundo y las páginas orientales de William Somerset Maugham. Pero fue planchando la manga derecha (hecha un higo, después de un año) cuando recordé la colección de postales sepia de Shanghai años 20 y 30 que me regaló una amiga bien querida tras un viaje a China. Aparqué la plancha y eché un vistazo a la colección de 18 Postcards of Shanghai Memories. De acuerdo, no era Manila, pero como localización cinematográfica y ambiente de época... me venía de perlas. Y a partir de ahí empecé a fantasear, y a vivir momentos y experiencias que hacían de la plancha un barco atracando en bahías soñadas, en islas tagalas o paradisíacas donde nunca habían oído el nombre de José Rizal. Y todo esto sucedía a eso de las 13.20 horas, 40 minutos antes de que diera comienzo en Antena 3 el Gran Premio de Montecarlo de F-1. Un pantalón ancho de lino azul marino muy arrugado, con cordones a la cintura, me llevó a imaginar mientras planchaba (aprovechando la clausura del Festival de Cine de Cannes) un paseo primaveral por La Croissette. También fantaseé varios minutos con alguna experiencia en el Hotel Martínez, tras una entrega de premios -años 80- en el  Festival de Publicidad. Y de ahí a mis bugatis preferidos, a mis tamaras de lempicka, no hay más que una ensoñación, un paso hacia la riviera italiana donde todo depende de una ruleta en Biarritz, de tomar unas aguas en Baden-Baden, de pasar un año escondido -antes de que se iniciara la grande guerre- en Marienbad.

viernes, 25 de mayo de 2012

en principio era el caos

"Algo quiere ser dicho pero las palabras se niegan" es un verso perteneciente al poema Bálticos de Tomas Tranströmer. Lo tengo aquí detrás, pinchado en el corcho, junto a algunas viñetas de El Roto, un soneto de Petrarca -ese que dice "No sólo la desnuda bella mano / que se viste con grave daño mío"-, alguna foto aparecida en la prensa, recortes de periódico, titulares, anuncios, cosas diversas acumuladas de manera arbitraria en un desorden que, con el tiempo, acaba adquiriendo un cierto sentido. Es curioso ver cómo lo que en principio era un caos -"Antes que nada nació Caos, después Gea (Tierra) de ancho seno, asiento firme de todas las cosas para siempre (...) De Caos nacieron Erebo y la negra Noche, y Eros, que es el más hermoso entre los dioses inmortales...", o al menos eso es lo que nos dice Hesíodo- pues resulta que ese caos va decantándose hasta alcanzar un orden insospechado que adquiere sentido, jerarquía y razón. De tal modo que la viñeta de El Roto en la que se dice que "la velocidad de las tinieblas es mayor que la de la luz" acaba dando un cierto significado a lo que afima Cristina García Rodero acerca de algunas de sus fotos: "Son instantes irrepetibles que mueren casi al mismo tiempo que nacen, obligando al fotógrafo a ser rápido como la luz." Y eso a su vez me lleva volando de unas cosas a otras, y de ahí a unos versos de Jorge Reichmann: "Aprendemos a encontrar nuestro camino en el bosque/ y luego aprendemos a perderlo con una clase de aprendizaje distinto." Pero antes de eso, según figura en el corcho (si vuelvo la cabeza), aparecen estas palabras del propio Reichmann que bien podrían haber sido escritas hace treinta años por Pedro Casariego: "Derrotados / que no se dan por vencidos." Y también aparece un verso clavado de Vicente Gallego: "Cuanto más me abismo más me asomo." Y todo esto hay que introducirlo en la coctelera -por cierto, muy bueno un twit oído en la radio esta semana: "Cuando me llegue el día de casarme, / prefiero que sea en la cama y sin enterarme."- y combinarlo debidamente con ese texto que todas las mañanas aparece en mi correo electrónico: "¿Buscas una persona con la que tomar un vino, charlar y... quién sabe lo que ocurrirá después?" Y luego me propone: "Haz nuevas amigas con las que jugar con Privacy en un club exclusivo". Si agito con acierto la coctelera, me sale un combinado tan fabuloso como sutil, tan poético como erótico, tan reivindicativo como hedonista. En otras palabras: siempre acaba saliendo lo que yo quiero. Pero también, lo que yo no quisiera querer. Ay, de mí. Y ya que has llegado hasta aquí, lector, lectriz, te haré un regalo que he visto esta mañana (ampliar foto): Viaje hacia el pasado de Italia | Cultura | EL PAÍS

jueves, 24 de mayo de 2012

este libro que ahora tengo aquí

Este libro que ahora tengo aquí delante, junto al ordenador, me ha acompañado toda la mañana, de acá para allá. He leído unas pocas páginas mientras esperaba en el coche, aparcado a la sombra en una calle tranquila y arbolada. Tras un recorrido de casi una hora (entre ida y vuelta), el libro viajaba conmigo -línea 5 del metro- abierto por las páginas 90-100, hasta llegar a la estación de Gran Vía, momento en que volvió al interior del bolso con cremallera. Allí dentro ha permanecido durante algo más de una hora, mientras el musicólogo y folclorista Joaquín Díaz, sabiamente asistido por su hermano Luis, presentaba en la Academia de San Fernando la reedición -ahora en digital: tres CD's + DVD- de su histórico Cancionero de Romances. Ya de nuevo en el metro, viaje de vuelta, he sacado otra vez el libro para seguir leyendo hasta la página 111. Un libro no sólo es lo que leemos en él, sino cómo y dónde y en qué momentos y circunstancias lo leemos. Es bien sabido que cada lector, cada lectura, modifica el contenido. Incluso un mismo lector -es una obviedad, lo sé- cuando relee un libro veinte años después, en buena medida está leyendo una obra diferente a la de entonces. Ignoro hasta qué punto el africano que viajaba en el asiento de al lado en el metro (y echaba vistazos indisimulados, tratando de averiguar de qué iban la págs. 103-104) habrá condicionado mi lectura, pero estoy convencido de que los párrafos leídos hoy entre las estaciones de Ventas y de Rubén Darío resultarían algo distintos (por no decir muy otros) si los leyera este verano a la hora de la siesta, saboreando un café con hielo, en Tierra de Campos. En algún momento de la mañana y de la lectura he anotado una frase: "La piel de María brillaba como lo hacen las cosas bajo la lluvia, dueñas de su propia luz." No sé hasta qué punto esa línea de texto coincide o está relacionada con la última frase pronunciada hoy por Joaquín Díaz. Hablaba él de las canciones y de la memoria, lo cual tiene mucho que ver con el paraíso perdido. Y ha acabado diciendo algo así como (cito de memoria): "...cuando el Paraíso lo guardaba un ángel protector, llevando en una mano la espada de la memoria." Ángeles... Los ángeles me quitan el sueño, sí, pero también me hacen soñar. Gustavo Martín Garzo (GMG, tan amante del cine MGM) ha escrito un libro muy hermoso que habla sobre todo del misterio, y también de María, la madre de Jesús. Y no puedo evitar poner en relación a María con el negro del metro; o a la estación de Núñez de Balboa con la ciudad de Emaús. Pero este post tiene las líneas contadas; estoy hablando de un libro que lleva por título: Y que se duerma el mar. Viene de: "Quiero que duermas, niño; / y que se duerma el mar, que al fin se duerma / esa aflicción inalcanzable." Simónides de Ceos. GMG.

miércoles, 23 de mayo de 2012

tributo a onán

Esta mañana he oído en la radio algo que me ha producido un cierto sobresalto acompañado de un cosquilleo. Fue sólo una frase en forma de pregunta: "¿En qué pensamos mientras nos masturbamos?" Durante un segundo y medio me quedé convertido en estatua de sal; a continuación, parpadeé dos veces seguidas para salir del trance; pensé: desde luego, aquí seremos lo que seamos, pero tenemos un salero que da gloria y gusto. Tengo que admitir que ese es un tema que me atrae desde siempre y que conozco bastante bien. Aunque no tanto como un amigo que en una ocasión me confesó ser no sólo adepto y adicto sino "de masturbación diaria", y que desde los 14 años no recordaba un solo día de sus vida sin rendir tributo a Onán. Me pareció una fanfarronada, claro, pero no he de ocultar que, en el fondo, sentí una cierta admiración salpicada de envidia. Durante años estuve creyendo que el término 'manufactura' era un sinónimo culto de 'hacerse una paja'. Y no voy a describir aquí lo que me sugería en clase de literatura -colegio de los HHMM (hermanos maristas)- esa extraña palabra de origen griego que es 'sinalefa'. Bueno, dejémoslo. Tengo entendido que en algunos países ya existen convocatorias -algunas de tipo altruista- en las que se reúne un montón de gente para participar en una macro manufactura colectiva, una especie de botellón con sinalefa en el que no basta con inscribirse: hay que pagar una cuota, una matrícula, unas tasas. Estoy esperando a que estas cosas que pasan en San Francisco lleguen a Madrid. Seré de los primeros en inscribirme. Una buena causa siempre contará conmigo. Pero es cierto que la pregunta que anunciaba el programa de radio -"¿En qué pensamos mientras nos masturbamos?"- es un tema casi universal. Yo no lo voy a revelar aquí, pero es una pregunta que me hago a menudo en relación con determinadas personas, casi siempre mujeres. No estoy seguro, pero sospecho que todo hombre sueña alguna vez con ser objeto de las fantasías de alguna mujer. ¿Hay algo más excitante que saberse objeto de deseo? La verdad, nunca me he atrevido a preguntarlo, pero cuántas veces me he quedado con las ganas de decirle a alguna amiga: "¿En qué piensas cuando te masturbas?" Ya sé lo que me contestarían en muchos casos: "¿Y por qué no se lo preguntas a los tíos?" Pues porque ellos son más o menos como yo, y en buena medida me conozco sus respuestas. Ni que decir tiene que a veces fantaseo con cosas prohibidas o imposibles, pero también, en ocasiones, me dejo llevar por lo más cotidiano, por la vida misma, y fantaseo con la realidad. Todo vale. Doto leva.

martes, 22 de mayo de 2012

señor, dame paciencia

Mal tienen que estar las cosas para que un hombre como yo se sienta tan indignado, tan cabreado. Y digo esto porque aquí, el que suscribe, es alguien que por naturaleza tiende a la conformidad y al buen humor, y al que rara vez un enfado le dura más de cinco minutos. Sí, este que veis a la derecha del texto, en un retrato de perfil que no envejece, es un individuo muy dotado para algunas cosas -ocio, placeres, juegos, bromas, risas, divertimentos, complacencias, bienestar general- pero con unas limitaciones muy serias en la otra cara de la moneda: le pones una pistola en la mano delante de Hitler, Stalin y Pol Pot , y, en lugar de apretar el gatillo 'como Dios manda' para evitar millones de muertos y de horrores, ¿qué hace?, pues acaba hablando con ellos (aunque sea por gestos) para echarles una buena reprimenda y tratar de convencerlos de que la vida es bella y todo ser humano tiene el derecho y hasta la obligación de ser libre y feliz y amar la belleza del mundo. Algo así. Con estas mimbres... es muy difícil hacer justicia y cortar cabezas. Y dicho esto, cada día, desde primera hora de la mañana, encuentro poderosas razones -no las busco: me salen al paso en los informativos- que justificarían sobradamente hacer realidad la bravata furiosa de Valle-Inclán que ya he traído aquí no hace mucho: instalar todos los lunes la 'guillotina eléctrica' en la Puerta del Sol. Bien. Seamos razonables y dejemos esa guillotina en una pura metáfora. Vamos a ver. Yo puedo entenderlo todo, o casi todo, incluso puedo llegar a perdonar los pecados más abyectos, que al fin y al cabo están en la naturaleza humana. Lo que llevo fatal es el sistemático no rendir cuentas de nada y a nadie; y no exigirlas; y que los sátrapas que arruinan bancos, cajas de ahorro, empresas, familias... se lleven por ello (¡por haberlas arruinado!) unas indemnizaciones fabulosas, unos retiros de ensueño, unos planes de pensiones que solo con imaginar la vida que van a regalarse esos tipos... produce vértigo. Y algo más que vértigo.Todo este estado de cosas es como para acudir al coach de mi amiga Nx, o a la consulta del psicólogo/a (Mely, querida, dame hora, y una sonrisa tuya si es posible), o al confesonario de alguna iglesia sombría, para ser absuelto del pecado horrendo que aún no he cometido, pero que, si nadie lo remedia, voy a cometer cualquier día de estos. Todo ello se resume en un chiste que a mis hijos les hace reír con la risa que más me gusta del mundo: "Señor, dame paciencia.... ¡¡¡Pero dámela ya!!!"

lunes, 21 de mayo de 2012

hotel marigold

"Al final, todo acabará bien, y si no acaba bien... es que aún no es el final", esta es la frase que se repite varias veces en El exótico Hotel Marigolg. Aunque para muchos críticos, y para algunos adustos cinéfilos, decir de una película que es 'deliciosa' es sinónimo de facilona, superficial, sin sustancia; por el contrario, yo agradezco las películas deliciosas y encantadoras. Quizá ello sea debido a que soy un espectador facilón y ligero de cascos cinematográficos. Esa historia de siete personajes (para siete inmensos actores) en la India, era la película que me apetecía ver el sábado. Hotel Marigold tiene esa cosa difícil de explicar, ese misterio que hace posible que mi mujer y yo nos sintamos simultáneamente encantados por el hecho de estar en ese cine, a esa hora, viendo esa película. Tengo comprobado que cuando, en el cine, mi mujer busca mi mano, y su hombro se  reúne con mi hombro, y su cabeza se inclina hacia la mía... buena señal cinematográfica. Ella es la espectadora con la que sueña todo director, productor, guionista; yo soy más bien el supuesto cinéfilo para el que escribe (o eso cree) el crítico que conserva en su casa todos los números de Cahiers du Cinéma o de Dirigido por, que es fan de Tarantino, de Kieslowski, o freak de Tim Barton. Sin embargo, a pesar de las saludables diferencias (o gracias a ellas), cuando una película nos pone de acuerdo a los dos... es como si nos quisiéramos más; aunque, dicho así, no deja de parecer una simpleza, algo facilón que a nada compromete ni llena de inquietud el alma del espectador, ni completa las butacas vacías de los tres cuartos de sala, o minisala, del cine. Por cierto, ¿alguien imagina un lujo semejante a que se apaguen las luces y ver los dos solos en la sala un película de escenas terribles y bellísmas que están por suceder, quién sabe dónde, acaso en mi sitio favorito: más allá de Orión? No pensaba hablar hoy aquí de ese Hotel Marigold, ni del Grand Hotel de Greta Garbo, ni del legendario Raffles Hotel de Singapur (Somerseet Maugham), ni del Gabrielli, ni del inolvidable Hotel California de los Eagles... No recuerdo bien si ese tema salió el verano de COU o fue ya en la facultad. En cualquier caso, es y será siempre una canción maravillosa que, cuanto más la escucho, más me gusta, más me divierte, más me alegra y me emociona. Estoy seguro de que a algunos de mis amigos esa canción les llevará muy lejos, tanto como pueda ser mil novecientos setenta y... cinco, setenta y seis. Mañana más. Hoy sólo dejo aquí una versión de Hotel California que quita años, nos pone sonrisas y nos da qué sé yo cuánta felicidad. Eagles - Hotel California (Subtitulado español) - Vìdeo Dailymotion

viernes, 18 de mayo de 2012

H&M

A los responsables de publicidad de H&M se les ha ido la mano en el croma, tan subido de tono, que le han puesto en la piel a la modelo de su colección de baño 2012. Tanto es así que en Suecia se ha producido una notable reacción de rechazo a esa campaña, tan estética como poco saludable. Incluso la asociación sueca contra el cáncer ha protestado ante esa propuesta de piel no ya dorada o bronceada sino, digamos, 'achocolatada'. Hay quien, refiriéndose a ella, ha hablado de un "moreno carbón"; aunque, bueno, ya sabemos que la moda y la publicidad, junto a la enología, constituyen los últimos espacios naturales (o artificiales, qué más da) donde encuentran refugio los poetas de hoy. Pero, excesos y reacciones aparte, yo, aunque no me tengo por ningún lince, creo saber dónde están las referencias visuales (obvias) de esa campaña: en las fantasías de algún creativo calenturiento que sigue soñando con Halle Berry saliendo de las aguas como Venus, o como Ursula Andress, ante la mirada atenta de Pierce Brosnan Bond. Si bien, Halle Berry, por su propia naturaleza, no requiere horas y horas de tostadero en playa para alcanzar ese color acafetado y torrefacto que a la bellísima Isabeli Fontana -la modelo que luce los biquinis de H&M- le hubiera supuesto casi que un principio de melanoma. Cuando en la vida real exista el retoque en photoshop, qué libres seremos todos. Y qué sanos. Y qué jóvenes. Y qué atractivos. Podremos estar a la última con apenas 24 horas de adaptación al nuevo canon: si se lleva lo apolíneo, una noche de photoshop será suficiente para alcanzar una apolínea esbeltez griega; si se impone la sensualidad dionisíaca de la curva y la lentitud de los cuerpos esponjados o rendidos a los placeres de la siesta...,  bastaría una tarde de trabajo y un buen programa de ordenador. De tal modo que hoy tú podrías responder al patrón Halle Berry y yo al paradigma Cary Grant; la semana próxima me adaptaría a la figura longuilínea de Gary Cooper, y tú, quizá, a la silueta de Charlize Theron o de JLo; incluso a la longitud de pierna que asciende al paraíso de Adriana Karembeu. Si estoy tan indignado ante los recortes en I+D+i es debido, en buena medida, a que la belleza y los placeres van a sufrir un retraso irreparable. Quizá, cuando pase toda esta pesadilla, será ya demasiado tarde para mí, para muchos. Entretanto, bebamos, amemos y gocemos. Después de todo, la noche es bella, la piel es bella, el tórrido moreno carbón puede ser bello; el aceite, la miel, el color del fuego, pueden ser muy bellos.www.hm.com/es/beach-sensation#inspiration

jueves, 17 de mayo de 2012

una corbata, una ciudad

Prometí dar cuenta aquí del dilema de la corbata que dejé abierto en el post del pasado viernes. Pues bien, tras no pocas dudas y arrepentimientos, opté finalmente por una bastante intemporal, aunque ya perteneciente al siglo XXI. Es una corbata de Adolfo Domínguez, de seda, por supuesto, a rayas diagonales de un centímetro de ancho, alternando el azul marino y un gris casi bronce; o sea, elegancia y discreción a partes iguales. Opté por ella sabiendo que era un valor seguro, muy apropiado para un evento en el que no me correspondía ningún protagonismo, pero sí poner en valor el acto académico al que iba a asistir (la graduación de mi hijo), siempre desde la discreción de un distinguido segundo plano. Fue un acto realmente emotivo; me emocionó más de lo que yo esperaba. Pero esa corbata tiene su pedigrí. Me la he puesto pocas veces. Una de las últimas fue en una boda celebrada nada menos que en Venecia. Inolvidable. Cuando, a media mañana, el vaporetto con los invitados españoles a bordo cruzaba el Gran Canal, los turistas nos señalaban de manera inequívoca: las pamelas de las damas, los vestidos de fiesta, etc, sin duda llevaron a pensar al público que formábamos parte de la Mostra de Cine que ese mismo día celebraba no recuerdo si la inauguración o la clausura. George Clooney andaba por allí. Luego, con la seguridad que da una corbata elegante, o unos esbeltos zapatos bien llevados, cruzamos con mucho estilo el Puente de La Academia. Y de ahí a la chiesa di Santo Stefano no había más que una suave passeggiata y una leve brisa de septiembre bajo el cielo azul de la ciudad más bella del mundo. San Stefano, además de deslumbrarnos con su gótico flamígero, estaba decorado para la ocasión con grandes ramos de girasoles luminosos. Después, ya en la vecina isla de Torcello, vendría el banquete de ocho platos (sin carne) regados de continuo por un perfecto, ¡perfecto en todo!, vino blanco del Véneto. Cuánta alegría, amigos nuevos, conversaciones bilingües, canciones para bailar entre plato y plato, cuántas  invitaciones y propósitos de visitar Madrid, Calabria, Venecia siempre... Qué felicidad aquellas horas, aquellos días, aquel viaje tan singular. Todo aquello forma parte sin duda de esos momentos que te unen para siempre a la mujer amada que estaba contigo. Y tú con ella. La corbata... digamos que estuvo a la altura del entorno y de las circunstancias. Nada menos. La conservaré de por vida. Ah, los recién casados de entonces siguen, como quien dice, recién casados. Pero ya no pueden salir de noche todas las noches por Venecia... Adivinad por qué.

miércoles, 16 de mayo de 2012

la lección más transparente

Como saben los asiduos a este blog, no suelo escribir aquí necrológicas, pero tampoco quiero pasarme todo el post de hoy haciendo como que miro para otro lado. Qué difícil me resulta imaginar una no admiración y una no simpatía hacia la figura de Carlos Fuentes. Creo que este hombre que acaba de irse por sorpresa, sin avisar, si no lo tenía todo... le faltaba muy poco. No se le puede pedir más a la vida. En todo caso, como en el bolero célebre, Carlos Fuentes podría haberle cantado a la vida aquello de "ay, amor, ya no me quieras tanto", a cambio, claro está, de un poquitito menos de dolor y desgracia en la intimidad. Veo que todos hablan de sus obras principales -La muerte de Artemio Cruz, Terra Nostra, La región más transparente, etc-, pero hasta ahora nadie ha citado un título que tengo en mi mesilla de noche -En esto creo- y que visito de cuando en cuando; o sea, cuando echo en falta algo en lo que creer. Es un libro (Seix Barral, 2002) en el que Fuentes reúne parte de su pensamiento en torno a unos cuarenta capítulos articulados de la A a la Z. Empieza por Amistad, continúa por Amor y concluye con Zebra (genialidad, erudición, buen humor) y con Zurich. Por el camino de sus 350 páginas, lees o relees lo que dice, por ejemplo, acerca de la Belleza, cuando el autor pone en boca de Frida Cahlo: "...¿sabes?, conocernos a nosotros mismos nos vuelve hermosos porque identifica nuestros deseos." Y añade Frida: "cuando desea, una mujer siempre es bella." Y eso es así, lo sé, como lo sabe todo aquel que mira atentamente, en silencio, con los ojos bien abiertos, con la respiración contenida por un instante... Hay momentos que no deben ser descritos: solo mirados, robados, guardados en algún lugar seguro de la memoria. De casi todo habla CF en ese libro. Si lo abro al azar y aparece, pongamos por caso, la letra M, encuentro inevitablemente México ("el mexicamo medio habla con voz más bien mesurada; la energía verbal de los españoles nos escandaliza. -¿Por qué habla usted tan fuerte? -le preguntó un intelectual mexicano a León Felipe. -Coño -respondió con su vozarrón de poeta-, porque fuimos los primeros en gritar: ¡Tierra!") Voy pasando las hojas, los capítulos de ese libro, y no puedo evitar el vaivén, el paso a dos entre la sonrisa y la melancolía. Cierro el volumen con intención de devolverlo a su sitio, descorchar una botella de vino y brindar (a solas) por algo que lo merezca. Pero el libro se abre al azar por su cuenta y riesgo en la E de Experiencia (página 80). Leo: "Soñar es compensar lo que la experiencia nos negó."

lunes, 14 de mayo de 2012

enfados y desahogos

Ya sé que hay una cierta curiosidad por conocer la resolución del dilema que dejé en el aire en la última línea del último post. Pero antes necesito desahogarme un poco. Menos mal que somos unos benditos, unas almas cándidas que todo lo consienten y todo lo perdonan. De lo contrario, ¿qué sucedería aquí ante ciertas cosas que han ocurrido y siguen ocurriendo con toda impunidad? ¿Por ejemplo? Por ejemplo que el que fuera presidente durante 15 años de una muy importante caja de ahorros madrileña -y por ello responsable en buena medida de su gestión y resultados (ya sabemos cuáles)- multiplicase por 18 su sueldo. Por 18. Luego llegó al mismo puesto un político de relumbrón para enderezar el rumbo de la nave. Como primera medida, nuestro hombre predicó austeridad con el ejemplo y se subió el sueldo del cargo en apenas... un millón de euros. Un millón hoy día es una bagatela; o dicho en latín: pecata minuta. Pero eso no es más que un par de granos de arroz en una paella valenciana. Y hablando de la tierra de las flores, ahí tenemos (junto a otros paisanos y amigos igualmente espabilados) a un joven financiero que, a la par que arruinaba alegremente su caja de ahorros, enladrillaba su futuro asegurándose de por vida una pre jubilación de unos 12 millons de euros. Otro joven ex director xeral de una caja que operaba en la dulce y querida terra galega, fue más discreto y más gallego: pactó consigo mismo, entre indemnización y pensión, la módica cantidad de 10,8 millones de euriños. En el Penedés, las cosas y las cifras llevan otro seny: el que fuere hasta hace poco director jefe, pactó, junto a tres compañeros del alma de la misma caixa, una pensión de aprox. 20 millones. En Castilla hemos aprendido la lección -qué se creían- y tampoco nos amilanamos: entre pitos y flautas, 10 millones por dejar (hecha una pena) la dirección de la caja regional más nuestra. Y esto sólo es el principio: tengo ahí, en lista de espera, cerca de treinta casos más, bien acreditados y documentados. Y lo peor (o lo mejor) de todo es que, en el fondo, yo entiendo a esos tipos: pudiendo llevárselo crudo y pegarse una vida que te cagas..., hay que ser muy tonto para no hacerlo. Y tanto que tonto: un gilipollas del que se reiría todo el mundo en el club, en la urbanización, en el resort. Pero también tengo que decir que a mí, como a la mayoría de mis amigos de toda la vida -tanto de derechas como de izquierdas-, no se nos compra con un mísero plato de lentejas de oro en paraísos fiscales: o nos conceden la Legión de Honor y el Premio Cervantes... o no hay nada que hacer. Se me ha acabado el espacio; mañana desvelaré, confío, el misterio de la corbata.

viernes, 11 de mayo de 2012

mis queridos blogs

Todo bloguero debería confesar qué otros blogs sigue con mayor o menor (in)fidelidad. Es como una declaración de bienes, un inventario, y también en algún caso una confesión de inclinaciones, vicios, querencias... Pero de esos no voy a hablar aquí: hoy solo toca hablar de los seguimientos virtuosos.  El último al que me he aficionado es ser médico, el blog de Julio Zarco. En él cabe casi todo: desde Maimónides hasta la atención primaria, Tolstoi, la sostenibilidad, el mundo universitario, Los idus de marzo... e tutti quanti. Julio Zarco es médico y humanista, lo cual, aunque debería ser algo tautológico (medico = humanista), no siempre ocurre así. El diario de vacaciones  de Belén SaSa tiene su aquel, y también sentido y sensibilidad. Belén, además de inteligente, tiene una mirada sutil y divertida, y una voz que te invita a permanecer en silencio... para seguir escuchándola. Las palabras del agua, de mi querido Diego Fernández Magdaleno, además de un blog oceánico y polifónico (como él mismo), es una garantía de saberes diversos y buen gusto, y de buen ojo avizor; y de mejor oído, claro. Por cierto, alguien debería escribir sobre la prosa de los músicos. Esperanza Ortega también es amiga mía; su blog Las cosas como son, en la edición digital de El Norte de Castilla, es un gozo para mí, está lleno de sutileza y humor, y nunca le falta ni el atrevimiento ni la ironía, ni menos aún la buena prosa (¡hasta ahí podíamos llegar!) y el llamar a las cosas por su nombre; o sea, las cosas como son. Otro recién llegado a mi ignorancia es El blog de Alejandro López Andrada. Su último libro (novela en este caso) lo cité aquí no hace mucho: Los ojos de de Natalie Wood. No lo puedo ocultar: estoy deseando conocer a Alejandro, y es posible que lo consiga, a través de un amigo común (alguien tan poco 'común', por cierto, como es mi cuate y mi frate Máximo Higuera, editor de Trifaldi, entre otras cosas imprescindibles). Hay más blogs en mi vida, algunos más, pero hoy lo dejo aquí. Todavía no he elegido la corbata que me pondré esta tarde para la graduación de mi hijo. La elección no es fácil. Sobre todo porque elegir es limitarse.

jueves, 10 de mayo de 2012

de hombres y corbatas

Tras oír las noticias de las 7.00, hoy estaba dispuesto a escribir un post airado y reivindicativo, y a dejar constancia de una actitud casi heróica de rebeldía testimonial ante la fatalidad etcétera etcétera. Todo ello aprovechando ese milagro que se produce cada tarde, entre las 20 y las 22 horas, en el Teatro Español de Madrid: De ratones y hombres, de John Steinbeck, en versión Miguel del Arco. Recomiendo que quien pueda hacerlo vaya al Español; si no queda satisfecho, incluso conmovido, Bankia y yo le devolvemos el dinero de la entrada. Pero hoy, jueves, hace un día hermosísimo de primavera y he decidido cambiar el asunto y el título de este post. Y es que ayer por la tarde tuvimos mucha algarabía en casa, en un proceso de selección de corbatas para la fiesta de graduación de mi hijo Luis. El desfile dio comienzo con mi mujer probándose dos modelos muy distintos -uno rojo y otro no-, así como los zapatos que mejor combinaban con uno y otro. Como siempre, disparidad de opiniones. Con mi colección de corbatas empezó el jaleo. Y los sarcasmos. Que si son "muy ochenteras", o muy "de los 90"; que "si llevo ésta... seguro que llueve"; que si te pones esta tan hortera... "¡ni se te ocurra decir que eres mi padre!" Pero, a pesar de la crueldad inmisericorde de los hijos, esto es casi lo mejor que tiene la familia. Así pues, quienes aún no hayan  formado un hogar -quiero decir un hogar con hijos, exámenes, hipotecas-, deberían pensárselo bien antes de incurrir en ello: se arriesgan a ser objeto de todo tipo de sarcasmos sobre el paso de tiempo y otras calamidades no menos infames. Pero, con todo, mis corbatas siguen ahí. Casi todas son preciosas. O queridas por algún motivo, por alguna fiesta, alguna noche o taxi o copas en el Cock o piso o besos... o vuelta a casa (de soltero, claro) algún lluvioso amanecer... oliéndome las manos, haciendo una parada en El Brillante (Atocha) para tomar un carajillo y leer los titulares del Marca junto a un retén de animosos albañiles o trabajadores de la construcción. Así eran las cosas por entonces, cuando yo estrenaba alguna de esas corbatas que ahora mis hijos -tan salvajes, tan guapos- no valoran en su justa medida. A veces no es fácil tomar una determinación. ¿Qué hacer? ¿Poner a la venta en eBay mi maravillosa colección de corbatas de seda... u ofrecer a mis hijos (18 y 10 años, sanos, fuertes, deportistas, bastante listos, con buen manejo de internet y de Android) a esos matrimonios deseosos de compartir su vida y sus saneadas cuentas corrientes en Suiza, en Punta del Este / IPF, en las Caimán? Tranquilos, chicos: mamá y yo iríamos a veros solo una o dos veces al año, por Navidad... y quizá por vuestros cumples, si os portáis bien. Besos.

miércoles, 9 de mayo de 2012

la nada más absoluta

Hay campañas publicitarias que lo dicen todo acerca del público al que se dirigen. En publicidad, la inversión hay que rentabilizarla, y, por tanto, no suelen hacerse disparos al aire, aunque a veces el tiro se desvía del centro de la diana. No creo que sea el caso de la  actual campaña de radio de la Lotería Primitiva, y menos aún tratándose de un trabajo firmado por una agencia puntera como Shakelton, el cual ha obtenido un 'oro' del Club de Creativos (CdC). Pues bien, esas cuñas plantean con humor una aspiración muy generalizada en España ante la que no sabe uno si sonreír amargamente o burlarse del mundo, del PIB, del FMI. Porque resulta que la motivación última para jugarnos unos euros a la Primitiva -Loterías y Apuestas del Estado, Ministerio de Hacienda- es conseguir nuestra máxima aspiración: dedicarnos a "la nada más absoluta." Y lo curioso es que no sé bien si me parece desolador o... revolucionario, de puro nihilista. La verdad, no es algo que me quite el sueño, pero a veces me pregunto por qué en nuestro país goza de tal prestigio social no dar ni golpe, no esforzarse ni mucho ni poco, ni madrugar, ni hacer nada productivo, sino quedarse uno quieto... a verlas venir. Aquí, lo 'elegante' es levantarse tarde y presumir de ello ante los amigos, y no dar un palo al agua ni apretar una bombilla o alzar una persiana. Digan lo que digan, en nuestra cultura (o lo que sea) trabajar es una vulgaridad; esforzarse, una ordinariez; sudar la camiseta, un asco. Siendo yo chaval, oí en mi pueblo una expresión que también lo dice todo: "aquí... el que trabaja es porque no sirve p'a otra cosa." Todos rieron, y asintieron. Y de aquellos polvos (qué expresión) vienen estos lodos de "la nada más absoluta", premio a la creatividad y el talento. Es obvio que yo no soy ni he sido nunca puritano, ni calvinista, ni menos aún estajanovista (¡horror!), ni jamás me he tomado en serio eso de que el trabajo dignifica o nos hace libres, etc. Pero una cosa es una cosa (como "una rosa es una rosa es una rosa" de Gertrude Stein) y otra es este alarde de levantarse uno despacio al mediodía del miércoles, encender la tele, fumar un cigarrillo y después otro, maldecir la bajada de la Bolsa y el puto café frío. O mejor, 'enfriado'. Luego, en el telediario, cuando entren los deportes, aparecerán unos patriotas entusiastas (clase media-baja) con banderas y cervezas y bufandas, cantando aquello de "¡Yo soy español, español, español!" Y después de un par de tragos más lo reafirmarán con renovados bríos: "¡Yo- soy- español- español- español!" No estoy seguro de ello, pero es posible que yo también esté dispuesto a serlo y a cantarlo ante las cámaras... si me me toca la Primitiva.

martes, 8 de mayo de 2012

de la belleza antigua

Patíbulos, laberintos, cadenas, engranajes... Viendo ese audiovisual construido en 3D con los grabados de las Carceri d'Invenzione de Piranesime vino a la memoria un verso muy conocido y muy sombrío: "de tu mirada emerge a veces la costa del espanto." Esas cárceles imaginarias son más prisiones para el espíritu que otra cosa: pesadillas para las noches de insomnio, tormentos y castigos del alma. Y sin embargo hay belleza en ello. Aunque sea una belleza tenebrosa, como la de la musa baudeleriana, "ma belle ténébreuse." La Suite para cello Nº 2 de Bach, que suena de continuo en el audiovisual, nunca como ahora me pareció tan serena, y a la vez tan impasible, tan estremecedora. Las dimensiones de esas carceri son las dimensiones del infierno. O si se prefiere, del Inferno. Allí moran las almas del 'divino marqués' de Sade, del Conde Drácula, de Mister Hyde, del Doktor Faust, de César y Lucrecia Borgia (una sola y misma alma), de Victor Frankenstein, de Howard Phillips Lovecraft, de Rimbaud, de Lewis Carrol (por haber imaginado todo aquello), de Jeanne Duval, la 'mala musa', de Sacher-Masoch, de Salomé, la princesa bellísima y cruel, hija de Herodes Filipo y de Herodías, hijastra de Herodes Antipas..., así como, entre otros, de algunos ángeles muy bellos caídos en desgracia. Almas atormentadas. Quizá el 'transgénero' Antony Hegarty (Antony & The Jonhsons) pondría hoy banda sonora a esas prisiones del alma. ¡Salmos, salmos! ¡Salmo es el Señor, Dios del universo! Ante tanto dolor o pesadilla sólo caben salmos; es decir, apelaciones, lamentaciones, maldiciones: oh misero de mí, oh abandonado, triste, sin ventura, sin sueño. Cierro los ojos y me dejo llevar por  las Suites para cello de Bach que ahora suenan -Fourier maravilloso- en este mediodía que va a desvanecerse para nadie. Pienso de nuevo en le carceri: tormento, escarnio, abominación. Pero hay algo en esas pesadillas que yo anoté apresuradamente: "son arquitecturas que exhiben la imposibilidad de existir fuera de la invención, fuera del pensamiento en que el artista las ha labrado, puesto que, paradójicamente, lo único que esas cárceles aprisionan es el infinito." Tras hacer todo el recorrido, vuelvo al principio de la exposición: templos, escalinatas, balaustradas, sepulcros, mausoleos, pedestales... O dicho de otro modo, en verso de Carducci: "un vano desiderio della belleza antica."  Piranesi: Carceri d'invenzione - YouTube,

lunes, 7 de mayo de 2012

el esplendor de las ruinas

Desde el pasado miércoles, 2 de mayo, tenía previsto escribir un post dedicado a la exposición de Piranesi en Caixa Forum. El viernes era el día perfecto para ello, pero la coreografía de los paraguas bajo la lluvia fue una tentación irresistible. Piranesi pasaba así al lunes. Sin embargo ayer cambié de planes al ver que Vargas Llosa dedicaba su artículo en El País a esa misma exposición. ¿Qué podía yo añadir a su 'Piedra de toque' sin caer en el plagio más descarado? Pero como soy algo veleta, hoy he cambiado de parecer y  he pensado que quizá no todos los lectores de este blog habrán leido ese esclarecedor artículo, y, sobre todo, lo que yo pueda decir aquí nunca podría entrar en competencia con nada y con nadie: lo mío solo es un poco de humo. Y por eso me atrevo a decir que en Giambattista Piranesi -Venecia 1720 - Roma 1778- se confirma ante mis ojos pasmados la consumación de la belleza, el esplendor en los templos o en las villas romanas: algo que en vida nunca fue tan bello... antes de convertirse en ruina suntuosa, como si todo lo anterior (los planos, los trabajos, la construcción de un arco, de un mausoleo) fuese la obligada fase previa para alcanzar, siglos después, la gloria incomparable de la ruina. Templos, escalinatas, balaustradas... Y luego están los dioses abolidos, los pedestales derribados, los mármoles que la lluvia corroe, desgasta, desaparece. Toda esa belleza avanza y se acrecienta a medida que lo bello -lo que fue, lo que vivió- decrece. Compruebo que hay un punto en que todo cuanto se extingue alcanza en el declive su esplendor, su ápice. Me asusta un poco todo esto. Así las cosas, ¿habré de esperar a que yo sea pedestal derribado, columna jónica, verso roto partido en dos sobre la hierba, al pie de las estatuas? Me asusta y me abruma todo eso. Pero es verdad que esos templos, esas derribadas columnas, los arbustos que crecen entre los mármoles y el abandono... me llevan a sitios inverosímiles donde la noche no se acaba ni da comienzo otro final o principio o desastre. Mañana, a ser posible, hablaré aquí de le carceri, las cárceles imaginarias de Piranesi.

viernes, 4 de mayo de 2012

cuando llueve

Hoy ha amanecido el viernes entrado en lluvias. Llovía bien esta mañana. Y como irremediablemente soy un tipo contagiado de literatura, se me ha venido a la memoria un verso de Luis Rosales: "...esa mirada tuya como un niño que llueve." Dadas las circunstancias, he tenido que cambiar mi caminata diaria de 40 minutos por un paseo bajo el paraguas de un cuarto de hora o poco más. Pero la lluvia es, como sabemos, muy fotogénica. Y muy telegénica: la lluvia es un elemento cinematográfico de primerísimo nivel poético, tanto si llueve a mares como si lo hace "mansamente y sin misericordia." La lluvia del final de Desayuno con diamantes  ('gatito, gatito...') es muy distinta a la lluvia nocturna de Si no amaneciera, con los limpiaparabrisas girando, girando...,  y ésta a su vez es diferente a la lluvia constante del futuro pluscuampoético de Blade Runner, cuando el famoso: "he visto naves incendiadas más allá de Orión (...) y todos esos momentos se perderán en el tiempo..." etcétera, etcétera. Dejando ahora aparte todo eso, yo he descubierto esta mañana, a las puertas de un colegio cercano -entre las 8.50 y las 9.00- que también los paraguas marcan o acusan tendencias. Y he comprobado que ya casi no aparecen los paraguas negros de siempre: ahora predominan los colores y los estampados, el verde inglés (elegante) y los que responden a marcas de prestigio: Heineken, Yahoo, Nestlé, Emirates (¡allí no llueve!), Redbull, Camper, Nokia, The Economist. Pero lo cierto es que llovía esta mañana de un modo tan propicio... Y así fue como la lluvia unió despacio paraguas y voluntades, distancias, pensamientos. Cuando todas las madres (y algunos padres) se acercaban con sus hijos a la puerta del colegio, el escenario era un puro musical de Broadway bajo la lluvia. Yo miraba. Hice intención de no acordarme de ello. O de olvidarme al punto. Pero es verdad que un ángel me decía al oído una y otra vez: "cuando llueve comparto mi paraguas; si no tengo paraguas, comparto la lluvia."

jueves, 3 de mayo de 2012

cuando todos duermen

Tras el desorden de los días anómalos, las cosas vuelven a su ser: abren sus puertas los colegios, se reanuda el correo electrónico, el Madrid gana (brillantemente) la Liga, el tráfico rodado recobra la normalidad. Volvamos pues a lo nuestro. Desde hace una semana tengo al alcance de la vista (cerca, sí, pero no de un modo atosigante) la portada de una revista mensual -Gentleman- que me gusta cada vez más; o mejor dicho, la portada del suplemento -Ladies- que este mes acompaña a esa revista. Tanto una como otra -Ladies & Gentleman- me las regaló el jueves pasado una amiga que conoce bien mis gustos y debilidades, mejor incluso que yo los suyos y las suyas. Y ahora, sin más, entro de lleno en esa portada en la que aparece la foto de una mujer de cintura para arriba, con una blusa blanca surcada de pliegues, sombras, algún botón desabrochado; ella está apoyada en una pared blanca, de yeso: los brazos levantados, la cabeza inclinada hasta tocar su hombro derecho, los párpados no del todo entornados, el gesto en paz, la dulce boca entreabierta. En los pliegues y volúmenes de esa blusa se percibe la respiración, casi que la temperatura y el tacto de esa piel sedosa y cálida que sin duda tiene en verano, a primera hora de la tarde, Marion Cotillard. Es muy hermosa esta mujer, yo creo que más incluso de lo que ella imagina. Esa foto me lleva sin remedio a una fantasía de verano. En Castilla, las horas intermedias -de las 15 a las 19 h- son duras, de calor seco, y por eso aparece la siesta como un alivio casi obligado. Pero también, cuando todos duermen en la casa, se abre un espacio habitable en el silencio del patio en sombra. Quizá por ello, el viernes pasado le envié un e-mail a esa amiga que conoce mis gustos; decía yo: "tengo aqui delante esa portada con Marion Cotillard en una pose hermosísima; para mí es una invitación a la pereza, a la quietud de las cuatro de la tarde en el patio de agosto, saboreando quizá un café con hielo. Esta foto invita a entornar los párpados y fantasear mientras el resto de la familia duerme la siesta". A la vez que esto escribo, pongo la radio y aparece un viejo conocido: Jorge Pardo; le recuerdo con Albert Amargós, Carles Benavent, Rubén Dantas, Paco de Lucía... La flauta de Jorge Pardo evoca mejor que nada la ondulación que está a punto de producirse en la cintura, camino de la cadera, antes de regresar en su viaje de vuelta por la curva del costado hacia la zona blanda de las axilas... A partir de ahí, los brazos de Marion se elevan más allá de los sueños, de la siesta, de la película que está por hacerse, por fantasearse. La semana empieza hoy, jueves; todo lo demás está por suceder.