miércoles, 1 de agosto de 2012

agosto

Tengo la sensación de estar entrando secretamente en una gran mansión deshabitada, llena de estancias vacías, o con los muebles protegidos por blancas sábanas o cobertores. Pero no iré más allá del vestíbulo de este 1 de agosto. Los espacios en blanco hay que respetarlos; el silencio de las habitaciones, también. Entre julio y septiembre debe haber un interludio, un pacto de silencio que me he propuesto respetar. Así pues, pese a la intromisión fugaz en este mes de la abundancia y los excesos, prometo que no voy a llevarme nada ni romper un plato: sólo he entrado en él para dejar una nota en la que dar las gracias, desear feliz verano y decir 'hasta la vuelta'. Prometo estar aquí de nuevo el lunes 3 de septiembre. Para entonces, todos estaremos algo distintos, y casi que ya seremos otros: acaso con algún kilo de más, con lecturas provechosas que aún no han sucedido, con alguna lluvia de estrellas contemplada en la noche de san Lorenzo; ojalá que con los labios más besados, los pies con más andanzas, la mirada enriquecida. Agosto siempre fue, y debería seguir siendo, una gran mansión, un palacio suntuoso donde entrar con sed y salir saciado de placeres y conocimiento. En agosto lentitud, sensualidad, siestas, pereza, sol, canciones de verano y ventanillas bajadas en el coche. También de vez en cuando, sólo de vez en cuando, recuerdos de lejanos veraneos y alegres automóviles a la caída de la tarde; no pasa nada: un poco de nostalgia se diluye fácilmente entre toda esa voluptuosidad, ese hedonismo. El vino bueno ayuda.  La sombra favorece. Los cuerpos son más cuerpos en agosto. Ver amanecer desde la cama es una bendición. Y también caminar con la fresca por el campo. Detenerte para apuntar una idea, una frase, una palabra. Ir al pueblo a comprar el pan y el periódico. Poner la cafetera al fuego. Esperar sentado el borboteo y la llegada del aroma. Pensar en la paz de quienes todavía duermen en la casa. Prepararles el desayuno. Mirar por el ventanal abierto. Dar las gracias en silencio a los veranos vividos, a los vinos del Duero, a la espuma de las olas, al arroz negro, al helado de tiramisú, al teléfono sin sonar durante varias horas, a todo eso que sucede entre la puesta de sol y la caída de la noche. Y dar las gracias también, en la distancia, a los lectores de este blog, tanto a los que lo han sido (fijos, ocasionales, discontinuos) como a los que es posible que lo sean. A todos ellos, salud, agosto y bellas canciones. Hasta la vista. Hasta la vuelta. ¿Una canción de despedida? ¿Qué tal la veja Felicità, de Lucio Dalla, en compañía de Gianni Morandi?
En español: FELICIDAD - LUCIO DALLA - goear.com
En italiano: Lucio Dalla e Gianni Morandi - Felicita` - listengo.es